Rojas: Amarillos, Azules y Naranjas

187 20 1
                                    

Para tus quince años no hubo fiesta de vestido fuera de época, entrada rimbombante, torta digna de un casamiento ni fotos con padres que mientras sonríen para el álbum se preguntan como saldarán la deuda obtenida para realizar el festejo. En eso fuiste tan consistente con tus ideas como siempre. Pero el destino te regaló un arcoíris al llegar las vacaciones de invierno, que te acompañaría desde ahí hasta el final.

Los padres de tu mejor amiga, Leticia, y mamá eran muy cercanos. Ellos eran oriundos de Rojas, una ciudad pequeña que jamás habíamos escuchado en las clases de Geografía. La invitación venía con explicaciones y detalles.

-"Nosotros somos de Rojas y para las vacaciones tratamos de irnos para allá con toda la familia. El clima es cálido todo el día y toda la noche, los chicos pueden andar solos por todas partes, están en contacto con la naturaleza, andan a caballo, hacemos asaditos siempre..." y la enumeración de bondades seguía hasta el infinito.

Quién hubiera dicho que ése sería tu lugar en el mundo? Cualquiera que lo conociera.

Los padres de Leticia habían omitido contar sobre el olor del césped casi a cualquier hora del día; el góspel de pájaros, cotorras y gallinas anunciando el día; la gente sonriente vaya a saber por qué; los hombres, mujeres y niños saludándose a mano alzada y a los gritos de auto a auto, de ventanas a veredas y de esquina a esquina. Las comidas caseras y las palabras también. Las puertas sin llaves, los vecinos entrando y saliendo de casa ajena como propia, ruleros desesperados por librarse de sus redes después de la siesta y delantales de cocina como chaleco de capitán de equipo. Los juegos de cartas, el aroma del pan casero, el vermú, la galleta caliente en la panera, los almuerzos en familia, los chicos pegados a los perros, los salames de cerdo y el sifón.

Aquí, barrer las veredas era religión y hacía a la limpia reputación de la familia. En estas mismas aceras los chismes se contaban bajito y de parado, con brazos cruzados o empuñando  el palo de alguna escoba. Y sin importar la temática ni los involucrados el cuento pasaría a la mesa del mediodía en directo como si fuera el mejor noticiero de ultimo momento.

El anonimato no existía en este lugar. La vida impersonal bien podría haber sido entendida como extraplanetaria. La mejor manera de presentar a alguien era por referencias. La chica "de", que trabaja "con",que vive frente "a" ,que anda con el pibe "de", que se compró "un" porque se van a casar.

Los almacenes fían las compras tanto como en los compradores. Las grandes tiendas también. Los quioscos, la mismísima caja de pandora, desde "masitas" para el té, medallas medio corazón para sellar amores y hasta finísimas mechas de cera para encender calefactores. Todo ahí, sin mucho orden por ramo pero con los colores vivos de lo necesario para lo cotidiano.

El fin de semana se pesca en el rio y se acampa a cielo abierto. Los chistes  sanos, los piropos suaves, las risas largas pero no tanto como los abrazos. Los corsos en carnaval, la alegría, el festejo, la música , el calor, las chicharras, las luciérnagas, los búhos, los bichitos de luz y la unión.

El sol calcina con su risa. Los mejores cultivos del país crujen por una gota de agua y los chacareros le rezan al Dios de la lluvia, de la soja y el maíz. Los choclos esperándote para que los vayas a robar. Belén, te están llamando.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now