Capítulo 26

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Vicenta:
—Créeme que si me vieras ahora—le digo con cansancio en mi voz—te darías cuenta de que soy de todo, menos una chica ruda.

—¿Por qué? ¿Qué te pasó?

—¡Si te contara!

—¿Sigues mal por lo de Abelardo? Lamento mucho su muerte.

—Ahora mis suspiros tienen otro nombre, y es gringo.

—¿Gringo? ¿Quién era la que odiaba a los Gringos?

—¡Ya! Este es diferente, de hecho, es el mejor hombre que pude haber encontrado.

—Pero te hizo daño, ¿no?

—No, más bien, yo le hice daño a él.

—¿Por qué dices eso?

—No sabes lo que ha pasado, estos meses han sido terribles y hermosos a la vez, pero no es seguro hablar por teléfono, mijo. ¿Puedes venir a México? Yo te digo dónde es mi casa.

—De hecho, eso mismo te iba a pedir—me dice y por primera vez en toda la conversación, lo escucho serio—Necesito verte porque descubrí algo muy grave que los involucra a tu familia y a ti.

—¿El qué?—pregunto asustada.

—No es seguro el teléfono, tú misma lo dijiste. Mándame la dirección y mañana estoy ahí.

—Está bien, mijo.

24 horas después...

Daniel:
Estoy en el centro de salud mental en donde tengo internada a mi madre realizándole sus tratamientos. Cabe mencionar que sí, he notado una leve mejoría. Por lo menos, ya no le dan ataques de pánico y eso es un avance. Estoy sentado junto a ella y parece estar teniendo un momento de lucidez.

—Hijo, ¿cuánto tiempo más tengo que estar aquí?—me pregunta un poco nostálgica—extraño la casa, mi cuarto. Extraño que tu novia Vicenta me cuide y converse conmigo. Ella te quiere mucho, hijo.

—Sí, mami—le digo esforzándome para sonreír—ella nos quiere demasiado, pero ¿no extrañas la casa de El Paso?

—Esa casa estaba llena de recuerdos dolorosos, como la de McAllen, pero la casa de México fue como un nuevo comienzo.

—Y volveremos a allí—le digo sonriendo—tan pronto como tú te recuperes.

—¿Y Vicenta? ¿Cuándo viene a verme?

—Ella viene pronto, mami, muy pronto vamos a estar todos juntos—le regalo una sonrisa para que se quede tranquila.

Abrazo a mi madre y me refugio en ella tratando de huir de la frustración que me provoca no poder estar con Vicenta y no poder hacer nada para evitar ese hecho.

Vicenta:
Le conté a Chava sobre Stefan y me dijo que si yo confío en él, pues él también confía en mi amigo. Ya debe de estar por llegar. Finalmente, lo veo entrar por la puerta y mi primer impulso es correo a abrazarlo. Él me recibe con un fuerte abrazo.

—¡Hola!—me dice sonriente—¿cómo has estado? Ya no te ves tan ruda como antes.

—En cambio tú, sigues igual de payaso, risitos de oro—le digo riéndome—vamos a la oficina para poder hablar mejor.

—Vamos.

Caminamos hacia la oficina y yo cierro la puerta. Él se sienta en una silla y yo me siento al otro lado del escritorio.

—A ver—me dice Stefan—¿qué pasó? Ayer me dejaste preocupado. No te lo quise decir por teléfono, pero sonabas mal y hoy que te veo, tienes los ojos hinchados.

—Es que son tantas cosas—le digo y la melancolía se apodera de mi voz—siempre que creo que encontré la felicidad, pasa algo que me lo arruina—entonces dirijo mi mirada hacia un costado del suelo—en menos de dos meses, todas mis ganas de luchar se vinieron abajo y no sé qué hacer con TODO lo que me está pasando y lo que estoy sintiendo.

—A ver, cálmate—me dice aguantando mis brazos y captando mi atención—respira, no te puedes rendir.

—Lo sé, pero es difícil—le digo y mis ojos se humedecen un poco.

Restriego mis ojos con mis manos y tomo una profunda inhalación seguida de un suspiro lleno de sentimientos que se van, pero siempre regresan.

—Antes de empezar a hablar sobre mi mala suerte en el amor y de un drama aún mayor—le digo tratando de evadir el tema, a pesar de que sé que desahogarme será lo mejor para mí, pero no sabría por dónde empezar—dime ¿qué tienes que decirme? Por teléfono sonabas muy serio y ambos sabemos que no eres así, a menos que el asunto sea grave.

—Ciertamente, lo es—me dice serio—Como sabes, trabajo como agente encubierto de la DEA y conseguí intervenir el teléfono del Indio Amaro.

—¿Qué descubriste de ese hombre?—pregunto bastante nerviosa—¿Nos quiere atacar? ¿Nos tiene ubicados?

Mi primer impulso es tocarme el vientre y lo primero que viene a mi cabeza es mi bebé. Un miedo empieza a apoderarse de mi corazón, un miedo que jamás había sentido, que me rompe en dos, pero al mismo tiempo, me hace sentir que quiero ver arder a cualquiera que amenace esa pequeña y valiosa vida que está creciendo dentro de mí.

—No, no los tiene localizados, pero sí les quiere hacer daño—me dice Stefan y desbloquea su teléfono—la grabación que vas a escuchar ahora, es de una conversación entre el Indio Amaro y un capo, al parecer, colombiano, del cual no sabemos mucho ya que se ha sabido ocultar muy bien, pero tiene algo que ver con tu familia y directamente, contigo. Este hombre se identifica por la marca de su mercancía: SR.

—Dale play—digo con voz temblorosa.

—¿Segura de que quieres escucharlo?

—Necesito escucharlo para proteger a mi familia.

—Pero, ¿estás lista?

—Si espero a estar lista, esperaré toda la vida, así que hágale.

Stefan empieza a reproducir la grabación, mientras yo siento escalofríos.

—Colombiano—dice el Indio—¿pa qué me llamas?

—Necesito un favor—le dice una voz grave, supongo que el tal SR—necesito encontrar a los Acero, pero que me dejes acabar con ellos a mí.

—¡Ay, colombicho! Pues fíjate que pa acabar con esos hay cola, así que ponte en la fila, cabrón—se burla el Indio.

—Tengo un plan para exterminarlos de una forma tan elegante, sofisticada, y dolorosa, que hasta a tu cerebro de mosquito le va a gustar.

—¿Ah sí? A ver, cuenta, soy todo oídos.

—Voy a infiltrarme en esa familia por el corazón. Voy a enamorar a Vicenta Acero y luego los mataré a todos uno por uno.

—¿Y te vas a quedar con la Señora Acero de trofeo?

—Ella va a desear no haber nacido. No la mataré, porque ella misma lo hará.

—Me gusta tu plan, colombiano, yo te ayudo a ubicar a los Acero pero con una condición.

—Dime.

—Me dejas estar ahí cuando los aniquiles o manda videitos de sus muertes aunque sea.

—Está bien, Indio.

Entonces la grabación se corta. El de la voz grave sonaba muy refinado y por el tono con el que hablaba, parece ser que es de esos hipócritas que esconden todos los cadáveres que cargan bajo un smocking de diez mil dólares y eso me preocupa más porque si es tan fino, debe tener mucho dinero y ser muy poderoso e influyente.

Lo peor de todo es que viene por mí y por lo que escuché, no creo que le importe acabar con la vida de un bebé o un niño inocente con tal de lastimarme. Como él dijo, su objetivo es que me suicide. Siento que a partir de ahora estaré paranoica y no dejare que ningún hombre que no conozca se me acerque.

SR, no me encontrarás...

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now