Capítulo 84

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Vicenta:
—¿Cómo se llama?—me pregunta intrigada—quizás nos de algún mensaje oculto, o alguna idea para escapar de aquí.

—¡Un segundo!—sigo dándome cuenta de todo—¿por eso lees tanto?

—Número uno: leo porque me apasiona y número dos, pongo mucha atención en los detalles y ya he tenido unas cuantas ideas, pero cuando evalúo la vigilancia y la estructura de esta casa, veo que no funcionarán.

—Mija, me hubieras dicho pa ayudarte.

—Son libros sobre tragedia, Vicenta, no creo que quieras más tragedias en tu vida—me dice apenada—mejor cuando yo encuentre alguna idea, te la cuento y armamos un plan.

Tiene razón...

—Bueno—le digo desviando el tema de conversación—el libro del que te hablo, se llama "Lo que nunca pudo ser, podría ser hoy".

—¿Qué?—me pregunta y se ríe—no, definitivamente no tiene nada que aportar, pero me sorprende que no quieras leer "Un disparo a corazón", ya que es la segunda parte de "Lo que nunca pudo ser, podría ser hoy".

—¿Ah sí?—preguntó intrigada—no sabía que ese libro tenía segunda parte y ¿qué pasa en ella?

—Te puedo dar el spoiler del final porque ya lo leí, sólo lo estoy releyendo en busca de alguna forma de escapar.

—Solo dime lo qué pasa porque ese libro se parece mucho a mi historia con...

Decido quedarme en silencio antes de pronunciar ese nombre. Mi boca está demasiado sucia como para siquiera decir "Daniel".

—Con Daniel—me dice Andrea—no debes pensar que no eres digna solo por lo que te pasó—viene y me abraza—sigues siendo tan mujer como antes, nada ha cambiado, solo tu mente lo hizo.

—Ya no hablemos de eso—le digo mirando hacia un costado, trata de psicoterapearme, pero eso me hace mal, me hace mal recordar—mejor cuéntame ¿cómo acaba el libro?

—A ella le hacen creer que él murió, cuando en realidad, estaba secuestrado. Ella tuvo a su hijo y rehizo su vida con alguien más, y eso fue lo que él encontró cuando volvió.

—¿Qué?—pregunto decepcionada.

—No te asustes—me regala una sonrisa—al final, ella se da cuenta de que aún lo ama y se queda con él, y viven felices con su hijo.

—¡Qué bonito!—digo nostálgica—Ojalá lo mío con Daniel hubiese tenido un final así de feliz.

Entonces, el sonido de la puerta abriéndose de golpe capta nuestra atención y nuestras miradas se dirigen hacia la misma. Vemos a Romero parado ahí con su típica sonrisa cínica, esa sonrisa que hace que hierva mi sangre de rabia.

—¿Qué mierda quieres, Satán?—le pregunto enojada.

—Vengo a informarles que a partir de ahora, tú eres la reina de la casa—dice Romero señalándome a mí—vas a poder hacer todo lo que quieras, excepto salir de la casa, y tú—señala a Andrea—vas a cumplirle todos los caprichos a mi reina.

—Yo no quiero ser tu reina, ¡maldito desgraciado!—le grito molesta.

—Lo vas a ser, mujer—me dice muy seguro—ya lo eres, pasaste por mi cama, ¿o no?

—Todas las veces me has llevado amarrada o drogada porque lo único que quiero hacer contigo, es matarte—le digo furiosa.

—Tu marido se cansó de cuidar a tu hermana, así que ahora la vas a tener que cuidar tú—le dice a Andrea.

—¿Eli?—preguntamos emocionadas al simultáneo.

—Sí—dice apartándose y vemos a Elizabeth entrar corriendo.

La niña corre a los brazos de su hermana, quien la recibe feliz. Luego, Romero se va así sin más.

En estos meses, he estado teniendo ciertos episodios de lo que Andy califica como un ataque de pánico. A veces, cuando Romero se me acerca, siento que no puedo respirar, como si me asfixiaran, y mi corazón late como si quisiera salirse de mi pecho e ir corriendo hasta mi lugar seguro, que es con Daniel. En esos momentos, mi cuerpo se paraliza y me quedo completamente inmóvil. De hechos, la primera vez que me pasó, Andrea se asustó mucho porque creyó que me estaba dando un infarto.

Nueve meses después...

Durante varios meses, la esperanza me ha ayudado a sobrevivir, pero la desesperación se ha apoderado de mi mente y de mi corazón al darme cuenta de que no hay salido o al menos, no una que Andrea o yo podamos ver. La ayudo a cuidar de Elizabeth porque eso me ayuda a sentirme un poco más cerca de mi Vicky, quien ya debe de tener tres añitos. Aún no sé si estamos en Colombia o en México.

—Chenta—me dice Andrea bastante preocupada por mi actitud—no puedes seguir así, hace dos días que no comes nada y si sigues así te vas a enfermar.

Yo ignoro su petición, no estoy de humor para comer ni para nada. Ella dice que estoy deprimida y trata de animarme a toda costa. Últimamente, no hablo casi, es decir, solo lo necesario. Supongo que me enmudeció el ahogar tantos gritos de dolor.

—¡DIME ALGO!—me dice desesperada.

—Esta bien—le digo al notar su desesperación y su miedo—voy a comer.

—¿Y ese milagro que logré contigo?—me pregunta sonriente—¿eh?

—No es por ti ni por mí—le explico, siendo completamente sincera—la única razón por la que no me echo a morir es mi hijita—desvío mi mirada—espero un día volverla a ver.

—¿Ah si?—dice Romero entrando en el comedor, ¿en qué momento llegó?—Pues justo ahora vengo de ver como mis muchachos acribillaron a tiros a un hombre y a una niña, como de tres años, creo que era la hija del hombre porque era igualita a él, eran güeritos los dos, y parecía que a esa familia le faltaba la mamá.

No,no,no,no,no,no,no,no,no,no,no, ¡ellos no pueden estar muertos! ¡No pueden! Mi corazón y mi mente se niegan a creerlo porque si ellos se mueren, me muero con ellos.

—No puede ser—digo con la voz quebrada y con lágrimas en mis ojos—¡Tiene que ser un error pues!

—Es verdad—se burla Romero—tus adorados dolores de cabeza ya están muertos.

A penas tengo fuerza para levantarme y las uso en saciar mi impulso asesino. Empiezo a golpear a Romero, pero estoy débil, a penas alcanzo a darle unos pequeños golpecitos en su smocking, que esconde al más deplorable de los demonios.

—¿Y me lo dices así en la cara?—le grito con rabia—¡te odio!

Romero me empuja, haciéndome caer al suelo. Andrea se sienta a mi lado y me abraza estando en shook.

—¿Que no tienes corazón o que?—le grita Andrea molesta.

—Pues sí me quedaba un poquito de corazón, y me enamoré de Vicenta como un pendejo, ¡ME ENAMORÉ, CARAJO! Y por eso la estoy tratando como una reina, cuando ella me trata como basura, así que sí, sirvienta de quinta, sí tengo un corazón, pero tu amiguita, la coyote, lo pisoteó todo lo que quiso.

Entonces, siento como todo el amor que quedaba en mi corazón muere, muere junto con las dos personas que más amo en este mundo, muere como mi felicidad lo hizo, hace más de un año. Mi corazón se llena de odio completamente y con ese odio miro a Romero. Entonces, me levanto del suelo y me le acerco con una mirada asesina.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now