Capítulo 100

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Daniel:
―Quiero lo que solo me diste una vez y que nunca más me volviste a dar—me dice Indira.

―No estoy para adivinanzas―le digo con odio en mi mirada.

―Quiero tu amor, Daniel―me dice cínicamente―por eso hice todo lo que hice y por eso terminé siendo prófuga, porque yo sé que fueron tu mujercita y tú los que entregaron esas pruebas.

―No sé de qué me hablas.

―¡LO SABES PERFECTAMENTE, IMBÉCIL! ―me grita agarrando mi rostro y colocándolo muy cerca del mío, sin que yo pueda evitarlo―Ahora le vas a poner los cuernos quieras o no.

―¡ESTÁS LOCA! Seguro que Vicenta ya les dijo a los Acero y seguro que en cualquier momento vienen por mí―le grito, sin dudar un segundo de mi mujer.

―A estas alturas, tu vieja debe creer que te estamos enterrando en una fosa común, o que te dimos de comer a los coyotes―me dice entre carcajadas burlonas.

―Vicenta no es tonta, no se tragará el cuento tan fácilmente.

―Ella te vio morir.

―¿De qué estás hablando, pinche loca? ―pregunto desconcertado.

¿Cómo es que mi mujer me vio morir si yo estoy vivo? No tiene sentido, pero bueno, nada de lo que dice y hace esta enferma mental lo tiene.

―Pues es que el Indio te dio un cóctel de drogas―me dice con todo el cinismo del mundo―y luego te disparó con balas de salva, grabó el show que por cierto, parecía muy real; y se lo mandó a tu mujercita.

―Fuck! Por eso me duele todo el cuerpo.

―Por eso y por la madriza que te pegaron los hombres del Indio.

―¿No que me amas? ―le digo desesperado, tratando de jugar su juego para salir de aquí y de paso, acabar con ella―¡Sácame de aquí entonces!

―¿Tú crees que soy pendeja o qué? Sé que si te saco lo primero que vas a hacer será correr a los brazos de esa perra.

―¡No la llames así! ―le grito molesto―ella tiene más valor en una sola hebra de cabello que tú en todo tu cuerpo.

―¡A esa maldita zorra, la llamo como se me pegue la gana! ―me dice sacando una pistola y apuntándome en la frente.

―¿Me vas a matar? ―pregunto harto de que esta desquiciada me amargue la vida.

―No―me dice y pone la pistola en una cómoda―hay otros planes para ti. El Indio quiere que sufras por no poder estar con tu mujer y por no poder ver crecer a tu hija, y me prometió que me dejaba venir a divertirme cuando se me antoje.

Indira intenta besarme, pero yo le viro la cara para que no pueda hacerlo. Entonces, ella se desnuda frente a mí, ¿qué quiere? ¿sexo? Si ella no me levanta ni un mal pensamiento. Yo estoy sin camisa, e Indira desabrocha y baja mis pantalones y mis boxer, pero nada sucede.

Como dije antes, no me levanta ni un mal pensamiento.

Se pone encima de mí y empieza a frotar su cuerpo contra el mío, pero no consigue que mi cuerpo reaccione, porque no logra provocar más que asco en mí.

―¿Qué demonios te pasa? ―me dice con la respiración agitada―¿No tienes sangre en las venas o qué? ¿POR QUÉ CARAJOS NO FUNCIONAS?

―Porque lo único que me provocas es ASCO―le digo sintiendo náuseas.

―Antes te excitaba.

―Pues ahora, solo hay una mujer que me lo levanta, y no tengo que decirte quién es.

Ella se levanta de la cama y me tira una sábana por encima. La veo desaparecer por la puerta y pienso: ojalá no vuelva.

Debo pensar en la forma de salir de aquí. Si es cierto que Vicenta piensa que morí, ahora mismo debe de estar sufriendo mucho y eso me rompe el corazón. Vicky le tocó vivir un ano creyendo que su mamá estaba muerta, no se merece sufrir también la pérdida de su padre.

Un día saldré de aquí y las abrazaré de nuevo, lo juro.

Vicenta:

Escucho muchas voces en mi cabeza, todas hablando a la vez. Poco a poco se van aclarando los sonidos, pero no tengo fuerzas para abrir los ojos.

―¿Cómo está mi amiga doctor? ―pregunta la voz de Rosario y suena bastante preocupada―ella acaba de vivir algo muy fuerte, mataron al hombre con quien ella se iba a casar.

¿QUÉ? No,no,no,no,no,no,no,no,no,no,no.
¡Esto no puede ser cierto! ¿Daniel muerto? No, esto debe ser un mal sueño. ¡Sí! Eso es, una pesadilla.

―No es nada malo lo que tiene―dice una voz masculina, la del doctor, asumo―de hecho, creo que es un regalo que le dejó ese hombre.

No consigo entender bien lo que ese señor dijo, lo que sí consigo hacer, es despertar. AL hacerlo, restriego mis ojos y me doy un pequeño pellizco en el brazo para despertar de esta pesadilla.

―¿Qué pasó pues? ―pregunto sin mirarlos, con la esperanza de recibir buenas noticias.

―Te desmayaste―me dice Chayo y me mira con lástima―cuando te enteras de de...

Ella no es capaz de decírmelo, pero yo adivino lo que completaría su frase: Daniel murió, y con él, se murió mi vida. Mi corazón se quiebra como un cristal y siento un enorme deseo de morir para por fin reunirme con mi amor perdido en un lugar en donde ya nadie nos pueda separar.

―¡Pinche vida canija! ―grito llena de rabia, mientras las lágrimas empapan mi rostro y pego un golpe en la cama con mi puno.

Traigo puesto un vestido blanco, el que se supone que debería usar en el día más feliz de mi vida, un día manchado de sangre por una maldición, un día vestido de luto por la muerte de uno de los seres más amados

―Señora Acero―me dice el médico―tenemos que hablar de su condición.

Una parte de mí quiere morir, es verdad, pero estoy consciente de que debo seguir de pie, debo seguir viva porque mi hija ya perdió a su padre y no puedo quitarle a su madre también. Vicky será mi fuerza de ahora en adelante, y yo seré la de ella.

―Y ahora ¿qué pasa? ―pregunto.

―No es nada malo, tranquila―me dice el médico con una sonrisa―usted lo que tiene es que está embarazada.

―¿E... em... embarazada? ―tartamudeo.

¿Cómo puedo estar embarazada si hace muy poco tiempo que había retomado mi vida íntima y el doctor había dicho que me iba a costar un poco quedar embarazada? ¡Condenado Daniel! Tenías que tener buena puntería ¿Por qué ahora? Otro angelito más que crecerá sin su padre y no es justo, porque Daniel sí quería tener hijos. Siempre me habló de tener una gran familia, de tener muchos hijos, unos hijos a los que no verá crecer porque un desgraciado le quitó la vida.

―Sí, tiene un mes de embarazo―me informa el doctor―¿es madre primeriza?

―No―respondo en shook―tengo otra hija.

―Ah, pues entonces conoce bien el protocolo: debe alimentarse bien y hacer reposo. Los primeros tres meses son los más riesgosos.

―Pierda cuidado, mi doc―le digo adquiriendo fuerzas―a este niño, lo voy a cuidar con mi vida.

El doctor se va y yo empiezo a pensar en lo que va a ser mi vida a partir de ahora. Acaricio mi vientre y siento algo de paz al saber que ahí dentro hay otro hijo de Daniel. Espero que sea un varoncito para ya tener la parejita, pero si es otra pequeña, no me molestaría.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang