"Brindis"

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Veintipico de años habían pasado desde la última Navidad juntos los cuatro. Lo bueno era que con el tiempo, nos habíamos multiplicado. Lo malo, que también nos habíamos dividido. Ahora eramos los cuatro de siempre pero multiplicados por la simpatía de Horacio, el esposo de mama; la serenidad de Bety y el amor que se tenían Walter y vos. Siempre habíamos estado divididos por tres puntos neurálgicos al momento de festejos, en casa, Rojas o en lo de Papá y siempre con el cuidado de no superponer las piezas que ya habían probado no cuadrar. Ese veinticuatro estábamos todos y en un sólo tren, el tuyo.

-"Es un día más", se usa como espuela para empujar a los comensales al reto. A veces es para consolar al que viene medio cruzado con la vida y así poder sumar gente al festejo. Para éstas fechas se traga de todo además del pan dulce, garrapiñadas, pollo relleno, lechón y ensalada rusa, cualquiera sea su orden. Se intentan acallar los mal de amores. Se disimula el pariente insoportable. Se apaciguan los ánimos con los suegros. Se enmascaran las frustraciones, se silencian los divorcios, las sospechas y los negocios quebrados. Hasta a veces se ocultan los golpes de suerte, no vaya a ser cosa que la envidia corte la buena racha. Las pequeñas imperfecciones también. Sea cual fuera su naturaleza se tapan; desde canas hasta el niño con dislexia. Todo en pos de un gran momento.

-"Pero es Navidad! Como no vamos celebrar!" y empieza la decoración. De todo y todos. Mucho y por lo general más desde afuera que desde adentro.

Si hay condiciones ideales para la tormenta perfecta son las fiestas pero cómo no íbamos a festejar!. Estábamos los cuatro y muchos más. Nos amábamos profundamente. Habíamos atravesado bendiciones y tempestades juntos, por separado, de cerca y lejos pero siempre conectados, sujetos a la vida del otro. Simplemente estábamos, y recién con tus noticias acabábamos de darnos cuenta que eso ya era suficiente para festejar.

La casa tenía muchas velitas de noche para engalanar la cena y hojitas de muérdago del parque en cada plato. Nada mas. La mesa estaba hermosa con tantas sillas. La comida fue un coherente menú frío y simple, de esos que no fallan porque a todos gusta. Mamá se había encargado de las cosas dulces y papá del helado.

-"Como hiciste para saber que papá traería el helado y no vos? Porque perfectamente podrían haber coincidido en lo mismo!" le preguntaste a mamá que inmediatamente con la mejor cara de superación te respondió:

-"Ay, hija! que voy a hacer! Simple! lo llamé y le dije!."

Me miraste achinando los ojos con expresión cómico-furiosa y me dijiste bajito:

-"Viste que rápido que cuando quieren, pueden?" y te reíste.

-"Es para matarlos" te respondí con alegría también.

Aparentemente hasta el horario habían coordinado porque en cuestión de media hora todos estaban allí. Radiantes. Sonrientes. Conmovidos y conmovedores. Todos con la mas sincera alegría de verse, de juntarse. Nos besamos, abrazamos y nos sentamos a cenar. Una foto que seguramente tanto vos como yo llevamos para siempre. Charlamos mucho, hablamos del viaje a Buenos Aires alternando datos médicos y del Dakar para sobrellevar el tenor de la información. Contamos todo, explicamos como pudimos y se dejaron las cartas claras sobre la mesa. De a ratos papá se levantaba para buscar cualquier cosa a la cocina, siempre fue bueno para disimular. Mamá por momentos se quedaba hipnotizada mirándote con ojos empañados pero algún chiste de Horacio la traía a la realidad.

Se acercaban las doce y yo miraba el reloj en pánico. El desconcierto de lo que pasaría a la hora en punto me tenía en jaque. Tenía miedo que todos explotaran como fuegos de artificio en lágrimas o tristeza. Debo confesar, que no me preocupaba el pesar de los demás, sólo el tuyo. Lo único que quería detener era que alguien te abrazara con tono de despedida y te lastimara con esa emoción. Aliviar tu dolor era mi obsesión y fabricarte alegría eterna, mi emprendimiento más acérrimo.

El champagne destapado y cada vez más cerca las agujas de volverse una. Hablábamos todos a la vez y nos reíamos. Buscábamos con apuro algún bocado cuando no sabíamos que decir, dando paso a que otro tomara la posta. Y se iluminó la ventana.

-"Miren chicas!" nos llamó papá. "Esos fuegos artificiales son de algún vecino, de acá cerca!"

Volvimos a la mesa. Seguimos charlando, recordando anécdotas, grabando cada minuto de la conversación, miradas, carcajadas, mimos con las palabras cordiales. Fui a preparar café del tembloroso, tibio y malo. Cuando volví, estabas parada copa en mano. Rápido, todos igual y felices. Mi corazón al galope.

-"Por nosotros" brindaste.

-"Por nosotros" dijimos. Y todas las copas se unieron sin dudarlo en una, la tuya.

A pesar del minúsculo silencio casi se pudo escuchar la plegaria. Inhalé profundo y suspiré. Me había olvidado que se trataba de nuestra familia. Lo habíamos logrado otra vez.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now