Capítulo 10

131 8 0
                                    

Vicenta:
Me molesta que me haya hecho venir con una mentira y que ahora se haga la víctima del asunto. Él fue quien me traicionó a mí, no yo a él.

—A ver, habla y ¡que sea rápido!—le digo siendo un poco ruda, pero si no lo soy, se ilusiona y en este tiempo me ha dado bastante espacio; quiero que siga así.

—¿Recuerdas lo que dijiste cuando te rescaté del desierto?—me pregunta con una sonrisa, ¿por qué demonios sonríe?

—¿Qué te dije?

—Dijiste que si algún día yo lograra probarte que no te traicioné, tú me...

—Te perdonaría—lo interrumpo, completando lo que iba a decir—pero tú y yo sabemos que eso no va a pasar y si me citaste aquí para seguir con la misma cantaleta pues yo mejor me voy.

Me doy la vuelta e intento salir otra vez, pero él agarra mi mano y me detiene de nuevo.

—Espera—me insiste.

—¿Qué quieres?—pregunto de mala gana.

Entonces él me entrega un USB y me muestra un paquete de drogas. ¿Qué es esto?

—Nunca digas nunca—me dice seguro—aquí están las pruebas. Este video te dirá la verdad, la misma que te he dicho yo todo este tiempo y que no me has querido creer.

—¿Qué verdad, Daniel? Yo no estuve contigo esa noche—le digo cansada—fue ella.

—Eso es escopolamina, una droga que produce alucinaciones. Lo encontré ayer en el cuarto que era de Dalia junto con una cámara. Investigué sobre su contenido y resultó ser el video de lo que realmente pasó esa noche.

—¡Esto es el colmo!—le digo indignada—¿no crees que las fotos fueron suficientes? ¿También quieres que vea un videito? ¿Qué sigue? ¿Que los vaya a ver en vivo cuando decidan repetir?

—En ese video, aparece ella fingiendo ser tú y mi teoría es que al ultimo té que me dieron, le echaron escopolamina y por eso tuve las alucinaciones de que eras tú.

—Mira, Pilar nunca haría eso—le digo con rabia.

¿Cómo puede culpar de sus embarradas a una señora mayor?

—Pilar no fue quien me trajo el último té que me tomé y después del cual, empecé a sentirme extraño—me explica—Fue Dalia quien me trajo ese té y sospecho que le echó la droga.

—Eso no me lo habías dicho—le digo mirando hacia un costado—esa tarde te dejé bajo el cuidado de Pilar.

—Según Dalia, Pilar se sintió mal y se fue a dormir temprano—entonces siento que toma mi mano y esta vez, mi primer instinto no es soltarme, ¿qué me está pasando?—mira, de haber sabido todo esto, no me hubiese tomado ningún té, hubiese estado en mis cinco sentidos cuando esa mujer entró y te juro que en pleno uso de razón, la hubiera rechazado porque no me interesa estar en la cama con nadie que no seas tú.

—¿Dices que fingió ser yo?—pregunto apenada.

—Entró al cuarto con una peluca castaña y corta puesta, e imitando tu forma de hablar. Dijo que habías terminado el trabajo antes y que no te aguantabas las ganas de estar conmigo—se queda mirándome fijamente por unos segundos, y luego reacciona—pero no me creas a mí, créele al video.

—¿Por qué en las fotos sale ella sin peluca?

—Porque se la quitó cuando ya me tenía engatusado. Entiendo que no quieras ver el video, pero es la única prueba que tengo.

—Lo veré, pero no te prometo nada, Philips. A propósito o no, lo que hiciste aún duele—le digo firme y salgo de la oficina.

Me dirijo rápidamente hacia mi habitación, enciendo mi laptop y me pongo audífonos. Entonces conecto el USB y reproduzco el video. Cada detalle es como Daniel me lo contó, y aunque ahora sé que esto fue una trampa que nos tendieron para separarnos, no puedo arrancar de mi corazón el coraje que me da verlo con otra. Cierro y guardo la computadora, y me quedo sentada en mi cama. Dejo los minutos convertirse en horas y sé que tomará tiempo, pero esta herida sanará y en algún momento, estaré lista para abrirme de nuevo al amor. No sé cómo ni cuándo, pero miro por mi ventana y veo el cielo color azul Prusia, iluminado por las estrellas y una luna llena. ¿Qué debo hacer? ¿Debería darle una segunda oportunidad a quien a pesar de todo, posee mi corazón? Es que me cuesta confiar en el otra vez y la confianza es la base de toda relación. Entonces siento una mano en mi hombro y al voltear, veo a Daniel sentado al lado mío.

—¿Lo viste?—me pregunta algo tímido.

—Sí—le respondo sin mirarlo.

—¿Viste que no miento?

—Sí.

—Yo sé que debió ser incómodo para ti, pero era la única prueba que tenía—me dice y noto su voz temblorosa—¿ahora me crees?

—Te creo, Daniel, pero aún me cuesta confiar en ti.

—¿No es lo mismo creer y confiar?

—Creer, se cree una cosa, pero confiar, es saber que ese algo o alguien nunca te va a fallar—fijo mi mirada en sus ojos—y tú lo hiciste.

—Dijiste que me perdonarías—me dice con sus ojitos aguados.

—Ya te perdoné—le digo de corazón, pero cabizbaja.

Entonces, su mano agarra mi barbilla y levanta mi cabeza, haciendo que lo mire. Mis ojos siguen tristes porque mi corazón está confundido. No sé qué hacer.

—Amor—me dice Daniel—yo sé que estuve mal, y me siento una basura cada vez que te veo llorando en algún rincón del rancho tragándote el dolor tú sola para que nadie más sufra y te admiro. Eres la mujer más increíble que he conocido en mi vida—besa mi mano y noto que deja caer una lágrima.

Sus palabras me confunden aun más: cada segundo qué paso con él, me convenzo más de que lo amo, pero luego, él recuerdo de esas fotos viene a mi mente y me hace dudar. Entonces, siento que Daniel me abraza y está bien, no es algo que me moleste. Siento que se aferra fuerte a mí, como me fuese a perder o algo. Noto que está desesperado por recuperarme, por recuperar lo que teníamos antes del incidente. ¿Debería ceder a lo que me está diciendo mi corazón? O ¿debería hacerle caso a mi mente cuando me dice "ten cuidado"? Es que en el amor, por más cuidadoso que seas, siempre vas a terminar salpicado por el dolor en el mejor de los casos, cuando no terminas sumergido en el mismo. El amor siempre va a doler y es tonto pensar que si estás con esa persona, ya nunca más llorarás porque no es así. Entonces pienso: ¿debería darle una segunda oportunidad a Daniel?

—Ahora que sabes la verdad—me dice Daniel bastante tímido.

No lo digas, Daniel.
No lo digas...

—¿Qué va a pasar con nosotros?—me pregunta con el miedo dibujado en su rostro.

Esa es la pregunta del millón de dólares y la única persona que la puede responder, no tiene idea de qué hacer.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Onde histórias criam vida. Descubra agora