"El Anillo del Rey"

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- "No entiendo
mamá" le dijiste siendo muy chica.

- "Que cosa Belén? Es un cuentito hija, y ya te lo conté muuuuchas veces. No hay mucho que entender" con mucha ternura y menos paciencia.

- "Por qué se fue del baile corriendo?" Ciertamente era inentendible.

-"Porque a las 00.00 se rompería el hechizo y ella volvería a ser la de antes". Doy fe que ya te lo había explicado decenas de veces.

-"Entonces mientras estuvo en el baile era otra?" Insistías vos, haciéndote la tonta. Yo, por aburrimiento, abandonaba el debate.

-"No, Belén. Bah, era la misma pero no lo parecía. Estaba diferente, tenía otra ropa, parecía una verdadera princesa. O no te acordás?!"

-" Ves? Por eso no entiendo. ¿Por qué ella no quería que la conocieran como realmente era? ¿Porque no era princesa y prefería andar mintiendo como si fuera otra persona ?"

-"Es un cuento Belén, ya cortala. Es un cuento y no se puede cambiar. El vestidito de princesa le quedaba hermoso a la chica y ella estaba muy contenta. Punto" te decía mamá con un dejo de sarcasmo por lo absurdo del libro.

Desde ese día a mamá le quedó claro que debía tener mucho cuidado con todo lo que se decía y leía. Era evidente que hasta el más inocente cuento infantil podía disparar en su hija menor  un interminable análisis sociocultural que dejaría al descubierto las verdaderas intenciones de la literatura para los más pequeños. Así que el episodio fue inspiración suficiente para que ella, que durante años había preparado en forma particular alumnos en "Lengua y Literatura", se esmerara aún más a la hora de elegirnos qué leer. Lo que sí había hecho muy  bien era enseñarnos a pensar y en tu caso estaba a la vista con un éxito rotundo dado que muchos cuentos te quedaban cortos de coherencia y cordura desde temprana edad mientras que a mí me parecían obras románticamente magistrales y aún peor, posibles.

Pero hubo un cuento que en cuanto nos lo trajo a las manos, lo llevamos a nuestra realidad y allí se quedaría por siempre,"El Anillo del Rey". Su mensaje, siempre presente. Cuando algo desagradable finalmente terminaba, desde un remedio a un exámen, recordábamos el mensaje. Y cuando algo memorable también pasaba a ser sólo un recuerdo, como una inolvidable tarde en un parque acuático o una atardecer de película en la playa, también evocábamos en voz baja la una para la otra, el mensaje que el rey llevaba enrollado en un pedacito de papel dentro de su anillo: "Esto también pasará". Nosotras simplemente sonreíamos levantando los hombros como si lo hubiésemos entendido todo.

Tantas veces nos habíamos repetido la frase que llegamos a no necesitar pronunciarla. Bastaba una mirada y una levantada de cejas para que la otra entendiera el corolario. Venía a nuestras mentes mientras estudiábamos, hartas de la rutina de cursar, comer, leer, subrayar, resumir, bañarse y dormir lo que sobraba de tiempo. Nos la dijimos al graduarnos, mientras disfrutábamos el momento. Me la recordaste acariciándome la cabeza mientras lloraba tirada en una cama, al mejor estilo novela de media tarde, cuando me dejó ese novio que me rompió el corazón, o al menos el primero. La nombramos en infinidad de dichas y desventuras. Te la susurraba mientras te ayudaba a llevar el suero hasta el baño en las sesiones de quimio. Y la repetí como un himno para mi misma apretando el volante y los dientes al manejar de regreso de las sesiones de rayos mientras vos te adormecías sosteniendo una sonrisa para mí.

Sin embargo su aparición triunfal fue definitivamente cuando terminamos con todo y tu doctor te dijo:

-"Bien hecho Belén, lo lograste. Lo hiciste muy bien. Ahora, a esperar. En unos meses hacemos el primer control".

Salimos eufóricas y como de costumbre, brindamos con café pero ésta vez con lágrimas de sueño cumplido. Así también habíamos transitado esta laboriosa espera, llena de anhelo e ilusión.

"Esto también iba a pasar". Nos dijimos mirándonos a los ojos, apretándonos las manos que finalmente descansaban sobre esa mesita de café, bajo una sombrilla colorada.

Festejamos. Celebramos con respeto, cuidado y esperanza. Celebramos en voz baja, con humildad, con miedo y superstición. Sin notarlo todo volvía a cambiar. No teníamos "deberes" para el día siguiente. No había análisis, extracciones de sangre, sesiones de rayos, quimio o salas de espera. Algo se sentía extraño, ajeno y gradualmente descubrimos que tristemente y por primera vez en muchos, muchos meses no sabíamos qué hacer con el más preciado de los premios, el tiempo.

Ante nuestra propia confusión y desconcierto concluímos que el síndrome sólo era un desperfecto humano más. Desear, anhelar y una vez logrado el anhelo, no saber que hacer con ello. Así que pusimos esmero y sin darnos cuenta, como quien no quiere perder un hábito, comenzamos nuevamente a hacer listas para organizar mejor el disfrute.
Solo después de esta charla descubriríamos que mientras creímos haber estado detenidas en tiempo y espacio, fuera de cualquier posible terrenal realidad, estábamos recibiendo un mensaje que de ninguna otra manera ni momento hubiéramos podido entender.

-"A vos que te parece un viaje? Semana de spa? Fiesta festejo? Reunión con todas las chicas juntas? Vos elegís! "

Me miraste con los ojos empañados. Movías la cabeza  pero no podías hablar.

-"Estas bien? Te duele algo? Contame Bele, que te pasa hermanita? "

Y con voz suave, temblando de emoción, encogiendo los hombros y con un tenue balbuceo, me enseñaste:

-"Es que no necesito nada más"

Te devolví una mirada de paz también sin palabras.

Así, en apariencia sin nada que hacer ni tener, habíamos finalmente encontrado la felicidad. Ahora sabíamos qué hacer y dónde ir.

Volvimos a casa. Apagamos los teléfonos e hicimos un mate. Nos metimos en la cama con chocolate en una mano y control remoto en la otra.
Empezabamos a vivir de verdad.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now