Varias personas que estaban dentro del bar de vez en cuando reparaban en ellos dos, no era tan común que dos adolescentes se juntaran, a menos que hubiera algo entre ellos, a tomar café, como adultos, metidos en su propio mundo, aunque ignoraran lo que estaban hablando, porque lo hacían a media voz.

—Julieta... —comenzó él, tornando sus facciones totalmente a otro estado anímico—. Hay algo que no me cierra. ¿Qué quiere ese pibe con vos?

Necesitaba saberlo. Su instinto gritaba que ese sujeto no era buena persona, o por lo menos, que estaba corrompido. Y quería causarle daño . No lo permitiría. Julieta Fellon se había vuelto mucho más importante de lo que esperaba. Tenía que prevenirla de él.

—Sinceramente, lo ignoro. Me estuvo molestando desde que arribó a Carillanca. No lo conocía. Fue amigo de Sergio. —su corazón dio una descarga cuando pronunció su nombre, hacía rato que casi no se acordaba de él. Se había borrado de su pensamiento de forma bastante extraña. No la perseguía como antes. Pero era inevitable recordarlo cuando el pelirrojo andaba cerca. Y, lo más excepcional de todo, es que casi no sentía culpa por no tenerlo presente. Como antes. Aunque a la vez, era un alivio que así fuera.

—Vi cómo te mira. Y no me gusta.

—¿Cómo me mira? —repitió—. No sé qué quiere conmigo.

Julieta ocultó lo que sabía de sus llamadas, y las veces que se interpuso en su camino. No necesitaba que Ariel se involucrara con Leonel. Ariel era el olvido de todo lo malo, y no podía mancharlo con sus problemas.

—Creo que es peligroso. Por lo que escuché hoy golpea a Carolina. Ese es un delito grave —cuando dijo eso, la miró con profundidad, temiendo de ella y ese lunático lo peor. Para que se diera cuenta de lo abismático de la situación.

Aunque solamente tenía 17 años, Ariel sonó mucho más adulto y maduro que cualquier muchacho que ella hubiera conocido, era como si supiera más de la vida que sus propios padres.

Julieta asintió. ¿Por qué no eran simplemente adolescentes normales? ¿O es que la adolescencia siempre era así? Podrían estar hablando de cualquier tema agradable.

—Escuché que es hijo de un comisario, de otro pueblo. Él no es de Carillanca.

—Así que el hijo del comisario... —meditó un segundo—. Ah... y eso le da derecho de molestar a cuanta gente se le cruce por el camino, total, «papá es policía y me va a cubrir» —completó Ariel de forma sarcástica.

—Ariel, no te metas, por favor —le reprochó ella—. El asunto con Leonel, es asunto de Sergio, y tal vez mío —dudó al decirlo, todo el mundo le negaba esa posibilidad. Pero a veces se sentía comprometida a intentar hacer algo, por su recuerdo.

Él hizo un gesto negativo.

—Estoy involucrado. Aunque no quieras. Estoy involucrado desde que él me involucró con vos. Estoy involucrado porque quiero, y porque me importa. Así que me vas a tener que contar toda la verdad, antes que se enfríe tu café. Tomálo —amenazó con el índice acusador. Pero aun así, su voz sonaba calmada y protectora—. Hoy me vas a decir tu verdad, Julieta —agregó, y tembló en su interior, ¿se animaría él a revelarse a ella?

Temía su rechazo, y el oscuro temor de hacer audible su propio trauma. Pero más sentía que se ocultaran parte de sus vidas. Pues, ambos estaban implicados con el otro. Sus dedos se estremecieron cuando levantó su taza en el aire.

Aquellas palabras vibraron sobre la piel de Julieta, como un cataclismo. Se dio cuenta de que algo ocultaba, algo importante. Y estaba segura de que estaba relacionado con lo que había ocurrido por la mañana. Se sintió especial por tenerlo cerca. A pesar de sus compañeras de clase, que también lo miraban con ganas, en el fondo sabía que los dos estaban para sí mismos. Cuidándose. No pudo evitar un suspiro, breve.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Where stories live. Discover now