Capítulo 1

540 11 0
                                    

Vicenta:
Ya ha pasado una semana desde que Daniel y yo terminamos con la vida de un demonio que le hizo la vida imposible a nuestros seres queridos, e incluso, le arrebató la vida a algunos: mi mamá Edelmira, Abelardo, el papá y la ex esposa de Daniel, su hijita de cuatro años. Una lacra capaz de lastimar a un niño no debe vivir en este mundo y por eso no me siento culpable de haber matado a Chucho Casares. Dado que el Indio ya tenía nuestra ubicación, usamos el dinero que teníamos guardado para emergencias porque realmente, nuestras vidas lo eran, así que nos mudamos a un nuevo rancho más grande y más seguro. Después de eso, decidí tomarme unas vacaciones de una semana, vacaciones que terminan manana en la tarde, porque a Daniel y a mí nos toca hacer un cruce pequeño, pero igual es peligroso. Creo que se siente bien regresar a la adrenalina después de haber tomado un respiro. Entonces, siento unos brazos que rodean mi cuerpo, y un sutil beso en mi cuello que me sacan de mis pensamientos.

—¿En qué pensabas, amor?—me pregunta Daniel y veo la curiosidad en sus ojos.

—¿Siempre quieres leerme la mente?—pregunto regalándole una sonrisa.

—Quiero saberte siempre—toma y besa mis manos con delicadeza.

—Vicenta, Gringo—nos dice Chava, mientras se acerca caminando hacia nosotros acompañado de Pilar, la senora que se encarga de hacer las tareas de la casa y una chica.

La chica parece tener unos veinte y tantos anos, y se parece demasiado a mí físicamente; tanto, que me abruma un poco. La diferencia entre ella y yo es que sus ojos son verdes, su cabello es largo y rubio, y es más delgada que yo.

—¿Quién es esta senorita, Chava?—pregunto de brazos cruzados y con cautela.

—Ella es Dalia, la sobrina de Pilar—me explica Chava—se quedó sin trabajo y no tiene a donde ir. A demás, pilar ya no puede sola con el rancho; le viene bien una mano joven que la ayude.

—Bueno, pues, pero hay que vigilarla—digo precavida.

—Vicenta, es familia de Pilar—me responde Chava.

—Mijo, tú ya conoces este mundo y yo no debería de tener que explicarte que aquí hasta la familia se traiciona y que no hay que confiar ni en la sombra de uno—le digo a mi hermano y luego, me dirijo a la muchacha—No te lo tomes personal, mija, es el protocolo con todo el personal nuevo—miro a Chava—así sea familia.

No me gusta la forma en la que ella mira a Daniel. Salgo caminando de allí siento pasos detrás mío, ya puedo imaginar de quien, pero no volteo. Cuando ya estoy bastante lejos del lugar en donde estaba, siento que alguien jala mi cintura y voltea mi cuerpo, haciéndome quedar de frente a él; y me pega a su pecho, mientras me regala una sonrisa. Se trata de la misma persona que había estado caminando detrás mío todo este tiempo: la cura de mis males, el oasis en mi desierto, Daniel Philips.

—¿Fueron ideas mías o no te gustó la nueva empleada?—me dice Daniel arqueando una ceja.

—Me da mala espina—le digo sin mirarlo.

—¿Te da mala espina?—me dice con un tono pícaro en su voz y acercándose a mi rostro.

—Sí—le digo de mala gana—se parece mucho a mí en el rostro ¿no te diste cuenta?

—Quizás—me dice pensativo—pero tú eres mucho más hermosa.

—¿O sea que te parece bonita?—pregunto medio molesta.

—Cualquiera que se parezca a ti es bonita, mi amor—me dice y trata de besarme, pero yo volteo mi rostro haciendo que su beso caiga en mi mejilla.

—¿Quieres ver como se te quitan esos celos, Vicenta Acero?—me dice bajando sus manos hasta mis caderas y pegándome más a él.

—No estoy celosa—cruzo mis brazos y miro hacia un costado, pero no consigo que me suelte.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now