Capítulo 46

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Era la segunda inasistencia de Ariel a clases. Dos días seguidos. Su lugar estaba vacío, nuevamente.

Esta vez a Julieta le dolió el corazón con tristeza. Estaba asustada. No sabía nada de él. Nada de lo que podría haberle ocurrido. En el colegio tampoco había noticias de su ausencia. Sintió ganas de llorar, porque estaba apenada. Él representaba muchas cosas en su vida desde que había aparecido. El dolor del pecho era aún mucho más intenso que cualquier otro sentimiento que hubiera experimentado. Lo necesitaba. Necesitaba estar con él. Pero Ariel estaba ausente.

Julieta ocupó su banco perturbada. Mientras oía a lo lejos como sus compañeros gritaban, y las chicas también estaban extrañadas y decepcionadas del compañero lindo que sin previo aviso había dejado de venir. Su paso por el colegio había sido demasiado breve. No pudo evitar mirar un grupito cuando escuchó que decían su nombre, Faustina aseguraba que posiblemente se habría sentido mal por ser hijo de aborígenes. A Julieta le sonó descabellado. Tuvo ganas de arrancarle los pelos de un tirón, por hablar mal de él, porque no tenía pruebas para justificar nada. Ariel le había sugerido el tema, pero no lo había confirmado. No soportaba como estaban chismeando, como un grupo de viejas.

Fernando y Juanito se acercaron al pupitre de Julieta, amontonándose muy cerquita. El olor a colonia tan temprano en ambos, le hizo arder la nariz, pero era un aroma agradable.

—Nena, ¿cómo estás vos?

—Estoy bien, si es por lo de ayer.

—¿En serio? —le preguntó Juanito, estudiándola largamente, para ver si no mentía, pero Julieta estaba apagada por otras razones en ese momento.

— Fellon, esa cara me huele a que es por Lestelle Piacenzi.

Julieta le sonrió melancólicamente a su amigo, siempre daba en el clavo, y era muy obvia.

—A vos no te puedo ocultar nada, ¿eh? Siempre tan atinado.

Ella estaba bien, excepto porque Lestelle Piacenzi no estaba en clases. Se notaba a kilómetros que lo que la ponía mal era eso, y no otra cosa.

—Es raro que falte este chico, ¿qué le habrá pasado?

—No sé... —dijo Julieta con la voz temblorosa. Ariel volvía a transformarse en un desconocido. No la pasó a buscar para llevarla al colegio, como le había asegurado que haría desde aquella vez. No había manera de comunicarse con él. Era una total incertidumbre que la sumía en la más absoluta tristeza.

—Bueno, Juli, por ahí le dieron ganas de irse de viaje, viste como son los que tienen plata. Se fue unos días. Y en una semana vuelve —opinó Juanito. Lo que decía sonaba con sentido. Además, ¿qué tanta confianza podría tener él para decirle o dejar de decirle lo que hacía y lo que no?

— En el fondo siento que debería ser así, nos conocemos de hace un tiempo, podría habérmelo dicho —musitó apenas.

—Carolina también faltó a clases —dijo Fernando. Y echó una rápida mirada a su banco. Era un tanto extraño. Generalmente, iba al colegio porque Leonel la llevaba en su moto.

—¿Qué querés decir? ¿Qué están juntos? —preguntó Julieta, en sus ojos brilló algo parecido a la ira. Fernando se alteró de solo verla al borde de una histeria.

—¡No, nena! ¡Qué paranoica! —se apresuró a decir, empujándola con suavidad—. ¿De dónde sacaste esa idea? Lestelle está con vos. Eso se nota... —le guiñó un ojo tranquilizador. Julieta se sonrojó y sonrió, cambiando el ánimo enseguida—. Ah, te hice sonreír —sonrió él también.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora