Capítulo 51

66 6 1
                                    

Vicenta:
—Es cierto, ahora existes y Eres alguien muy especial—me dice Daniel.

Aquí vino otra indirecta...

—Más o menos, pero el espíritu no lo pierdo. Sigo ayudando a mis paisanos, aunque yo no los cruce personalmente. Mi Chavita se encarga de eso y yo los apoyo con mi conocimiento del desierto.

—¿Acabas de confesarme que sigues haciendo cosas ilegales?—bromea para romper la tensión del momento, y debo decir que lo ha logrado.

—¡Como si no me conocieras hombre! A mí no se me olvida todo lo que pasan mis compatriotas en México. A demás, tú lo sabes hace rato, uno nunca deja de ser coyote o ¿es que ya estás más migra mijo?

—Tranquila—me dice riéndose—Yo ya lo sabía, siempre lo supe. Te conozco, Vicenta ¡que no se te olvide!

—Si ya sabes que voy a seguir haciendo lo mismo, entonces ¿pa qué me preguntas, mijo?

—¿Mijo?—me pregunta y lo veo sonreír por el retrovisor.

—¿Cómo quieres que te diga, migra?—pregunto, dedicándole una pequeña carcajada.

—¿Migra? Umm—hace un gesto gracioso con su rostro—Me gusta más Danny, o güerito—me guiña el ojo por el retrovisor.

Esto ya se está volviendo peligroso.

—¡Ash!—suspiro y desvió mi mirada para no verlo—tú y tus cosas. Oye—le cambio el tema—¿no llegas tarde a tu trabajo? ¿De verdad?

—Sí, pero Sánchez me cubre.

—Sánchez... hace mucho tiempo que no lo veo.

—¿Cuánto tiempo?—me pregunta y la curiosidad sobresale de su voz.

—La última vez que lo vi fue cuando me me fui para Colorado. Él fue quien nos atendió en la garita. Stefan y yo le dijimos que veníamos solo dos meses, a pasar unas vacaciones pues, de hecho hasta, yo creía que venía solo por ese tiempo, pero uno nunca sabe cuando la vida le va a cambiar los planes.

—¿Cambiar los planes?—me dice y ahora sí, con casi toda su atención en mí, y el resto, en el volante—¿cómo así?

¡Mierda! Yo y mi bocota. Justo cuando había logrado librarme de sus indirectas, digo algo que hace que la conversación recaiga en el pasado.

—Pues porque era lo mejor para la seguridad de la bebé—le explico mientras respiro profundo. Ya perdí la cuenta de las veces que lo he hecho—y después de unos meses, me dieron residencia permanente. Tú sabes que eso no me importa, pero era lo mejor para mi hija.

—¿Me estás diciendo que la boda fue por conveniencia?—pregunta con una sonrisa.

—Ya te lo había dicho, Daniel—le digo seria—así como también te dije que después pasó lo que ni él, ni yo, creíamos que pasaría.

Lamento haber borrado la sonrisa de su rostro, pero debe entender la realidad, si para eso, tengo que repetírsela mil veces, lo voy a hacer. No hay vuelta atrás con lo nuestro, Philips.

—¿Y tu hermano?—me pregunta, saliendo completamente del tema de Stefan, ¡menos mal!—porque no hay registros de que hayas cruzado a México.

—¿Se te olvida que soy coyote?—le digo regalándole una sonrisa—Los años pasan, pero el desierto no se olvida. Esa es la clave, y siempre lo será pa que la frontera deje de separar familias.

Daniel:
Tienes la clave, pero dejaste que nos separaran a nosotros.

—¿Por qué no hacerlo de forma legal?—le digo, omitiendo completamente lo que realmente pensé.

—Quería evitar pasar por el ICE—me dice desviando su mirada.

—¿Por miedo a encontrarte conmigo?

—De cierta forma, sí. A demás, el Indio o Romero me podían encontrar pues el tiene infiltrados, para evitar volver a ver a Indira, a quien no le caigo muy bien y después de la forma en que me arrebató a Vicky, la odio con todo mi ser, y para que mi nombre sea olvidado por allá.

—¿Querías que el ICE te olvidara o que yo te olvidara?

—Las dos cosas. Era lo mejor para ti, para tu mamá—me dice y noto que su voz se debilita—tenemos que pensar en los demás, no podemos atropellarlos así como si nada.

Entonces, llegamos a su casa y yo aparco mi camioneta en una esquina de la calle. Ella se baja rápidamente, como huyendo de mí y su actitud, más lo último que me dijo, me deja saber que aún siente algo por mí. ¡Eso era todo lo que necesitaba saber! Porque si aún siente algo, aunque sea pequeñito, puedo luchar por hacerlo crecer, hasta que se de cuenta de que yo soy el hombre de su vida, y ella es la mujer de la mía.

Vicenta:
Voy acercándome a la puerta de mi casa, mientras saco las llaves de mi cartera. Stefan no llega del trabajo hasta dentro de una hora, así que hasta entonces, estoy sola.

—¿Por qué solo un recuerdo—me pregunta Daniel, agarrándome del brazo y haciéndome quedar muy cerca de su rostro—cuando puede ser el presente?

Por un momento, un impulso tonto se apodera de mí, pero gracias al cielo, mi cerebro recupera el control a tiempo y me suelto del agarre de Daniel. Entonces, me quito mi anillo de matrimonio y se lo muestro.

—Mira, Daniel—le digo, mientras una lagrima corre por una de mis mejillas—yo respeto esto. No le voy a dar sufrimiento a alguien que solo me ha dado amor. No lo hice antes, cuando estaba segura, y no lo voy a hacer ahora que estoy tan confundida.

—Chenta, yo se que estas confundida por todo esto—me dice acercándose a mí. Yo intento caminar hacia atrás, pero choco con la puerta, aún cerrada—y perdón por ser egoísta, después de vivir un infierno por más de dos años, por tratar de priorizar a todos, antes que a mí, pero no soporto ver al amor de mi vida con otra persona, y más aún si veo que esa persona me reemplazo a mí en parte de mi vida: contigo, y con mi hija.

Sé que se siente mal, que está pasando por mucho dolor callado y lo siento, pero no puedo pensar en mí, antes que en los que han visto por mí.

—Te extraño—me dice con lágrimas en sus ojos—estos años han sido muy duros y mi único consuelo es que mi mamá ha mejorado bastante.

Logro soltarme de su agarre, saliendo por un costado y termino de sacar mis llaves. No quiero escuchar a mi corazón, me dice cosas que no tienen sentido, me pide que luche por imposibles, y que lastime a inocentes. No lo haré.

—Pues justamente por tu mamá—le digo, llenándome de valor para hablar—es que tienes que dejarme ir.

—Pero ¿tú aun sientes algo por mí?

—No sigas, Daniel—le digo con la voz rota—por favor, déjame ir.

—Te amo—me dice con sus ojos cerrados y pegando nuestras frentes.

—Vete—le digo soltándome de él y yendo rápidamente a abrir la puerta de mi casa.

Lo hago y entro, dejándolo como paralizado. Miro por la ventana y veo que tarda unos dos minutos en reaccionar, pero lo hace y vuelve a su camioneta. Lo observo desaparecer por la calle y me quedo con un dolor en mi pecho.

Vicky, hijita, te necesito, mi amor, tú eres mi fuerza y sin ti, soy demasiado débil.

Lo que el Desierto Unió [Señora Acero: La Coyote]Where stories live. Discover now