"El Llamado"

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-"Vos decís que llamará?". Ésta fue la pregunta con la que amanecíamos cada mañana. La pregunta que se repetía en cada momento de silencio. La pregunta que al irnos a dormir, tomándome de la mano me hacías.
-"Si Bele, tranquila." te respondía aunque el descreimiento ante el silencio me dejaba atónita.
-"Es época de fiestas y la gente anda como loca. Ya va a llamar" te respondía buscando un endeble aliciente.

La verdad era que los días pasaban. Nosotras ya habíamos empezado a caminar sobre brasas y nos estábamos acostumbrando pero la llamada no aparecía. El shock inicial se estaba procesando pero aún así no había noticias de la llamada.

Cuando te fuiste a Rojas llevaste de todo un poco. Además de tus sueños, trasladaste tus ropas, tus libros, tus maquillajes y tu música. Hubo cosas que no podían mudarse; nosotros, la universidad y tus amigos. También se quedaron aquí desde el dentista que te había enderezado los dientes, el médico clínico que te había visto crecer y el ginecólogo con quién ordenadamente siempre hacías tus pertinentes controles ya en tu vida adulta. Entre todos, cada uno desde el lugarcito que ocupaba, formábamos tu mundo de afectos. Esos lazos no se reemplazan pero con suerte se descubren otros nuevos. Y esa buena fortuna tuviste vos en tu nuevo destino o al menos eso habíamos creído.

Los amigos se multiplicaron, la universidad se cambió por otra, y pronto un nuevo equipo de profesionales cuidaban tu salud.

-"Qué raro no? Que no llame? nuevamente me consultabas.

-"No sé Bele. Yo no conocí a tu ginecóloga. Decime otra vez qué te dijo la última vez que la viste"

-"No mucho. Tenía los resultados en la mano y me dijo, Belén, tenés cáncer y vas a tener que empezar algún tratamiento. Entonces le pregunté como podía ser si siempre me había hecho mis controles y con ella."

-"Y? que te dijo?" yo.

-"Me dijo que uno está sano hasta que deja de estarlo" rompiste en llanto y cuando pudiste seguiste:

-"Pero yo lo único que quiero Pili, es que aunque sea me llame para preguntarme como estoy, me entendés?"

La verdad que no. No lograba captar el corazón de tanta angustia. A simple vista parecías un niño reclamando una caricia pero lentamente entendí que apenas estabas logrando acomodar tu alma a la noticia de tu enfermedad cuando ahora se sumaba este desconsuelo, esta desilusión. Con tu espera y a cuenta gotas, ibas así descubiendo el lado miserable de la condición humana, la capacidad de quebrar el alma de otro ser humano sólo con un mero gesto, la mas apática indiferencia.

-"Tranquila Bele, estamos muy sensibles y no podemos tirar toda nuestra emotividad en un solo canal. Esperá. Seguro te llama. Tal vez viajó. Esperá. El mundo no tiene por qué estar girando a nuestro alrededor. Nosotras estamos en medio de una tormenta y nada podemos ver con claridad."

No lograba entender tu dolor pero sí fui testigo de como te enterabas que todo era posible, incluso lo mas infame.

-"Si pobre, debe estar súper ocupada" sinceramente dijiste.
-"Si, pobre" y me lo creías.

Tu interrogante pasó a ser mío y sin notarlo quedé a la espera de algo en lo que, hasta el momento, no había reparado. De a poco, mientras te miraba dormirte y cepillaba tu pelo con mis dedos, comencé un ejercicio, el de repasar una y otra vez los pasos dados y las consultas hechas.

Me veía, luego de haber asistido a una consulta con vos, regresar de incógnito al médico para extenuar dudas. Me detenía, no sólo en lo que adelante tuyo no había querido preguntar para proteger tus oídos, sino también en lo que no me había atrevido para cuidar los míos.

Reviviendo los últimos días de consultas con especialistas en medicina nuclear, oncólogos, radiólogos, cirujanos, me percaté de lo que parecía un detalle. Una expresión muda, un silencio extraño pero común a todos. Era una expresión, un gesto pero muy parecido al descreimiento. Miradas a cejo fruncido, a labios tensos, a lapicera en mano y puño cerrado en la otra, a manos tapando la propia boca como quién piensa o no puede creer lo que ve. Ninguno había dicho demasiado pero definitivamente era el denominador común. Todos quedaban anegados en lo mismo. Preguntando y repreguntando lo inverosímil. En forma recurrente, una y otra vez, te pedían fechas y detalles sobre la frecuencia de tus visitas a tu ginecóloga y los pasos seguidos. Era evidente lo no dicho, algo no cerraba para ninguno de ellos.

Al llegar a Rojas, te dedicaste a buscar los mejores referentes para el cuidado de tu salud y en cada disciplina. Así fue como tu asistencia médica se centró en la ciudad más próxima, Pergamino. Recordé como hacía años literalmente te habían hallado una llaguita en el cuello de tu útero. Como tal, fue tratada pero fue tratada como tal, por años.

Me culpé mucho por no haber estudiado medicina. Esa era mi conclusión, ya que de ninguna otra manera hubiera podido darme cuenta que algo no había estado bien en tu seguimiento. Me culpé por no haberte urgido a realizar tus controles aquí, donde siempre. Y también por prejuzgar, por pensar que en mi desesperación sólo quería encontrar un por qué, un cómo o un quién.

Entonces entendí la relevancia del llamado, tu único pedido. Saber que ciertamente te habían estado cuidando de la forma más genuina y humana, con sus aciertos y desatinos. Redescubrí tu corazón, fácil y tierno de emparchar, sólo con un llamado que nunca llegó.

Con "C" De Casa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora