"La lechuza hace ch "

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El éxito de cada jardín de infantes por décadas residió en recitar a coro y con cara de buenos "La lechuza hace shhh". La canción era el remedio mas eficaz a la hora de llamar al silencio de la sala y al sosiego de los niños. Se repetía como sinfonía de relajación hasta que todos finalmente callaban. Nunca tuvimos curiosidad de saber qué estábamos diciendo pero todo, tarde o temprano se aprende en esta vida.

Como hermanas gitanas amontonadas en un auto demasiado chico para la odisea salimos con mamá para Rojas. Vos te habías adelantado aprovechando un fin de semana largo, un paro bancario, otro comercial y si la memoria no me falla otro paro más del gremio de camioneros.

En el auto éramos sólo dos pero veníamos pegadas como comadres en desgracia no sólo por los bolsos con ropa por si hacía mucho calor o por si refrescaba demasiado por la noche. Mamá, errando en el cálculo, y con miedo a que alguna hambruna al estilo Irlandés nos atrapara en el trayecto, llevaba salame, queso, pan, galletas, mate, café, azúcar, agua, tarta de jamón, queso, pedacitos de pollo del día anterior y todo prolífica y meticulosamente guardado, con lo cual la inversión en relucientes tupperware había sido importante.

Su gesto de prolijidad me conmovía y me arrancaba una mueca sonrisa mientras manejaba y de reojo contemplaba el revoloteo de sus manos. Las generaciones insisten en contagiar esos hábitos sanos a su descendencia, mientras ésta se debate entre consentir el mimo de la tradición o lo impersonal del pragmatismo moderno.

El viaje fue mas largo que la santa biblia, alegre como una Navidad y por tramos acalorado y violento como gladiadores en el Coliseo. Después de todo, no es novedad, madre e hija pueden tocar los más remotos extremos en un abrir y cerrar de ojos. Amor le decimos. Amor es.

Finalmente unas grandes y blancas letras de concreto emplazadas en la primer rotonda de Rojas nos dió la bienvenida "Sólo Faltaba Usted " y un aire de alivio con fascinación nos emborrachó por un momento.

Era verano y el sol parecía seguir calentando aunque en el cielo solo estuviera la luna. En ésta época del año es común que las familias alquilen alguna casita en las afueras de la ciudad con piscina, árboles frondosos para la sombra, espacio para el asado y para que los niños no se pongan incordiosos, si los hay.

En la casona campestre estaríamos mamá, Walter, vos y yo. Los tres disfrutamos de cada día. Y a cada minuto nosotras pudimos comprobar azoradas lo verídico de tus historias.

Llegó la noche. Despejada y calurosa al punto de quitar el sueño. Quizás era nuestro propio entusiasmo lo que nos mantenía noctámbulas merodeando por la casa, envueltas en un pareo recién salidas del último chapuzón en la pileta. El cansancio ganó por Knock out a las tres de la mañana. Con todos los temas discutidos, debatidos y agotados, y habiendo recorrido todos los rubros, como solía ocurrir cuando las tres filosofábamos hasta el hartazgo, nos fuimos a dormir.

Dudo que ocurra en otras familias, pero en ésta al menos, los fines de semana o vacaciones nos acostábamos juntas a modo de celebración y por si algún detalle se había olvidado, estaba permitido seguir comentando ya entre dientes y balbuceando con poco sentido común. A la mañana siguiente solíamos amanecer por separado, muy juntas o pegadas. Daba igual, era indistinto, incluso si hacían treinta y cinco grados como aquella noche. Cuando la alegría se compartía, se compartía en serio.

Me desperté en absoluta alarma. Alguien había entrado. No había dudas. Quieta en la cama y en silencio, yo ya había chequeado lo certero del intruso sonido. Me acerqué a vos y como espía del FBI, te susurré:

-"No te muevas, quedate quieta Belén, hacete la dormida. No te asustes pero alguien entró a la casa"

-"No seas tarada, Pili, querés?!. Acá no pasa nada. No hay ladrones. Es súper seguro." vos.

Yo, con evidencia irrefutable en mi poder y con la voz de autoridad que me otorgaba ser la hermana mayor, insistí :

- "Tarada vos. Escuchá! " te ordené.

Juntas, aún acostadas estilo "cucharita", quietitas oímos claramante:

-"SHHHHHHHHHHHH"

Era un larguísimo y claro mensaje encriptado entre malhechores guiando uno al otro en la desconocida oscuridad de la casa.

-"Tenés razón Pili. Salgamos a la terraza" resuelta me sugeriste.

La casona traía un balcón tan grande con vista a la piscina, que había espacio para mesa, sillas y sombrilla.

"Qué hacemos con mamá?!" que roncaba en estado semi comatoso, te pregunté.

Vos, ya levantándote despacito, y también en voz baja:

-"Nada! Dejala ahí, total pueden vaciar la casa que ni se va a enterar" y tenías razón.

Salimos a la terraza con el plan de escapar desde allí en caso de ser necesario y de repente:

-"Shhhhhhhhhhh". Nuevamente, el ensordecedor sonido. 

Entonces, une blanca, desplegada y magnificente lechuza planeo razante por sobre nuestras cabezas, como en la mejor película de brujas para niños.

Nos miramos en silencio. Estábamos recolectando imágenes, datos, música e información. Todo recobró sentido:

-"La lechuza hace Shh!!!!!" estafadas por las clases de ciencias naturales pero enternecidas por el infante recuerdo, en éxtasis por el hallazgo, nos dijimos entre risas, mirandonos a los ojos.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now