Capítulo 42

Mulai dari awal
                                    

—Buen día —dijo Julieta, notándose tonta—. Yo no soy de decir obviedades.

—No claro que no —rio él—. El otro día no vacilaste tanto.

—Es cierto —reconoció la joven dando una mirada fugaz en
dirección a su casa, por las dudas—. No tengo excusas.

Abrió la puerta del coche encantada para sus adentros. Se estaba acostumbrando a esos detalles que la malcriaban. El interior del auto estaba caliente, aunque lo más seguro era que ella comenzara a hiperventilar en ese espacio reducido junto a él. Su sangre recorrió
su cuerpo como si fuese lava candente, su corazón bombeaba demasiado rápido, y sus dientes y sus piernas dejaron de tiritar.

—No tenés que tener miedo conmigo.

—Ya lo sé, desde el viernes.

—Si no hay problema, me gustaría pasarte a buscar, de ahora en más —comentó él sin darle demasiada importancia a lo que acababa de decir, como si hubiese dicho algo así como «hoy seguro llueve». El calor dentro del auto se le hizo cada vez más insoportable a
Julieta, deseó abrir la ventanilla y dejar salir volando a su corazón, quiso escapar de aquello totalmente inesperado.

—¿Eh...? Eh... Está bien... —respondió, no muy consciente de lo que decía, no daba crédito a ello, su mente tal vez todavía estaba dormida, era muy temprano. Pensó que esa actitud de él para con ella le traería complicaciones con sus padres si llegaran a verla, pero realmente deseó ir y compartir ese momento.

La apoyaba después de lo de Carolina. No la dejaría sola. Ariel se dio cuenta de que necesitaba que alguien la cuidara. A pesar de sus propios sueños, que estaban en otro lugar.

Por supuesto, llegaron a El Inmaculada mucho antes de lo que regularmente tardaba Julieta a pie. Faltaba como media hora para el tañido de la vieja campana. Pero ese tiempo pasó rápidamente. Hablaron de cosas banales y sin sentido sobre algunos de los chicos que iban acercándose a la escuela, autoridades que llegaban y que ella conocía.

Conrado custodiaba la entrada, como todas las mañanas, y hacía ademanes para que todos se apuren. Fue en el momento que observaron ese gesto, cuando llegó Carolina en la moto negra con Leonel. La reconocieron por el estruendo y el humo que desprendió de su caño de escape, dejando el auto dentro de una nube negra y el polvo de la calle.

—El persistente —lo reconoció Ariel, clavando sus ojos sobre los dos cuando se pararon delante de su auto. Era el mismo chico que los observó marcharse, hacía unos días. Y estaba con la chica que Julieta había golpeado en el aula.

Julieta vio como Leonel la tironeaba hacia él del brazo para obligarla a darle un beso en medio de esa polvareda. También se dio cuenta de que ella ya no estaba tan a gusto con él como antes. La vio sufrir, cuando sus labios se chocaron, Caro se lo quiso sacar de encima, ¿no era que estaba tan enamorada?

Un impulso de coraje la obligó a salir del auto con su portafolios en la mano y cerró de un portazo, solo para hacer acto de presencia. A ella a pesar de todo, le importaba su amiga. Estaba con un individuo que además la buscaba a ella misma. Por supuesto que no podía menos que intentar persuadirla.

Ariel inmediatamente la secundó sin pensarlo dos veces, no supo bien por qué había actuado así, pero lo sintió como un impulso inevitable. Él apoyaría lo que ella hiciera.

Aunque se habían matado la última vez, no podía dejar de pensar que Caro estaba siendo una simple víctima de ese chico abominable, que quería de Julieta, algo que ignoraba.

Leonel desvió su mirada, alterado con el sonido de la puerta del coche y seguidamente alejó a Carolina como si le tuviera asco. Sus ojos azules se posaron en Julieta de manera abrupta, y luego en Ariel. Y viceversa. Puso en funcionamiento sus neuronas. Parecía no creer
lo que veía. Aunque sus miradas ya se habían cruzado por una vez.

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