Capítulo 53

60 5 0
                                    

Vicenta:
Este par están empezando a hablar de más y yo me siento incómoda, pero a la vez, es bueno que se conozcan y espero que algún día se lleven bien, al menos, porque yo sé que es mucho pedir que sean amigos.

—Vicenta me contó—le dice Stefan—yo sé muchas cosas de ti por ella.

—Ya—dice Daniel algo incómodo—sí, me imagino.

—Pues es que ella, antes de ser cualquier cosa, es mi mejor amiga—le explica Stefan—tampoco somos perfectos, lo digo por su carácter.

—Si, es verdad—intervengo, tratando de cambiar el tema de conversación—hay días que ni yo misma me soporto, pero bueno ya. Mejor comamos que se enfría la comida.

—¡Como usted diga, mi patrona!—me dice Daniel con un tono pícaro en su voz.

—Me voy a darle de comer a Viki—le digo mirándolo molesta, dejándole saber que no me hizo gracia su comentario.

Pasamos el resto del día bien y luego, como siempre, Daniel se lleva a Vicky, mientras que Stefan y yo nos vamos a la casa.

24 horas después...

Ya me bañé y estoy sentada en la cama, mientras Stefan se baña. Empiezo a echarle cabeza a lo que siento y llego a la conclusión de que Daniel es como una adición para mí: muy fácil de recaer, y casi imposible de dejar. Cada día se me hace más difícil la convivencia, y cada día, la culpa me tortura más.

—Chenta—escuchó una voz lejana que pronuncia mi nombre, no logro distinguir de quién.

Seguramente es mi torpe corazón que quiere que le haga caso, pero lo que me dice es muy irracional. Es muy sencillo de hacer, pero lastimaría a demasiadas personas y todo ¿para qué? ¿Qué pasa si Daniel se vuelve a ir? Habré dejado la estabilidad que me ofrece a Stefan por una montaña rusa de emociones.

—¡Vicenta!—me dice la voz de Stefan, sacándome de mis pensamientos.

—Eh...este... dime—respondo nerviosa por obvias razones.

—¿Que te pasa?—me pregunta confundido—Estas distraída.

—No te preocupes—le digo sin mirarlo—no es nada, solo estoy pensando en Viki.

—Te creo que quieres a Viki, pero esa no es tu forma de pensar en ella—me dice serio.

Las mentiras tienen patas cortas, Vicenta, tú, mejor que nadie, deberías saber eso.

—¿Y tu como sabes?—trato de disimular—Puede ser una nueva forma de pensar en ella, nunca había estado lejos de ella tanto tiempo.

—Te conozco y sé que estás pensando en otra cosa. Recuerda que te conozco desde hace diez años.

—Me ganaste—le digo, respirando profundo e inventando otra mentira piadosa—sí estoy pensando en otra cosa, y es en mi México.

—Mírame a los ojos—me dice tomando mi mentón y haciendo posar mi mirada en sus ojos verdes—Me estás mintiendo, se te ve en los azulotes.

—No es cierto—le digo con mi voz quebrada, mientras derramo dos lagrimas y supongo que con esto, me acabó de descubrir.

—Piensas en Daniel ¿cierto?—me pregunta con voz calmada, pero al mismo tiempo, dolida.

—No—digo nerviosa—este... para nada, él es solo un bonito recuerdo.

—¿Ah si? Y entonces ¿por qué me dijiste el otro día que estabas confundida?—arquea una ceja.

—O sea, sí, lo dije, pero ya no sé. No sé ni qué quiero para mi vida—aparto mi mirada—si quiero volver a ser Vicenta Acero, la Coyote, o mamá.

—No te contengas—me dice y lo escucho tomar una profunda inhalación—por favor, dime la verdad.

—¡Es que no lo sé!—le digo desesperada—No quiero perder lo que he construido contigo hasta ahora, pero... es que ahora hay un sentimiento que quiere regresar, pero al mismo tiempo otro se lo impide, y mi mente que contradice a mi corazón. me siento como neutral; en el medio pues sin saber para qué lado ir.

—¿Te estás volviendo a enamorar de Daniel?—me pregunta, pero para mí sorpresa, veo que esto no le sorprende.

—Siento algo raro por él—le digo, siendo totalmente sincera, porque ya no puedo más, mis propias mentiras me están ahogando—como una mezcla entre amor, nostalgia y miedo.

—Te entiendo—me dice dejando caer una lágrima que rompe mi corazón en dos—tienes miedo por tu hija, por ti y por regresar a la vida que tenías antes, regresar a ser perseguidos por los narcos. De cierta forma, te he podido proteger aquí en USA, pero al mismo tiempo, lo estás empezando a querer de nuevo a él. Tú sabes en tu mente que eso es demasiado peligroso, pero a la vez, es inevitable porque uno no manda en los sentimientos, y al mismo tiempo, no quieres romperme el corazón a mí.

Me quedo en shook porque todo lo que acaba de describir, es justamente lo que siento y pienso en estos momentos.

—¿Cómo lo sabes? ¿Lees la mente o que?—pregunto confundida porque desde que Daniel regresó a nuestras vidas, he tratado de ocultar mis sentimientos con todas mis fuerzas.

Ya veo que hice un pésimo trabajo.

—Con la cotidianidad uno aprende a conocerte—me dice sonriendo—eso es algo que aprendí día a día.

—Pues es que no te quiero hacer daño—le digo dejando salir mis lágrimas y tomando sus manos—tú has sido maravilloso conmigo y no quiero pagarte así. A pesar de todo, no puedo.

—A mí me dolería más que tu no fueras feliz.

—Tú me has dado tanto y ¿yo te hago esto? ¡No!—le digo negándome rotundamente a escuchar lo que dice mi trastornado corazón.

—Nadie manda en el corazón, Vicenta, tú y yo lo sabemos—me dice serio.

Pues yo mandaré en el mío. ¿Qué tonterías piensas, Vicenta?

—Es verdad—respondo avergonzada de mis sentimientos—pero no quisiera hacerte esto. No sabes cuánto quisiera amarte a ti, o agarrar tus sentimientos y que esto no te duela.

—No te preocupes por mí—me dice regalándome una adolorida, pero pasiva sonrisa.

—¡No! ¡No soporto hacerte daño!—le digo y lo abrazo.

—Pero yo te lo hago a ti al obligarte a sonreír para que no me de cuenta de lo que sientes, pero tú lo amas a él y no a mí, y lo peor es que él cree que tú me amas a mí y estamos sufriendo los tres.

—¿Te diste cuenta?

—Es imposible no darse cuenta, parece un alma en pena y tú, casi que también.

—Pobre de él, todo esto le duele un chingo y yo me siento de lo peor pues porque todas las personas que amo están sufriendo por mi culpa.

—No digas eso—me dice limpiando las lágrimas que bajan por mi rostro.

—¡Es la verdad!

—Hey, ¡mírame!—me dice acunando mi rostro y llamando mi atención, haciendo que lo mire a los ojos—se ve a kilómetros que él te ama. Yo sé que aún no te supera porque ese wey me quería matar con la mirada el día que lo conocí. Él ha recibido unos madrazos bien fuertes de la vida y yo, en parte, me siento culpable por eso pues le quité parte de su vida, por no decir que su vida entera y esa vida, son Vicky y tú.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now