Capítulo 16

123 9 0
                                    

Dos meses después...

Daniel:
Los ataques de mi mamá se han vuelto demasiado frecuentes, casi diarios. Menciona mucho a mi hermana y muchas veces, confunde a Vicenta con ella. Mi mujer ha sido muy paciente con mi madre, y sé que ellas se quieren mucho, pero ayer vino a verla un médico y habló conmigo a solas. Me dijo algo que se quedó retumbando en mi cabeza: "Necesita cuidados especiales que solo puede recibir en los Estados Unidos, dado que su Alzheimer no es cualquiera, es basado en dos situaciones traumáticas". También me dijo que le haría bien regresar a su antigua casa para mantenerse conectada con los recuerdos. Me habló de un tratamiento novedoso que puede atrasar el avance de la enfermedad y hasta combatir los ataques de locura, pero solo puedo encontrarlos en los Estados Unidos. El único problema es que, con mis antecedentes, no me aceptarán en ningún trabajo y si regreso a El Paso, me van a vigilar de cerca para atrapar a Vicenta y no voy a permitir que la vuelvan a encerrar por mi culpa.

—¿Te pasa algo amor?—me pregunta Vicenta con un dulce tono de voz, sacándome de mis pensamientos.

—No—respondo nervioso—no es nada.

—A ver, gringo—me dice firme—desde ayer andas todo raro y no me has querido decir por qué.

—Es que no sé qué hacer—resoplo frustrado—mi mamá está cada vez peor y necesita un tratamiento especial que solo puede recibir en Estados Unidos, tendría que llevármela para El Paso, pero entonces me van a tener vigilado, al menos, mi casa y si te ven allí, te van a llevar presa. Sabes lo mucho que amo a mi mamá, amaste a la tuya de la misma forma—mi voz se empieza a quebrar— y no puedo perderla. Tengo mucho miedo de que se me muera.

—A ver, gringo, tu mamá no se nos va a morir, eso te lo juro—me dice con mucha fuerza en su mirada.

—No, no lo entiendes, tengo que salvarla a ella y te tengo que salvar a ti. No quiero que te encierren por mi culpa.

A este punto, ya estoy llorando de impotencia, de rabia, de frustración, de dolor, ¿por qué le pasan cosas malas a la gente buena?

—Voy a tener que dejarlo todo—le digo con los ojos cerrados y apretando los dientes, mientras ruego al cielo porque ella no me insista en que me quede.

Cuando se trata de ella, no soy tan fuerte como podría parecer...

—¿Todo?—me pregunta confundida—No entiendo, gringo, ¡explícate pues!

—¿Recuerdas la oferta del ICE?

—Sí—me regala una sonrisa melancólica—¿cómo olvidarlo si lo dejaste todo por nuestro amor?—lleva su mano derecha hasta el lado izquierdo de su pecho—y eso lo tengo bien guardado aquí adentro, pero...

—Pues ya no podrá quedarse guardado—le digo con un nudo en la garganta y rompiéndome en dos—mi mamá está cada vez peor y necesita tratamiento en El Paso, y necesito mantenerla de algún modo, a demás de que ICE me va a estar vigilando que me gane el dinero legalmente, más que con mis antecedentes, no me darán trabajo en ningún otro lugar.

Vicenta:
Le está dando demasiadas vueltas al asunto y creo que ya sé lo que me quiere decir en sí.

—Quieres regresar al ICE, ¿cierto?—le pregunto apretando mis dientes y cerrando mis puños, con el corazón roto, ya que esto implicaría separarnos.

—Sí, aunque me harás demasiada falta—me dice con su voz quebrada—¿por qué le vida me pone a elegir entre las dos mujeres que más amo?

—Porque es injusta—le digo tomando sus manos y cerrando mis ojos para ocultar mis lágrimas.

—El tratamiento es temporal, es un año y medio y una vez lo termine, volveremos a vivir juntos.

—Hablas como si está decisión no implicara separarnos—le digo desconcertada.

—Por años has burlado a la migra con tus disfraces e identidades falsas, puedes hacerlo ahora y vernos en hoteles hasta que la cosa se calme, entonces te llevaré a mi casa con la identidad que prefieras.

—¿Me estás proponiendo volver a ser tu amante a escondidas por un tiempo, para luego vivir juntos y escondidos por otro tiempo, para luego volver aquí?

—Es exactamente lo que te dije. En un año y medio estaremos de regreso aquí.

—¿Cuándo te vas? ¿Cuándo y dónde nos veremos?

—¿Eso quiere decir que sí?—me pregunta emocionado.

—Por amor estamos aquí y ahora—le digo regalándole una melancólica sonrisa—¿qué no se hace por amor?

—Gracias por entender—me dice luego de darme un beso en mi mejilla y veo como dos lagrimas bajan por su rostro.

—Ni lo digas, te entiendo perfectamente—le digo siendo sincera—Te tienes que ir—siento como pequeñas gotitas saladas se escapan de mis ojos—Yo no me voy a perdonar que tu mamá se muera o le pase algo por yo ser egoísta y no dejarte ir. Tú eres un buen hijo y lo que vas a hacer, es lo mejor para tu mamacita. Si hubiera sido mi jefa, yo hubiera hecho lo mismo que tú—pego mi frente a la suya, mientras acuñó su rostro con mis manos, limpiando así sus lágrimas y le digo con mi voz quebrada—Ya no llores porque nos vamos a volver a ver, ¿verdad?

—Sí, yo no pienso perderte—me dice firme.

—Pero debemos ser prudentes, lo mejor será que nos veamos una vez cada dos semanas en un hotel. Yo hago la reservación y tú vas de visitante, ¿estamos?

—Estamos—me dice resignado.

Al menos, vernos una vez cada dos semanas, es mejor que no volvernos a ver nunca jamás. Solo me pregunto si alguna vez lograremos tener una vida tranquila, si lograremos cumplir nuestras metas sin que alguien nos esté diciendo que hacer o cómo comportarnos.

—Tierra llamando a Vicenta—me dice Daniel, dejando un sutil beso en mi cuello—¿en qué pensabas, mi amor?

—En que aún no te has ido, y ya te extraño. Voy a extrañar tenerte conmigo todo el tiempo y dormir abrazados, que casi todas las noches echemos fuego en nuestra cama, tus buenos días, tus detalles, tu presencia—suspiro y cierro mis ojos—¿cuando te vas?

—Mañana—me dice sin mirarme.

—Está bien—le digo cerrando mis ojos—esta noche quiero fingir que nada de esto está pasando, que no te vas, que no nos vamos a ver tan poquito, y que absolutamente todas las desgracias de esta pinche vida nunca ocurrieron—entonces abro mis ojos y respiro—quiero que esta noche me hagas olvidar hasta mi nombre y mi apellido—lo tomo por la nuca y acerco mis labios a su boca, esperando que sea él quien tome la iniciativa.

—Tus deseos son órdenes, amor—me dice y empieza a besarme de una forma celestial, como siempre me besa.

Aunque esta vez, siento algo distinto en nuestro beso, lo siento más intenso, como si me quisiera dar todo de él y más. Mi corazón late con fuerza esta noche, y mi respiración está demasiado agitada.

—¿Quieres que vaya más despacio?—me dice sofocado.

—Quiero que aceleres al máximo, Daniel Philips—le digo de la misma forma—no me dejes respirar, mucho menos pensar.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now