Capítulo 112

60 3 0
                                    

Daniel:
Estoy despierto, pero me da miedo abrir mis ojos. Me aterra que todo esto sea un sueño y despertar de nuevo en esa caseta, amarrado, sin saber qué golpe me tocará en el día. Siento un suave beso en mi mejilla y reconozco esos labios, unos labios que siempre me han hecho sentir mejor. Abro mis ojos y la veo: Vicenta. Está acariciando mi rostro y me mira con una dulce sonrisa.

—Buenos días, mi dormilón—deja otro beso en mi mejilla.

—Buenos días, amor—le digo y beso sus labios.

Dios, ¡cuánto la extrañaba!

—Vamos a hacerte esos exámenes hoy—me dice seria—tenemos que saber lo antes posible si es que tienes algo grave, para tratarlo y que puedas llevar una vida normal, por lo menos, en este sentido.

—Sí.

Nos levantamos y nos preparamos. Vicenta amamanta a nuestro bebé, mientras yo le doy el desayuno a Vicky. Una vez terminamos, nos dirigimos hacia la sala, en donde están Andrea, y Rosario.

—Yo voy al baño un segundo—comento.

—No te tardes, amor—me dice mi mujer.

—Vuelvo enseguida.

Vicenta:
Veo como se dirige hacia el baño, y una vez lo veo desaparecer, Rosario y Andy explotan a reír. ¿Qué es tan gracioso?

—¿Tengo monos en la cara?—pregunto, algo desconcertada.

—Lo que tienes es cara de que te dieron el sexo de tu vida a noche—me dice Rosario—se te nota cuando caminas.

Yo empiezo a reírme, y es que sí, Daniel sí se sabe mover, y a demás, nos extrañábamos demasiado, lo cual hizo que lo de a noche fuera mágico, y demasiado intenso.

—Te dejaron coja otra vez—me dice Andy, pero nota que algo me preocupa—¿algo va mal, Chenta?

—Lo que vivió Daniel encerrado fue muy cabrón—les digo, y siento un pinchazo en el pelo—le daban drogas y hacían con él lo mismo que Romero me hacía a mí.

—¿Te dijo quiénes?—me preguntan Andy.

—Indira Cárdenas—digo, con odio—aunque él decidió ser fuerte, y enfrentó su miedo de una. Ahora me doy cuenta de que yo fui una cobarde.

—Es algo diferente, a él no lo penetraron, y a ti sí. Te destrozaron por dentro, y te golpearon muchas veces.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al recordar aquellas atrocidades que viví a manos de Romero, me abrazo a mí misma, mientras una lágrima rueda por mi mejilla.

—Igual, me duele lo que le pasó—digo, con mi voz rota—ahora vamos a una clínica porque tiene miedo de haber contraído algún tipo de enfermedad.

—¿Y si da positivo a alguna de esas enfermedades?—me pregunta Chayo.

—No lo pienso dejar solo—digo, muy segura—No saben cuantas veces deseé tenerlo conmigo, que volviera como fuera, no me importaba, con tal de poder abrazarlo.

—Un momento—me dice Andrea—me dices que él cree que tiene alguna enfermedad, ¿y aún así tuvieron sexo a noche?

—Nos cuidamos—confieso—usamos condón.

—Sabes que hay enfermedades que se transmiten por la saliva—dice Chayo.

—Yo no lo voy a dejar solo en esto—les repito—como si tengo que someterme a tratamientos junto a él porque los dos tenemos la misma chingadera, no lo voy a dejar solo. Lo amo, y lo acepto con todo. ¿Acaso tú dejarías a Stefan? ¿O tú dejarías a Chava? Pónganse en mis zapatos, y díganme qué harían.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora