"Y se abrió el Telón"

139 14 4
                                    

Todo se había apagado imperceptiblemente. Solo quedaban esas lucecitas en la capilla y por las dudas no entendieras la suplica que intentaba ser de lo más prolija, rompí con la formalidad del rezo para hablarte mano a mano, Dios y dejar todo claro.

Ya te lo había pedido de las mil maneras posibles pero también me flexibilicé a un acuerdo poco ético, en caso que tal vez te sirviera de algo este cordero u oveja negra. Te dije que tomaras lo que quisieras, propio o ajeno, o que me encomendaras alguna misión, que yo llevándome el secreto a la tumba, la llevaría a cabo con la mayor devoción. Delirante, como si me fueras a extender un contrato a firmar por debajo de ese pequeño altar, esperé por si te tentaba la oferta y te animabas a poner a prueba mi fe o mi amor por Belén, que para el caso también estaba dispuesta a llamarlo como quisieras. Esperé un rato y viendo que esto iba a ser a tu estilo y que  no se aceptaban atajos, me despedí de vos quedando a tu disposición y respetuosos cariños a la familia.

Nadie en ningún lado. Silencio. Oscuridad. Me acerqué hasta la sala donde estabas. Me asomé desde el contramarco de la puerta. Unas tenues luces solo bajaban sus rayos sobre el office de las enfermeras que sin hablar ni levantar cabeza, completaban reportes y organizaban medicación en pequeñas bandejas. Estiré el ojo un poco más. Y me convencí que de alguna manera te iba a encontrar. En esta sala de cuidados especiales no estabas sola, como mi fantasía me había contado. Era un salón lleno de cortinados que seguramente separaban camas pero que en mi imaginación estarían vacías ya que emergencias como la tuya no podían haber muchas. Volví a mirar el office. Todo el mundo concentrado. Era ahora o nunca. Me saqué las sandalias y resbalando en el piso encerado me metí dentro de la primer cortina.

Sin respeto, empatía o impresión por el cuadro, pero con una amplia sonrisa hice un hola con la mano a la señora que respiraba y chiflaba al mismo tiempo en su semi sueño post operatorio. Me respondió levantando una ceja y lo interpreté como un "Adelante, te estábamos esperando". Transpirando desde el pelo hasta los dedos de los pies, corrí la cortina contigua. Una a una, muchas cortinas deslicé, viendo de todo, entendiendo nada, escuchando menos y oliendo solo tu perfume como un sabueso. Los ojos fríos como piedras no pestañeaban, nada me conmovía y los dientes me rechinaban de no encontrarte porque seguro me estabas buscando también.
Desquiciada, pegué otro tirón al manto colgante y ahí te vi. Mágicamente, como un camaleón, las piedras de los ojos se fueron pero los pobres de inmediato se inundaron. Solo te pude sonreír ofreciéndote una fingida cara de paz que con suerte y alivio creíste.

-"Viniste! Estas acá!" y te pusiste a llorar.

-"Shh, no hagas ruido que nos sacan a las dos de los pelos."

Sin saber por qué llevaba en mi mano "Las Siete Tragedias de Sófocles". Creo que alguien atinado me lo había sugerido como "mata tiempo" entendiendo que sólo aquellas podían superar la nuestra. Pues con Edipo y Antígona en mano te abaniqué despacito mientras te relataba la peripecia de nuestro reencuentro. Te soplaba la frente y te mimaba apoyando mi palma sobre tu pecho para pasarte mi energía por largos ratos mientras te charlaba bajito. Nunca te habían operado de nada. Sería el susto, impresión, cansancio o desconsuelo pero estabas tensa, rígida como una tabla, sudando a puños cerrados con sólo gotas de agua y pena que salían de tus ojos para caer en tus oídos.

-"Te duele algo?"

-"No. Bah, no sé"

-"Ese ya es un buen comienzo Belito, si no sabés es que no. Vos llorá, pero no te asustes que no es dolor. Es toda esta pelota de angustia y nervios que venimos pateando lo que quiebra a cualquiera. Llorá tranquila que yo mientras te cuento de las enfermeras." te sugerí como si tu sollozo no me atravesara el alma. Y te reíste un poquito pero parando la oreja para escuchar el nuevo cuento.

Ahí estábamos de la mano, yo de charla, vos de escucha. En paz o al menos más tranquilas porque nos habíamos encontrado y ya nada podía pasar. Por un rato se nos acabaron las palabras y quedamos mirándonos, sin decir nada diciéndolo todo. Y sin esperarlo el telón se abrió de golpe.

-"Buenas noches." dijo un hombre de pelo largo, jeans y remera de verano. Nos llevó un segundo reconocerlo pero los lentes en la punta de la nariz nos ayudaron. Era él, tu médico. El mismo que había llegado a las cinco de la mañana engominado y pelo atado para operarte y liderar su equipo. El mismo que presentó el parte de tu intervención a mamá y papá doce horas mas tarde y que seguramente, como si no hubiera tenido a cargo un hospital entero, hijos, nietos, un amor, un deporte, amigos o mas trabajo al día siguiente; estaba allí. No era difícil hacer la cuenta. No se había ido. Como mucho, habría tomado una ducha en el directorio, comido algo por encargo y dormido cuarenta minutos para regresar a tu lado. Y eso lo convertía en mi mejor amigo.

-"Y vos que haces acá?" sonando casi enojado ante el poco caso hecho a su recomendación y dilucidando la intrusión en el área restringida.

Titubeando, con cara de boba y como si bastara la explicación repliqué:

-"Yo? Vine a buscar a mi hermana" frase que sonaba salida de un jardín de infantes.

-"Si" aclaraste un poco vos. "Yo le pedí que viniera" tratando de evitar el aplazo como nuevas alumnas pacientes.

Nos contó que tenías dos drenajes, que estabas bien, que no tendrías dolores y que al dia siguiente te vería a primera hora.

-"Necesitan algo? Alguna pregunta?"

Al retirarse, te volví a mirar y me achinaste un ojo como quien acierta al centro lanzando dardos. Te miré y por primera vez en días respiramos hondo y sonreímos en acuerdo.

-"Ahora sí, duermo tranquila."

-"Y yo?!."

Tal vez nunca supo lo que nos devolvió ese día, en esos minutos y para siempre. La paz, la fe, la seguridad que estábamos en el camino correcto, de la mano correcta y en forma incondicional sin haberlo pedido. No era cercano ni de nuestra tribu, pero como nadie había respondido al llamado. Le dicen vocación pero lo dudamos siempre. Para nosotras era el mensaje que estábamos esperando, lo único que necesitábamos­­­­­­­­­­, lo que habíamos estado buscando y que sin saber, hasta ese momento, habíamos encontrado.

-"Y pensar que en mi arrogancia nunca contemplé que alguien pudiera preocuparse y ocuparse como yo." te confesé'.

Juntas, felices y aún entre esas cortinas lloramos un poco más pero esta vez de alegría porque me había equivocado. Nos dormimos con nuestros olores de piel cerquita, sonrientes y aliviadas por la epifanía. No sabíamos de que planeta venía, pero hablaba nuestro idioma, vibraba esta frecuencia y se iba a quedar.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now