—Vos tenés que seguir con tu vida, Juli. Es así, a veces las personas se van, otras nuevas llegan. Date una oportunidad para conocer gente nueva y salir de esa depresión, te estás matando sola, y no es lo que nadie de los que te queremos esperamos. Salí, hacé nuevas actividades, no sé..., pero salí del cuarto. Y no pienses más en eso. Dejá que investiguen. Pero alejate. Vos tratá de hacer una vida normal.

—Caro y yo estamos distanciadas —soltó de pronto, para darle a entender a su hermana que estaba bastante sola.

—Y bueno, eso tal vez quiera decir algo, que necesitás amigos nuevos. Caro es tan diferente a vos. Por más que te quiera mucho. A veces no congenian. Vos sabés que hay cosas de ella que no compartís.

—Pero ahora tiene otras amistades. Son unos chicos de otro pueblo. Y ella sale con uno de ellos...

—Creo que es lo mejor que puede hacer, y vos también. Conocé gente nueva, eso siempre renueva el espíritu, Ju' —volvió a recomendarle.

—Conocí un chico... —dijo a media voz, aunque Camila notó que no sonaba entusiasmada.

—Bueno, ¡eso está bien! ¿Y cómo es? —en cambio a ella sí la había entusiasmado la idea de que alguien nuevo apareciera en su vida. Esperó una respuesta que tardó varios segundos.

—Es muy lindo.

La respuesta de Julieta la dejó anonadada, entonces, a pesar de que estaba sufriendo, ¿le gustaba esta persona que apareció en su vida? No sabía qué contestarle. Podía presentir que se debatía entre el recuerdo de Sergio, y ese desconocido...

—¿Cuál es su nombre? ¿Es de la escuela? —se interesó más, volviendo a recostarse sobre el respaldo del sillón subiendo los pies.

—Ariel. El apellido me lo olvidé, es italiano. No es del colegio. No sé casi nada sobre él, porque no habla mucho. Solamente lo veo tocando música clásica, dentro de la reserva ecológica.
Es como en los cuentos, pero tiene un carácter muy feo.

—Interesante. Y misterioso. Me gusta eso. ¿Cuántas veces lo viste ya?

—No las conté..., pero ya fueron varias.

—Entonces no le desagradás. Sino ni siquiera se hubieran visto —dedujo Camila, emocionada, mientras jugueteaba con los dedos de sus pies.

—¡Ah! Recordé que me dijo que la Reserva es de su familia, ¿cómo era el apellido...?

—Lestelle Piacenzi. ¿¡Lestelle Piacenzi!? —soltó Camila con voz alta, dando con la familia de la que su hermana le contaba—. Me sorprende que no los conozcas, tienen negocios inmobiliarios y el supermercado que está en el centro. Son la clase alta del pueblo. Así que un Lestelle Piacenzi... ¡Dinero no te va a faltar seguro, Ju'! —bromeó su hermana para poder distender la conversación—. Mirá, Julieta. Cuando a un chico le desagradás, o no quiere tener nada que ver con vos, te lo hace notar enseguida. O te lo dice directamente, en el mejor de los casos —reflexionó en voz alta.

—¡Pero no me gusta! O sea... No sé —admitió dubitativa—, lo único que me hace feliz al verlo es cuando toca música, con una flauta traversa.

—¡Qué romántico! —suspiró Camila—. Creo que la vida te está dando una segunda oportunidad para amar, Julieta. No tengas miedo de conocer a alguien, la vida es así. Los amores son así. El mundo es así. No hay que tener miedo. Y te vuelvo a decir, si le desagradaras, te habría mandado volar de su territorio a la primera.

—¿Aunque me hable mal?

—Supongo que estuvo a la defensiva. Te metiste en su lugar, sin permiso, ¿y querés que sea simpático...? Y no lo conocemos, además. Muchas veces juzgamos a las personas por la primera impresión. Yo creo que él quiere que lo oigas tocar —supuso Camila, suspirando—. Qué bonito eso...

Al otro lado del teléfono, Julieta guardó silencio unos segundos, parecía pensar. Ariel era un chico atractivo, no le había resultado inadvertido sus ojos grises, su nariz recta, su cabello que resplandecía cuando se colaba algún rayo de sol entre las ramas, su porte y su caminar, espalda ancha, cintura acorde, de andar sumamente varonil, ignoraba su edad, pero tenía apariencia de ser más grande que ella, que en comparación era flaquita, delgada, y la típica chica que todo el mundo quiere darle de comer para que engorde.

Tampoco se planteó que un chico así podría tener una novia, que podría no fijarse en una delgaducha anémica como ella, no pensaba en nada de esas cosas, porque la música era lo que sobre todo más la hipnotizaba, la encantaba desde su habitación por todo el camino hasta la entrada a la Reserva, y dentro de la misma, atrayéndola hacia él. ¿Se le podría llamar a eso gustar de alguien?

—Creo que me siento mejor —la voz al otro lado del teléfono sonaba tranquila.

—¡Qué bueno, Julietin! Tenés que empezar a ver todo lo bueno que hay alrededor tuyo. Dejá que la justicia o la familia de Sergio se hagan cargo de lo demás. Y si se mató —no dejó que la voz siquiera le temblara al decirlo—, tené por seguro que no fue por tu culpa. Vos ya estás desvinculada. Aunque duela decirlo. Andá a dormir, nena. Es tan tarde... —bostezó mirando el reloj, eran las cuatro y cuarto. Cuando les llegara la boleta del teléfono, los padres querrían asesinar a sus hijas.

—Bueno, gracias, «hermana adulta». Me voy a dormir más aliviada —y rio bajito, para que nadie escuchara nada.

—Julieta, la vida es dura. Esto es solo el principio de lo que te está mostrando. Algunos tienen realidades mucho más complicadas. Te lo digo yo que veo todos los días cada cosa en el hospital. Por eso hay que aprender a superar y seguir. Y siempre ver el lado bueno de todo. Yo sé que en realidad sos fuerte. Te falta descubrirlo. Pero lo vas a conseguir.

Se despidieron por otros quince minutos más. Y Camila colgó el teléfono. Volvió a su habitación y seductoramente se arrastró dentro de las sabanas para abrazar el torso de un hombre que dormía en paz.

—¿Quién te llamaba a estas horas? —preguntó con voz grave, respondiendo a ese abrazo, y besando la cabellera de Camila.

—Mi hermana, todavía le duele la pérdida de su novio. Ahora está mejor, durmamos... —y lo abrazó con más fuerza todavía, enredando sus piernas y brazos en señal posesiva.


© Luciana López Lacunza

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Hola! disculpen mis nuevos horarios de actualización, pero tengo mi sueño cambiado. Les mando abrazos y nos leemos mañana! 

© Tardes de Olvido [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora