"El Jardín"

207 16 3
                                    

Alma, aura, vibra , energía, corazón, madera, o simplemente buena persona. Hay gente que parece abrazar con la mirada. Gente que pareciera sonreir con ojos, con las líneas de la piel, con un brillo que transmite confianza y calidez. Esa clase de tipo era mi cuñado.

No hablo de alguien tibio, ni manso. De hecho, un dia cualquiera, enojado por la tardanza de un envío, un vaso sucio en su café-bar, un foco de luz quemado en un baño o un sándwich pasado de horno podían sacar de sí a su peor clon. Un desenfrenado gritón, desmedido en palabrotas y con más tuco en las venas que en las albóndigas que presentaba con el vermú.

Si hay algo que hace y bien es trabajar. Desde las cinco y media de la mañana ya estaba dando vueltas e inevitablemente casi como un mimo de despedida siempre habia algo que comentarle a la negrita antes de irse a trabajar a el "El Jardín". Eso si, en voz baja para no despertarla "tanto" le decía: -"Yo ya me voy negri" o un : "Amor, no viste la chomba rayadita." Callado, sin respuesta sobre la remera y sin hacer un ruido de más, salía a oscuras, zapatos en mano, tanteando el camino hasta la puerta contento, como si le hubieran respondido.

A pocas cuadras llegaba a su negocio para encender la máquina de café. Las mesas y sillas de El Jardín bordeaban la esquina a la espera de los primeros madrugadores. El olor de las medialunas despertaba al resto que se había dormido, así que pronto el local estaría desayunando.

Apurado, entre medialunas, vigilantes y tostadas con manteca; Walter despachaba cafés, cortados, y caña desde primera hora. Se repartían los periódicos por las mesas. Se hablaba de futbol, si había llovido mucho, si había llovido poco, si no iba a llover y todo en milímetros precisos. Para el caso era lo mismo, sea cual fuera el pronóstico, sequía o diluvio, los chacareros siempre salían despotricando al campo. Walter, rejilla en mano y la otra alzada, con su sonrisa de publicidad de pasta dental, los saludaba deseándoles un buen día .

Al principio Belén y yo no entendíamos la combinación de prisa, velocidad y enojos épicos de mi cuñado. Pero en poco tiempo descubrimos que no eran más que nervios contenidos. Nada en este mundo es perfecto y El Jardín no era la excepción. El café y su gente eran fascinantes, amigueros y amigables pero sólo en su mayoría. También estaba quien desde su silla y con aires de barista reclamaba: -"Nene, esto está quemado!, o quién de paso por la barra sin saludar ni levantar la mirada enunciaba en seco: _"Yo, sin espuma", o el meticuloso :-"No te vayas a olvidar, el mío, cortado con sólo dos gotas leche fría si es descremada, pero por favor, la leche antes que el café." Menos mal que todo el sainete venía decorado con un toque "romance" del que siempre, acomodado en el borde de la barra, con el corazón roto y sin haber pegado un ojo aprovechaba esos minutos para un extenso monologo con preguntas trascendentales autorespondidas, lagrima silenciosa mediante, intentanto entender la fuga de su amor. Definitivamente nadie, ni un Doctorado en Recursos Humanos, hubiera podido manejar mejor ese abanico de gente.

Todo esto hacía más que entendible que la negrita tratara de alivianar la logística restante del día apareciendo en El Jardín con su cara de esfinge, expectante de quien osara decirle a su novio-marido alguna palabrita torcida. Entre otras cosas, ésto tenían en común ellos dos,  rostros que no necesitaban palabras.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now