"Chispas"

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   Tres días para Navidad. El primer paso era claro. Definir el diagnóstico. La cita ya estaba concertada. Mamá nos encontraría en el consultorio del médico. Llegamos, y si bien no lo habíamos calculado, después de anunciarnos debíamos aguardar por nuestro turno en la sala de espera. La sorpresa nos dejó estupefactas. Un detalle al que no le encontrábamos lógica pero que ciertamente la tenía.

Nuestra expectativa inconsciente se aproximaba más a esas escenas de Hollywood en las que hay una emergencia. Todos entienden rápido, corren, una o dos asistentes acompañan al paciente y le enumeran los pasos a seguir mientras le indican el recorrido hasta el especialista. Las puertas se abren solas, las reales y las simbólicas. No fue así y no tenía por qué serlo pero eso lo entendimos unos días más adelante.

De regreso a la realidad, en la sala de espera, con una falsa pero civilizada sonrisa tomamos una revista cada una. Apabulladas, nos sentamos una al lado de la otra. Como hacía años no ocurría en público, me dejaste agarrarte de la mano y nos pusimos las revistas en la falda. Con la mano libre, diestra o zurda, pasábamos las hojas como podíamos. Se anunciaban las figuras del verano, los sex symbols del momento, bikinis de moda para la temporada, playas con tarimas llenas de sillones blancos y gente bailando, mucho color rojo, blanco y dorado anunciando las fiestas. De costado te miraba, con tanta compostura, impecable, perfumada y con la más aparente serenidad, esperar. Nada podía ser más contrapuesto al desorden interno, al aullido emocional que no paraba de gritar pero que carecía de voz y reacción.

Estábamos en un estado de vacío tan lleno de sí mismo que no cabía nada más. Nos había arrancado, de un tirón y sin sentirlo, desde la palabra, gestos hasta el movimiento. Aturdidas, nuestras mentes y cuerpos por mucho que lo intentaban eran incapaces de encontrar una respuesta acorde que pudiera rimar con ese caos invisible. Apenas pero prolíficamente podíamos fluir con lo indicado.

Seguir con el tono de la noche anterior parecía una buena idea.

- " Vos sabes? Esto de las bikinis estampadas o lisas me tiene preocupada. No sé que vamos a hacer! todavía en la sala de espera y con el más evidente sarcasmo.

Primero, me miraste como queriéndome comer sin hervir y enseguida con los ojos apagados y temblorosos sin poder hablar, conmovida por mi intento, bajaste la mirada, diste vuelta la página y una sola lágrima hizo ruido sobre el papel.

-"Belén? Adelante". Nos llamaron. Pasamos las tres. Luego de un largo relato, de hacer historia con tus controles, chequear y releer tus estudios, te revisaron. Por fin podríamos desterrar semejante locura.

No. Efectivamente el diagnóstico, era correcto. Como por arte de magia, como si cada seis y doce meses no hubieses tenido un profesional quién controlara tu salud ginecológica, allí estaba tu cáncer. Despedimos al médico:

-"Muchas gracias" dije y aún me pregunto qué agradecí.

-"Por favor, a ustedes. Felices Fiestas" el médico con su más humano acto reflejo de agregar comentarios.

Seguimos hasta la vereda. Nosotras en un auto, mamá en otro.

-"Bueno hijis de mi corazón, yo las dejo porque se me hace tarde y tengo que ir hasta lo de Male a dejarle unos caramelos que le prometí" mamá.

Lo dijo como pudo pero fue un anuncio. Siempre había tenido la palabra justa, la decisión acertada, no había conocido la cobardía ni el temor pero ahora ni siquiera podía hablar al menos coherencias. Literalmente la frase no era alarmante pero lo que daba escalofríos era ver la mente de mamá huyendo en espanto de sí misma, buscando refugio y amparo sin saber que no lo había. Sabia, sin darse cuenta, había bajado una compuerta a lo que por determinación no iba a ser su realidad. No iba y no podía ser testigo de su hija con cáncer. Eso no existiría para ella. Mamá y su compuerta mental. En minutos había construido una represa que la protegería de la inundación y que la dejaría apenas a flote en un mar de pensamientos.

Con la noticia de la baja de mamá, mi ritmo acelerado habitual me había convertido en un personaje histérico-cómico que apenas lograba domar. Verborragica, sin sentido monologaba para evitar que escuches lo que ella ya había pronunciado. El capitán del barco había pedido licencia psiquiátrica en el momento del hundimiento y se estaba subiendo a los botes. Nosotras sin rumbo aparente y el timón girando vertiginosamente.

"En esta parte de la película yo me debo haber quedado dormida Belén, explícame una cosa porque no entiendo nada..." insistiendo con el tono absurdo. "Viste que en las películas en estas situaciones todos se abrazan, lloran, se hacen cafecitos, se consuelan pero..." Interrumpiste mi monólogo incoherente.

Estabas por subirte al auto y con la puerta a medio abrir, achicaste un ojo y tentada a reír me dijiste:

-" Hashtag, Una Menos." con un toque de humor negro. Esta vez eras vos la que intentaba rescatarme a mi del susto de no contar con mamá.

Yo, también con la puerta a medio abrir del otro lado del coche, me quedé inmóvil, fascinada en alivio. Te miré deslumbrada y conmovida porque algo estaba sobreviviendo a lo que creíamos devastación. Teníamos algo y era mucho. Volvíamos a hablar el mismo idioma, humor, sarcasmo del crudo, el nuestro, el de siempre. Nos sonreímos una para la otra en exclusiva. Entonces chispas de fuerzas, complicidad y pacto, como brasas, encendieron nuestros ojos.

-"Si, una menos. Mamá al banco de suplentes. ". Te confirmé.

- "Chau, Mami, mandale un besito a Male." gritaste desde el otro lado de la calle y la tragicomedia empezó.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now