"Cuadrículas Cómplices"

232 17 18
                                    

   Cada inicio de año el calendario se convertía en tu reloj. Podías analizarlo varias veces al día, de cerca en tu agenda o de lejos parada frente al de la cocina. Una y otra vez contemplando  el almanaque, como si se tratara de la Mona Lisa y robándote una sonrisa mejor, soñabas despierta,  mientras diagramabas y contabas el tiempo para poder viajar a Rojas y encontrarte con Walter.

   Cada hueco en el calendario, cada feriado, huelga, fin de semana largo, días de santos o próceres se volvían tus mejores aliados y las numeradas cuadrículas te guiñaban un ojo. Entonces, los martes trece eran de suerte, los viernes Santos, domingos de Ramo y las estaciones, todas, primavera.

   Todo se alineaba para que ocurriera y alternadamente con Walter cada fin de semana viajaban para verse.

-"Le dijiste a papá?" vos, buscando que yo tramitara por vos el permiso de tu cruce de frontera.

-"Más o menos" yo, habiendo empezado a gestionar el tema con él.

- " Y? Que dijo? "

   El trayecto Mar del Plata - Rojas, de seiscientos cincuenta kilómetros le llevaba doce horas al colectivo en llegar ya que paraba en cada pueblo a recoger pasajeros.

   El principal e insostenible argumento detrás del cual Mamá, Papá, la abuela y yo nos refugiabamos para no alentar tu idea era que eras "chica" para viajar sola. Mucho deliberamos entre nosotros y era unánime. No nos gustaba la propuesta. No queríamos que lo hicieras. Cada uno y con su sello personal daba su opinión pero ninguno se atrevió a decírtelo. Nadie lo hizo por una evidente razón.

   Si tus ojos, que lo decían todo, se hubiesen inundado ante nuestra negativa, la decisión no se hubiera podido mantener ni por dos minutos.
Tus ojos hablaban. Pero si lloraban, cosa prácticamente desconocida hasta el momento, cualquiera de nosotros nos hubiéramoss autodeclarado asesinos a sangre fría o bien hubiésemos caído muertos al piso y al unísono por corazones rotos.

Los miedos absurdos también tuvieron un rol protagónico. Un mundo repleto de "YSIS" atentaba contra tu plan.

-"Y si el chofer se queda dormido mientras maneja? "

-"Y si nadie le ayuda pobrecita con los bolsos? "

-"Y si nadie la va a buscar a la terminal? "

-"Y si se descompone en el camino? "

Nunca nadie se imaginó un " Y si le gusta tanto que no regresa?. Interrogante que de hecho, era el más probable.

En esos días, los diálogos entre nosotros parecían trabalenguas:

-"Ya sabes lo que pienso." papá.

-"Por eso pa, capaz que si se lo decís suavecito, lo toma bien y lo entiende." Dije queriéndome quitar la responsabilidad de comunicarte un "No".

-"Bah, yo que sé hija. Yo digo, pero a vos Belén te escucha mucho. Vos que pensás?" papá nuevamente.

-" Yo tampoco sé." subiendo un hombro, yo.

-" No sabés que cosa? " otra vez papá, ya confundido.

-"Nada." yo, delirante.

-" Yo tampoco". Papá coherente para coincidir conmigo.

-"Ah". Punto final.

Y así se bajaba el martillo de la subasta sobre quien hablaría con vos.

Tu edad era la coartada perfecta, nuestra inconsciente justificación colectiva para todo lo que desconocíamos de vos. Te podías valer por vos misma pero no lo sabíamos y creíamos no habértelo enseñado.

El día antes de tu primer partida la casa dejó de serlo. La cocina parecía una farmacia, el baño un spa, tu habitación una boutique y el hall de entrada la plataforma once de la terminal de ómnibus.

Era tanto lo que había que organizar y tanta la histeria de las tres que con mamá nos turnábamos para asistirte con los preparativos sin cruzarnos. Era uno de esos momentos sensibles, de esos en los que se tiene que pensar muy bien si cortar el cable rojo o el verde porque la bomba puede explotar al mínimo error.

Subimos y bajamos la escalera mil veces, planchamos y doblamos otras tantas, quitamos manchitas sobre alguna camisa a ultimo momento y nos gritamos hasta para hacer una pausa.

-"Pili, no se te ocurre hacer un café, no? " me preguntaste respondiendo y ciega de rabia no se muy bien por qué.

Horas pasaron hasta que finamente te ví cerrar el candado de la maleta, el cierre del bolso, el broche de la cartera y las tiras de una simpática mochila. Todo listo para setenta y dos horas.

En resumen, "chito". Nada dijimos. Todos fuimos a despedirte. Ese fue el acuerdo silencioso y grupal de la familia. Sonreímos un poquito tensos pero salió bien. Te hicimos "chau" con la mano y te pegaste al vidrio del ómnibus con la manito abierta, y tus ojos refulgentes.

Con "C" De Casa.Where stories live. Discover now