Capítulo 65

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Vicenta:
"Mi querida Vicenta:
No quiero que te sientas mal, y que nada te frene a firmar estos papeles. No los veas como un divorcio, o como algo que romperá mi corazón porque no es así, me rompe el corazón tenerte amarrada a mí cuando sé que tu felicidad está al lado de él. Ve estos papeles como las llaves de tu felicidad, lo que te dejará libre para vivir la vida que te mereces al lado del hombre que amas, y a mí, me abrirán nuevas puertas. Sé que conoceré a alguien y lo único que le pido a la vida es que ese alguien especial, me llegue a amar alguna vez como tú amas a Daniel"
Tu mejor amigo por siempre:
Risitos de oro

Al leer esto, siento un alivio en mi corazón y una lágrima sale de mi ojo. Entonces pego el papel a mi pecho y respiro profundo, exhalando toda la culpa, y todo el dolor que sentía por haberle roto el corazón a mi mejor amigo. Ahora sé que estamos en paz.

—Vicenta—me dice Rosario tomando mi mano—¿estás segura de que quieres firmar esto? ¿Sabes al cien por ciento que sigues enamorada de Daniel?

Ella está preocupada por mí y la entiendo, ella fue testigo de mi dolor todos estos años, y seguramente, malinterpretó mis lágrimas.

—Mija—le digo, regalándole una sonrisa sincera—lloro de felicidad, de alivio, porque todo esto se va a acabar y Stefan, con esta carta, me sacó un peso de cien toneladas de mi espalda.

—¿Por qué?—me pregunta confundida—¿qué dice la carta?

—Dice que no me guarda rencor, y que no ve estos papeles como algo que le rompe el corazón, sino cómo las puertas para un nuevo comienzo—le digo apretando fuerte sus manos—y sí, AMO a Daniel, y esta vez las cosas son diferentes, tenemos mil cosas que nos unen y diría que ninguna que nos separan.

—¿Y el ICE?

—Es que no te he contado.

—¿No me has contado qué?

—Los jefes de Daniel fueron a verlo y trataron de humillarme, trataron de sacarme de ahí y Daniel se les volteó como un lobo defendiendo a su familia.

—¿Qué les dijo?—me pregunta intrigada y con un atisbo de sonrisa en su rostro.

—Básicamente, los mandó a la chingada por quedarse conmigo.

—Es verdad, ahora tienen una hija, él ya no tiene a su mamá, y los dos se dieron cuenta que andar de cabeza dura y tratar de estar separados solo les va a traer dolor.

—Algo así, mana—le digo y me rio.

—Pues entonces, ¡firma esos papeles ya! Dice Chava que luego de entregarlos, se tardarán unos cinco días en ser vigentes, es decir, en que estés legalmente divorciada.

—Y a Daniel le dan de alta en seis—digo con una sonrisa.

Chayo me abraza y luego, yo firmo esos papeles. Al día siguiente, Chava pasa a recoger los papeles y dejarlos en el juzgado de familia.

Seis días después...

Daniel:
Vicenta y Sánchez se han encargado de que yo no pase ni un segundo solo y aunque me siento bien en su compañía, extraño demasiado a mi hija. Por suerte, hoy me dan de alta. Ya he recogido todas mis cosas, y me puse una ropa que Vicenta me trajo ya que la mía, estaba muy embarrada de sangre. Finalmente, llega el doctor con los papeles del alta médica. Me los entrega y me voy con Vicenta hasta el coche. De repente, veo que Vicenta toma una ruta que no llega hasta la casa de Sánchez.

—Mi amor—le digo cauteloso—la casa de Sánchez está del otro lado.

—Lo sé—me dice con una sonrisa—no estamos yendo a casa de Sánchez.

—¿Sino?

—¡A nuestro depa, bobo!—me dice más feliz de lo normal.

—Hablando de eso—le digo apenado y preocupado—los imbéciles del ICE dejaron una enorme mancha en mi curriculum y creo que con eso, ni para security guard me contratan.

—Por eso no te preocupes, amor—me dice tranquila—yo puedo trabajar y tú te encargas de cuidar a Vicky. ¿O qué? ¿Crees que la mujer no puede mantener la casa?

—¡Por supuesto que no!—le digo, dejando en claro que mi preocupación no se debe a una razón machista—Pero con él tenías una mejor vida.

—No te niego que tenía una buena vida—me dice mirando hacia el frente para no distraerse de la carretera, o para esquivar mi mirada, ¿quién sabe? Opto por creer en la primera opción—pero esto que estamos empezando ahora, es simplemente mi más grande sueño hecho realidad—paramos en una luz roja y ella me mira a los ojos mientras acaricia mi mejilla—tú mismo me dijiste que el dinero no lo es todo. Cada quien con lo que le da felicidad, y mi felicidad está al lado tuyo y de nuestra hija.

—Vicky—digo, distrayéndome con los recuerdos de ese pequeño gran torbellino de felicidad que Vicenta trajo a mi vida—¡muero por verla!

—Y ella se muere por verte a ti—me dice con una sonrisa—supiste ganártela porque no hay día que no me pregunte por ti.

—¿Con quién la dejaste para recogerme?

—Con Sánchez, están en nuestro depa.

Seguimos el camino hasta que llegamos a un edificio muy bonito. Es un condominio con piscina pública y un pequeño parque para que jueguen los más pequeños. Estacionamos y nos bajamos del carro. Tomamos el elevador hasta el quinto piso y llegamos a nuestro apartamento. Entramos y cerramos la puerta. Veo a Vicky jugando con Sánchez en el suelo.

—Mira quién llegó—le dice Sánchez señalando a dónde estamos Vicenta y yo.

Vicky voltea y al vernos, su rostro se ilumina. Sonríe hasta más no poder y se pone de pie.

—¡Danny!—me dice mi pequeña mientras camina a pasos apurados hacia mí.

Hubiera preferido que me llamara papá, pero no quiero presionarlas ni a ella, ni a Vicenta.

—¡Mi amor!—le digo recibiéndola en mis brazos con un fuerte abrazo.

—¿Y para mami nada?—pregunta Vicenta riéndose, mientras se arrodilla en el suelo.

—A ti ya te vi hoy—le responde Vicky.

—¿Ni un bechito para mami?—pregunta Vicenta haciéndole un puchero.

Entonces Vicky va y le da un besito a su mami. Pasamos todo el día celebrando este nuevo comienzo y en la noche, Sánchez se va para su casa.

Vicenta:
Dormimos a Vicky y luego, vamos a nuestro cuarto. Yo traigo puesto un pijama bastante corto de blusa y shorts. Estoy preparando mi lado de la cama cuando siento que Daniel me abraza, pegando su pecho a mi espalda.

—Extrañaba esto—me dice aliviado y deja un sutil beso en mi hombro.

—Yo también—le digo de la misma forma y pongo mis brazos sobre los suyos—gracias por sobrevivir a ese balazo.

—Gracias a ti, y a mi hija, por ser mi fuerza. De no ser por ustedes, me habría hundido con lo de mi mamá.

—No digas eso—le digo volteando para quedar de frente a él, sin salirme de su abrazo—tú eres muy fuerte.

—Y un desastre, cuando tú no estás.

—Bueno, pero ya no te tocará más ser un desastre, porque yo voy a estar contigo siempre.

Acuno su rostro y pego mis labios a los suyos para dejar un tierno beso en su boca que resume todos mis sentimientos ahora mismo.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now