"Frío en Verano"

157 18 16
                                    

Con amor, amigos, armonía. Con el aroma de los sueños horneándose como pan casero, con anécdotas que coloreaban una ciudad y a los tuyos. Tus suegros como padres, tu cuñado tu hermano y nosotras disfrutando como propias tu felicidad.

A pesar de estar lejos yo podía escuchar tu voz al teléfono, o imaginar de memoria tus repuestas-consejos pero siempre hubo algo irremplazable más allá de tu sonido e imagen. Tu olor. Cada vez que abrías la puerta al recibirnos o antes de cerrarla en la despedida, con la excusa del abrazo, yo te apretaba fuerte, inspiraba profundo y mientras cerraba los ojos te lo robaba. Eso me alcanzaba porque tu aroma se quedaba conmigo y cuando parecía desvanecerse simplemente con llamarlo con el pensamiento volvía a mi nariz. El mismo de cuando naciste y el de todos los días.

Diciembre del 2009.

-"Pilar, te llama tu hermana" mi compañera de trabajo y amiga interrumpe mi labor para que te responda.

-"Hola, que haces? " yo, desde la cocina de mi trabajo, encendiendo un cigarrillo.

-"Pili, me dijeron que tengo cáncer" llorando.

-"Que pavada Belén!! Tranquila. Escuchame, agarrá tu carpeta con todos tus controles anuales, te subís al auto y te venís a Mar del Plata. Haceme caso y no te preocupes de antemano porque no puede ser" con una certeza rotunda. -"Y si esto es un error, quien te devuelve semejante angustia ?. Esperá, vení y aca lo vemos. Repetite esto durante todo el camino"

-"Bueno, ahora voy"

Giro sobre mis espaldas, Silvina me mira y sin darme cuenta afirmé: "Mi hermana tiene cáncer. No sé cuando regreso. Ayudame, por favor."

Abrí las rejas de casa con la sonrisa serena que nunca tuve. Supongo que eso me delató. Walter y vos bajaron del auto. Vos con el rostro seco y la ropa combinada. Buen indicio. Walter, tan sereno como yo, piedra libre para él también.

Te acercaste y te dejaste abrazar. Ningún abrazo largo apesadumbrado de esos: -"Vamos, fuerzas flaquita". Corto, seco y te dijo: "Acá no pasa nada" y era verdad. Nadie sabía lo que estaba pasando.

Dicen que los seres humanos tenemos un instinto de supervivencia y preservación. Muchas veces me pregunté: -"Para salvaguardarnos de qué?"- "De nosotros mismos" era la respuesta. Hay una sabiduría interna que a veces, si la dejamos, nos detiene y nos protege. Ese saber innato es el que en acto reflejo nos cierra los ojos en medio de una película de terror. Y en este caso nos alejaba del pavor. La sonrisa se contagia como el hipo y las lágrimas también pero en el caso del miedo creo que se multiplica e inconscientemente lo sabemos.

Este día, esa misma fuerza, no nos permitía mirarnos o tocarnos demasiado. No podíamos asumir el miedo. Nos preservábamos del susto del otro. No queríamos conocerlo para no incrementar el propio. Podía estremecernos hasta el colapso y se lo transmitiríamos a quién menos debíamos, Belén. Peor aún, si lo dejábamos convertirse en epidemia, una vez todos en pánico, nadie podría ayudarnos y a nadie podríamos ayudar.

No quisimos, no pudimos. Sin mirarnos, Walter y yo nos dimos un beso y un abrazo. Esta vez, decía: "Tranquilos, que todo va a estar bien" y también fue corto. Fue la primera vez que ni él, ni yo no nos pudimos regalar una sonrisa de reencuentro .

Entre nosotros las palabras empezaban a repetirse: "todo bien","tranquilo". Al escucharlas parecían vanas pero querían ser un presagio, un augurio, un llamado a lo que en más necesitábamos creer. Creer o crear.

Todo el momento estaba pensado con horas de antelación para simular la mas incoherente normalidad. Fui a la cocina para hacer café y esconder la urgencia. Ridícula, con bandeja en mano, reaparecí en el living y me senté frente a vos. Las incongruencias empezaban a notarse, yo misma me sentía una conductora de canal femenino hablando de la mejor receta de papas al horno en un día de ataques terroristas. La actuación no se pudo sostener.

De tu regazo elevaste casi con timidez la carpeta azul de tus controles anuales, la empujaste lentamente hacia mi y pude verlos. Fuera de los folios, decenas de estudios de rutina arrugados como si los hubieras estado leyendo y releyendo durante las cinco horas del viaje Rojas - Mar del Plata. Levanté la vista. Extendí mis brazos sobre la mesa, no para tomar los papeles, sino para apretar con cada mano tus antebrazos desde el otro lado. Recién entonces, al mirarte nuevamente, entendí que tu cara sin lágrimas era de espanto y temor.

De noche, yo en mi habitación, ustedes en la suya.

-"Pili, estas dormida? " en voz bajísima y casi ni pudiendo sonar a pregunta. Te miré, también con cara seca y abrí el otro lado de la cama. Al mismo tiempo dije y dijiste:
-"Vení acá"
-"Puedo dormir con vos?"

Nos acurrucamos cucharita y vos temblabas en pleno verano. Esperamos así, a que aclare la noche y la vida.
"Vamos al comedor a fumarnos todos los cigarrillos?.. Total?!" te invité.
-"Sabés que tenés razón! " aceptaste.

Nos reímos otra vez mientras bajábamos las escaleras corriendo  descalzas. No lo sabíamos pero acabábamos de empezar a armar una formula mágica y efectiva para vivir también el miedo, el dolor y la incertidumbre. Empezaba a aclarar.

- "Vos estás loca" con risas me dijiste.

-" Y vos no sabés cuanto". de amor, furia y dolor.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now