"Thor"

119 13 5
                                    

Cierro los ojos y huelo a eucaliptus. Me concentro más aún y lo veo flotando en una pequeña olla sobre el calefactor. También la imagen de unos fomentos en el pecho, después de calentar el paño con la plancha.

-"Tiene feo gusto hija, pero vas a ver que con este remedio se te pasa el catarro de una vez por todas" nos decía mamá con una certeza tal que la posibilidad de seguir con tos se evaporaba instantáneamente. En ese momento nosotras teníamos diez y cinco años y si bien cualquiera hubiera aseverado que simplemente jugaba con la inocencia de dos infantes, les puedo asegurar que en realidad lo infalible era la fe en el amor. Pero esto es algo que sólo décadas después pudimos comprobar por nosotras mismas.

De los rayos sabíamos que eran como un pariente de la quimio, de lo mismo pero diferente. En principio nada significativo ni de cuidado. Sabíamos que era cuestión de un minuto o dos y que no dolían y para nosotras eso ya prometía que la vivencia sería pan comido. Quedaba claro, la villana seguía siendo ella. "Quimio", la protagonista del cartel. Sin ser para tanto, la pobre había sembrado semejante terror con su reputación que uno a uno había eliminado a sus competidores, con lo cual a su imagen, los pobres rayos lucían como un recreo, o un actor de reparto. Pero las apariencias son engañosas.

Una y otra vez, infaltables cada día íbamos a la clínica de radioterapia. Cada día una ceremonia rendida al Dios del rayo que nos brindaba una brevísima audiencia de un minuto con su centellar. Llegábamos, entrábamos y salíamos en nada de tiempo, sin más ni más. Qué generoso Thor en impartir justicia con tan benévolos relámpagos!.

"Me parece que voy entendiendo por qué les dicen rayos. Es un segundo! Esto es genial!" me dijiste aliviada y de ahí nos fuimos a nuestro ritual, un café.

Pero un día cualquiera, idéntico a los anteriores, al salir del la sesión me dijiste:

-"Tengo un sueño!".

-" A mi juego me has llamado Belencita. Tus deseos son ordenes" y te reíste. Al llegar a casa de inmediato te fuiste a la cama pero para cuando yo había cerrado la puerta, silenciado los teléfonos y agarrado el control remoto para deleitarnos con esos documentales tenues que nos mecen hasta adormecer, vos ya te habías acurrucado y soñabas plácidamente.

-"Claro, qué menos!" pensé. -" Después de tanto stress, cuando uno finalmente puede relajarse, sólo necesita un profundo sueño reparador." me dije autoconvenciéndome.

Con una sonrisa tibia y suave te despertaste horas después que yo, charlamos un ratito y anunciaste:

-"Sabés que sigo con sueño? Es como si estuviera lenta, pesada, no sé".

-"Y que problema hay?! Yo creo que una buena cura de sueño es justo lo que las dos necesitamos" te dije volviéndome a sacar la ropa con apuro. Pero ésta vez no sonreíste, solo te giraste casi como si no me hubieras escuchado y te volviste a dormir.

Al día siguiente, el reloj estaba listo como siempre para avisarnos cuándo comenzar a prepararnos para salir al encuentro de los misteriosos rayos invisibles. Todo fue igual, todo estaba milimétricamente calculado y aún así llegábamos tarde.

-"No te preocupes, manejá despacio Pili. Sin darte cuenta debés haber programado mal la alarma".

-"No Bele, ya me fijé, pero tenés razón, no importa. Tal vez lo que ocurre es que venimos haciendo cosas a tal velocidad que ahora debemos haber aminorado un poco la marcha, es entendible. Para mañana la programo con más antelación y listo!"

Así fue, al menos parcialmente. Esta vez había sido cauta y había programado un reloj y dos teléfonos con amplio margen de tiempo pero aún así, llegamos tarde. No hablamos mucho en el viaje. Al menos yo no podía porque de a poco parecía ir dilucidando lo que estaba pasando.

Lentamente te despediste te todos hasta la siguiente tarde y cuando me acerqué para entrelazar mi brazo con el tuyo me dijiste:

-"Esperá".

-"Qué pasó? Te olvidaste algo?" te pregunté

-"No. Estoy cansada. Trae el auto más cerca" y no pudiste explicar más.

-"Ok, dale, vos esperame acá mismo que de alguna manera lo meto en la recepción" para mi sorpresa sólo me hiciste una mueca tierna. Mi intención de humor ya no funcionaba. Encendí el auto que estaba a solo 50 metros y lo estacioné sobre la vereda serenamente como si no tuviera preocupación alguna. Me conocés tanto que si hubiera estacionado tal cual lo sentía, haciendo chillar los frenos y golpeando las puertas, de inmediato hubiese delatado mi pánico.

Del brazo, con unos lentos y pocos pasitos nos acercamos al auto. Te quedaste parada junto a la puerta que resueltamente abrí antes que me lo pidieras ya que tampoco quería que supieras que tu cansancio extremo era evidente a mis ojos.

Sin querer pero queriendo íbamos tejiendo un triste juego de medias mentiras en pos de la otra. Por mi parte yo sólo quería esconder el estremecimiento. Vos, disimulabas como podías tu letargo.

Mirándote noches enteras monologué en silencio buscando una explicación. Hablaba conmigo misma, intentando sosegarme, sacarme del escándalo.

-"Y ahora que te pasa Pili? Acaso no ves que está serena, tranquila, sin dolor?" me repreguntaba, sabiendo que no estabas sufriendo. Concluí que todo no era más que un vil acto de egoísmo mío. Mi expectativa y demanda velada era que estuvieras como siempre, activa y fuerte e impía, secreta y especialmente lo quería para mi, para mis ojos, que se negaban a reconocerte de otra manera. Era eso y me hacía sentir vertiginosamente a la deriva.

-"Tonta, ya nos habían avisado de esta sensación de cansancio no te asustes, estoy bien." me dijiste despertándome de la pesadilla.

Lentamente regresó la calma, la tormenta parecía ir disipando. Nunca voy a olvidar la noche que finalmente tu voz, la de siempre, me gritó desde la habitación:

-"Trae mucho chocolate y café que hoy nos miramos una peli en la cama juntas".

Sin ocultar las lágrimas de felicidad, obedecí.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now