"Cuero Marrón"

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Nos dedicamos unas horas para nosotras. Sauna, pileta, masajes y luego recorrida de shopping. Visitamos tiendas y centros comerciales paso a paso, disfrutando con los sentidos pero ya no mirando con los mismos ojos que antes. Ni zapatos, ni carteras lograban arrancar más que un - "Mirá que lindo, no?" y sin siquiera lograr detenernos. En otro momento nos hubiéramos zambullido esgrimiendo tarjetas de crédito como espadachines y comprando a puro antojo. Pero no. No lográbamos encontrar algo que despertara entusiasmo, esa euforia y embriaguez que sí veíamos en los que nos rodeaban y sonreían llevando una flamante bolsa rectangular en el antebrazo.

Eso mirábamos. A otros y a nosotras. Nosotras también llevábamos el regalo más grande colgado en el doblez de nuestros codos, el mejor cuero marrón, el brazo de la otra. Sin darnos cuenta en cuestión de horas habíamos perdido algo, la identidad con lo cotidiano, con lo que nos mueve habitualmente. Nos tocábamos, nos mirábamos de verdad, nos sonreíamos simplemente por la alegría de estar. Hasta ese simple y espumoso café, con tenue música instrumental se convirtió en uno de los mejores momentos compartidos. Parecía magia pero era la más pura expresión de realidad, la que siempre a cada minuto debió haber sido, debería ser y finalmente era. No era nada y lo era todo. Nos llegaba al alma y nada más importaba.

-"Entonces? que te vas a comprar?" te pregunté.

Y entre lágrimas de añoranza por lo mundano y la alegría de tampoco quererlo, me dijiste

- "Sabés que no sé? No necesito nada." Te agarre la mano, y te dije:

- "Yo tampoco quiero nada más"

-"Pero Pili, no es rara esta sensación?" me preguntaste intrigada y confundida.

-"Sí, qué querés que te diga! No entiendo nada." yo, sin poder decir más.

-"Vos te das cuenta lo que estamos aprendiendo realmente? queriendo corroborar si eras la única.

-"Si Belén, a vivir. " yo, paradógicamente feliz.

-"Pero igual vamos a comprar el móvil, te voy a acompañar a la librería, compro los cuchillos y vamos a los médicos" me dijiste para no explotar de sensibilidad

Compraste tu nuevo teléfono e inmediatamente fuimos hasta un bazar para ver tus anhelados utensilios. Vos indecisa frente a una cristalera, con la mano en la boca, meditando sobre cuál sería la mejor opción. Te debatías entre una sola pieza de acero o con mango artesanal. Aún te esperaban quimioterapia, rayos y operaciones y vos estabas apostando toda tu fé a tus cuchillitos. Con tantas cosas que atender nunca cruzó por tu mente si tendrías fuerzas, ganas o tiempo para usarlos. Ese era tu temple, cuchillo en mano, recordándole a la vida que uno de tus rincones favoritos era tu cocina. Me sonreí. Ahora yo estaba segura. Ese era tu plan y estabas determinada, a vivir, sin dudarlo.

Me acompañaste a mi librería preferida, El Ateneo. La recorrimos por separado, perdiéndonos como en un túnel del tiempo con cada libro que espiábamos. De salida, me preguntaste:

- "Y el cuaderno?" Ya habíamos copilado el primer cuaderno lleno de números, teléfonos , estudios, profesionales y fechas de turnos.

Te miré en descreimiento.

-"No sé" te dije despacio casi pidiendo perdón.

-"Pili, lo único y más importante que tenemos, lo acabas de perder!?" me estabas gritando en la calle justo cuando un asistente de la librería nos alcanzó corriendo con el cuaderno en mano. -"Chicas, casi se olvidan esto".

Las coincidencias no existen, dicen. Al tomar el cuaderno, pude sentir como la expresión en mi rostro cambiaba, se apagaba. Lo volví a mirar, le saqué un poco el polvo a la tapa y confirmé la trampa que yo misma me había tendido. Al menos, por un rato había querido olvidar.

El aliciente de tener el diagnóstico era que se había despejado el qué y por qué de la ecuación, cáncer de cérvix. Sabíamos que donde fuéramos sólo dos serían las opciones de tratamiento, quimio-operación u operación- quimio- rayos. El cómo, no estaba en nuestras manos y todavía no podíamos focalizar en detalles. El dónde, dependería del quién. Si el oncólogo o su equipo fueran de Buenos Aires pues el tratamiento allí se realizaría. Por cuánto ahora lo importante era definir el especialista. Misión clave: elegir quién.

Tuvimos entrevistas con dos profesionales especialistas no sólo altamente reconocidos sino recomendados. Todo muy bien. Todo muy parecido. Cálidos, claros, suaves e informativos. Despachos que inspiraban solvencia. Cuidado y formalidad con el paciente. Explicaciones con imágenes, términos complejos y ninguno severamente explícito. Por momentos el lenguaje parecía hasta un código encriptado por lo difícil, lo cual requería de repeticiones y aclaraciones, para nosotras no obvias. Las precisiones sobre los detalles que despertaban nuestra ansiedad e imaginación eran un tanto evasivas, o ambiguas, sobre todo cuando nos ensañábamos en conocer cuáles serían los malos momentos a esperar. Queríamos saber lo máximo posible y con la mayor exactitud para no ser encontradas desprovistas de armas. El color que tiñó las charlas fue en tonos neutrales y al momento de proclamar quién estaría al mando de la cruzada, las respuestas eran semejantes. Simplemente se hacía referencia a un equipo de profesionales, o participantes colegas, que acompañarían desde sus disciplinas.

- "Y? que te parecieron? yo a vos.

-"Y a vos?" la sobrepregunta ya era una respuesta.

-"Yo que sé. Yo no soy Favaloro pero esto debería sentirse como un rotundo "sí quiero", no?"

-"Si, pero no sé.. Y si con el de Mar del Plata es igual? Qué vamos a hacer?

-" Esperemos. Lleguemos a Mar del Plata y veamos. Estos dos especialistas están entre los mejores del país Bele, pero si no te convencen, buscamos, seguimos averiguando. Cuba, China o Júpiter. Vos tranquila"

-" Ok"

Salimos a la ruta a toda música y calor, cantando como locas, riéndonos de antemano por la Navidad que vendría y llorando de risa mientras recordábamos nuestras últimas reacciones absurdas.

- "Yo la próxima vez, te dejo salir con la pollera y los zapatos al revés" y nos reímos sin entender la tragedia.

Nada es casual. Las conversaciones y los modos tampoco. Regresábamos riéndo y no era azaroso. No eran nervios contenidos. No era negación ni estado de shock. Simplemente necesitábamos algo que nos transportara nuevamente a lo normal, a lo común, a lo de todos los días. Y entre todas las emociones posibles se apersonó la risa. Vino al rescate, se sentó con nosotras, se convirtió en milagro y nos regaló lo de siempre, Alegría.

-"Tal vez no se me caiga el pelo". Dijiste de la nada. Te habían dicho que dependía del caso.

Con el corazón hecho un bollito pero con cara de chiste te respondí:

-"Bele, convengamos que si lo que perdemos es el pelo y para colmo sólo por un tiempo, es un negoción. Pero esperemos. Todavía falta"

-"Hoy ya es Navidad?" vos, perdida en tiempo y tema.

-"Si. Gran fiesta Gran en casa" te respondí.

-"Y quién organizó algo?"

-"Esperemos que Papá Noel!" y te reíste mientras subías la música.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now