"Del Cuello"

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No todos los días fueron como el anterior, pero sí la mayoría y eso hacía que valiera la pena salir al mundo. Solemos compartir casi con exclusividad las buenas novedades, las graduaciones, viajes, compromisos, ascensos laborales, nuevas adquisiciones y logros en general según lo mal explicado o entendido por el término. De las malas, poco y a pocos, con cuidado, con reserva, a cuenta gotas, a veces con vergüenza, otras con pudor y siempre con dolor. Pero sin darnos cuenta, se nos escapa que éstas, las malas noticias, son las que realmente traen el logro escondido como un hallazgo inexplicable. Eso me enseñaste con tu pelada, sólo con tu andar y sin palabras.

Esa mañana paramos a desayunar en una estación de servicios. Entramos y ya sentadas con el menú en la mesa charlábamos y nos reíamos. En un segundo tu expresión entristeció y bajaste la vista como queriendo ser invisible al menos por un instante. Las habías visto pero no me lo querías decir. Las había visto y tampoco quería decírtelo.

Dos mujeres de edad media, en la mesa paralela a la nuestra no dejaban de mirarte, mirarse susurrando para luego volver a mirar. Hasta ahí el cuadro podría haber parecido inofensivo sin embargo el modo en el que todo ocurría, por primera vez, dolía. Miradas de costado a cejas alzadas, cabezas moviéndose en descreimiento, ceños fruncidos y toques de manos mal disimulados alertando a la otra sobre una nueva escena para observar. Miradas distintas, fáciles de mal interpretar y muy difíciles de describir.

Se te llenaron los ojos de lágrimas mientras intentabas tragar el mordisco de tu sandwitch,

-"Decime" te dije.

-"Nada"

-"Qué te angustia?"

-"Cómo me miran." entrecortadas las palabras desde tu cuello.

-"Entonces? Nos quedamos acá incómodas y quietitas? Si a ellas no les dá vergüenza mirar así, a mí no me daría vergüenza darles una mano con la duda que tengan" te insinué.

-"Y que les digo?"

-" Uffff. Habría tanto! Pero yo me daría el gusto de decir lo primero y todo lo que se me ocurra " y sin esperarlo, ni dejarme terminar la frase me sorprendiste poniéndote de pie. Paraste un poco más el cuello de la camisa negra que llevabas desde las puntitas de las solapas y como desplegando alas para un vuelo rasante te enderezaste sobre tus altísimas botas.

-"Dame un segundito" me pediste.

-"Adelante, tómese todo su tiempo, doc" te respondí queriendo minimizar la situación pero a medida que te acercabas a esa mesa mi corazón redoblaba su paso. Aún me pregunto a qué velocidad iría el tuyo. Con una mano en la boca y la otra apretándose a si misma en impotencia, te miraba alejarte camino a un nuevo desafío como si ya no tuvieras suficiente. Estabas enferma y cada mañana sin decir palabra cargabas en tus hombros una inmensa mochila llena de miedos inconfesables, preguntas que nadie podía responder, pánico en su mas pura expresión y sueños construidos minuciosamente por décadas que no era justo dejar con final abierto. Esa era tu lucha diaria, silenciosa, e injusta pero la noche tampoco te daba un descanso.

-"Pili, no me quiero dormir. Tengo miedo de soñar" me confesabas acurrucada en cucharita.

Para todo había trucos. De día, el humor e infaliblemente, en el momento exacto, la reflexión. De noche, largas charlas juntas en la cama grande. Por mi parte sólo procuraba hablar hasta dormirte. No importaba el tema. Ya no estabas para mis viejos cuentos de dinosaurios ni los típicos de princesas pero mis inventadas y supuestamente ultra secretas anécdotas y confesiones se multiplicaban como por arte de magia incansablemente hasta las dos o tres de la mañana cuando lograbas adormecerte.

De sólo verte camino hacia esa indigna mesa me temblaban las piernas. Aún no sé si era por admirarte tanto o por estar alistándome, como vaquero en el lejano oeste, para dar un salto y agarrar del pescuezo a quien pudiera lastimarte con una sílaba de más. Y entonces te escuché:

-"Que tal buenas tardes." estabas de espaldas a mi, pero por el sonido de tus palabras supe que esbozabas una enorme sonrisa.

_"Ho- Hola " descolocada y tartamudeando respondió una de ellas.

-"Buen día, dije" vos insistiendo, y nuevamente por el tono de tu voz entendí que  mirabas a la otra.

-"Que tal. Que tal" tiesa y obediente respondió la parlanchina que acababa de enmudecer.

-"Disculpen que las interrumpa, pero hace un rato estoy con mi hermana desayunando y veo que algo las inquieta por la manera en la que me miran. Las puedo ayudar en algo? Hay algo que no se entienda?"

No había posibilidad que semejante introducción abriera ningún tipo de diálogo o respuesta posible. Asi que me levanté y en un paso me paré al lado tuyo.

-"Que tal chicas, buen dia. Vamos Bele? Tengo un frio!!!"

-"Si, vamos. Buen día"

Una vez en el auto, como Magdalena, llorabas sin consuelo tapándote la cara.

-"Se me fue la mano. No puedo andar así, hecha una loca."

-"Te parece? Yo creo que sí. Tenés todo el permiso."

-"No Pili, los demás no tienen la culpa de lo que me pase a mi"

-"No me importa. Es verdad, los demás no tienen la culpa y vos tampoco. Entonces ya que todos somos inocentes, hablamos clarito de igual a igual.

-"No quiero. No quiero..." y sollozabas sin terminar la frase.

Finalmente:

-"No quiero...que me miren con pena, entendes?" me dijiste con la voz quebrada.

Seguí manejando sin decir nada porque tu voz quebrada quebraba la mía. "En casa charlamos, Belé. Esperá a que lleguemos" te pedí.

Una vez en la mesa del living, vos aún llorando seguías insistiendo con la palabra. Pena.

-" A ver, ningún pena Bele. Vos sabés lo que es empatía? Que esas miradas incomoden no son sinónimo de pena."

-"No me vengas con eso ahora, Pili, por favor!!"

Y tenías razón. Había miserias que no tenían atenuantes. Nos quedamos ahí, en la mesa, agarradas de nuestras tazas de café. No ya reviviendo la experiencia olvidable sino dilucidando o intentando entender mejor esas miradas.

-"Pili, sabés que pienso en el fondo? Que en definitiva, lo que les pasó a esas mujeres no deja de ser el mejor tipo de ignorancia, la de no saber cómo reaccionar, qué decir, qué hacer. Mucha gente hace como que no me vé, algunos se atreven a sonreírme o guiñarme un ojo como diciendo "vamos que se puede" o "te felicito por el coraje" pero hay gente que no sabe, esto no se aprende. O tal vez fui yo la que no supe. No supe interpretar mejor sus ojos. Después de todo, soy el vivo reflejo de lo que a cualquiera dejaría de rodillas, lo que más se teme. El otro se debe quedar pensando qué haría en mi lugar. Tal vez, se espantaron precisamente por entender lo difícil de mi situación, no?" me preguntaste.

-"Seguramente" te dije con los ojos empapados, los labios apenas pudiendo hablar. Me quedé mirándote, contemplando tu nobleza, tu temple, tu resiliencia inagotable.

-"Que suerte que tengo Belén, de que justo vos hayas venido a ser mi hermana"

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now