Capítulo 103

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Vicenta:
Sí, quizás estoy loca por escuchar su voz en todo momento, y por ver su rostro cada que cierro mis ojos. Siempre lo veo sonriendo, así es como lo recuerdo: como un sinónimo de felicidad.

Entonces lo recuerdo: una noche en el desierto, que podría parecer normal, como cualquier otra, pero para Daniel y para mí, no lo fue. Hablo de esa noche que marcó nuestras vidas, que unió nuestros destinos y nuestros corazones. Aquella noche Daniel me robó un beso, y me hizo darme cuenta de lo que significábamos el uno para el otro. Esa noche supe que lo amaría eternamente, y no me equivoqué: después de todo, lo sigo amando.

Dejo salir mi dolor en forma de lágrimas y sollozos que dicen más que mil palabras: reflejan mi dolor. Son hermosos los recuerdos, recuerdos que ahora guardo en un cajón porque cada que los dejo salir, me arden, me queman, me calan el alma porque él ya no está.

Sé que está conmigo en todo momento y que me protege porque puedo sentir su presencia, o al menos, eso creo. ¿Será verdad o mi inconformidad por no tenerlo más? No lo sé y es algo que nunca sabré...

Entonces, pienso en esos dos soles que alumbran mi vida cuando lo veo todo negro, lo cual, me pasa muy seguido últimamente. Pienso en Vicky, y en la forma tan bonita en la que recuerda a su padre. También, pienso en Danielito y esas dos caritas tan hermosas, me hacen sonreír, solo ellos pueden.

—¡Ay! mi Gringo—le digo al viento, rogando a cada instante porque le entregue mis palabras de amor a Daniel, en donde sea que él esté—tu hijo es hermoso, ¡si tan solo lo vieras! Tienes tus ojos y tu forma de ser. ¡Me recuerda tanto a ti!—un sollozo se escapa de mi boca—¿recuerdas cuando celebraste mis quince? Debo confesar que fue el mejor cumpleaños de mi vida, aunque no fuese mi cumpleaños en sí. Aquel día cualquiera fue especial, tú lo hiciste especial, mi amor. Ojalá estuvieras aquí, en esta noche llena de estrellas—se quiebra mi voz—Te extraño como no te haces una idea.

Me abrazo a mí misma porque no lo puedo abrazar a él y lloro, como cada noche.

De repente, veo algo entre la hierba. Puede no ser nada, pero mi intuición me dice que es algo que lo puede cambiar todo, no sé cómo, solo lo siento. Recojo lo que vi y me doy cuenta de que es una rosa celeste, pero de esas que viven por mucho tiempo.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí, bonita?—pregunto con un atisbo de sonrisa—No importa, ¿verdad? Igual, estás menos marchita que yo.

La huelo y noto que aún conserva su aroma. ¡Qué raro! Entonces, me doy cuenta de algo: la decoración de la boda era en celeste y blanco, y Daniel me dijo que tenía una sorpresa para mí justo aquí, en el patio. ¿Será que Daniel había dejado esta rosa para mí y el aire la tiró al suelo? Hacía viento ese fatídico día. Si es así, con más razón la cuidaré por el tiempo que le quede de vida.

Muevo la cabeza hacia un lado y un flash intermitente rojo me ciega, uno que no había visto antes, supongo que es porque jamás había estado en este ángulo. Echo un vistazo para ver de dónde proviene y veo que es de una cajita con una pantalla. Rápidamente, lo recojo y veo que está algo dañado, pero al costado, tiene un escrito: "waterproof", eso quiere decir que el agua no lo daña, sino algo más.

No sé mucho de esto, pero parece estar dañado por el tiempo. No creo que sea de nadie, porque aquí todos cuidan muy bien los equipos de la casa y los del patio. Este equipo es más pequeño que un teléfono, yo diría que es la mitad del tamaño. ¿Y si era de Daniel? Quizás contenga información importante, o quizás, solo algo que quería decirme, pero sea lo que sea, necesito saber lo que contiene este aparatito.

Sé que dolerá lo que sea que esta cosa contiene, pero necesito saberlo. Trato de encender el aparato y no lo consigo, solo se ve esa luz roja intermitente. ¡Qué fastidio! Sé de alguien que quizás lo consiga arreglar, pero ahora debe de estar dormido, solo me queda esperar hasta mañana...

Regreso a mi cuarto, pongo agua en un jarrón y deposito la rosa allí. Luego, me meto en la cama, pero no consigo dormir. Me quedo despierta toda la noche, hasta que llega un nuevo día.

Les doy el desayuno a los niños y los dejo al cuidado de sus tías. Rosario no parecía muy convencida de que yo desenterrara lo que sea que está cautivo en ese aparatito, pero creo que me vio demasiado decidida a hacerlo.

Voy corriendo hasta donde están los hombres resolviendo asuntos de seguridad y espero a que Dóriga esté solo porque no quiero que Chava, por protegerme del dolor, quiera interferir.

—Dóriga—le digo algo tímida y jugando con mis dedos—mira esto—le muestro el aparato—creo que está dañado, ¿me puedes ayudar a rescatar lo que contiene?

—Esto está muy descuidado—me dice al tomarlo en sus manos—¿es importante?

—Creo que sí—le digo alzando mis hombros, bastante nerviosa—lo encontré ayer en el patio, junto a una rosa y parece que era de Daniel porque es del color de mis ojos y a él le gustaba hacerme regalos de ese color. La rosa no se marchitó, pero bueno, ese no es el punto.

—Esto parece ser una especia de GPS, pero según veo, tiene una configuración especial para recuperar la información guardada. Es algo totalmente nuevo.

Vamos a la oficina y Dóriga intenta conectarlo a la computadora, pero veo que no puede.

—No se puede—me dice apenado—tengo que llamar a un especialista.

—No entiendo, Dóriga—le digo confundida.

—El aparato está dañado y no se puede arreglar, pero tiene un sistema de backup que guarda la última ubicación que registró.

—¿Qué crees que sea esa ubicación?

—Probablemente, el lugar en donde...

Se queda callado y posa sus ojos llenos de lástima en mi. En ese momento lo sé: soy capaz de adivinar lo que él iba a decir, y evitó hacerlo para no lastimarme.

—¿Donde lo mataron?—pregunto con la voz rota y con mis ojos inundados.

—Perdóname, Chentita—me dice apenado—no me di cuenta de lo que dije.

—No, tranquilo—digo secando mis lágrimas—yo estoy consiente de la realidad, con quienes hay que tener tacto, es con los niños.

—Sí, lo sé—me dice poniendo sus manos en mi hombro—voy a tratar de resolverte este asunto cuanto antes.

—Gracias.

Le doy un abrazo y me dirijo hacia dónde están mis hijos, pero antes de llegar, me veo obligada a hacer una parada en el baño. Me encierro en el mismo y me miro en el espejo.

Veo a una mujer derrotada, peor que aún sigue en pie. Estoy rota, lo sé, y esta vida se va encargado de darme más dolores que alegrías, de hecho, siempre me quita lo que me hace feliz.

Perdí a Daniel, sí, y no pude hacer nada para evitarlo, pero eso no sucederá con mis hijos...

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now