Presentable. (98)

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Daniel.

    Una puta semana de la pelea con Lucía,  de esa puñetera idea que será irreparable por culpa de la distancia.

    Aunque, en cierto modo, esa pelea me ha hecho un favor.

    Me ha abierto los ojos y hace que su ida me duela menos, sabiendo que para ella no soy, ni fui, absolutamente nada más que un juego.

    Celia sigue aquí en Madrid, le he dicho que de aquí a que acabe con las grabaciones y demás pasarán entre seis meses y un año, no más, entonces nos iremos ella, el bebé y yo.

    Os preguntaréis, ¿vas a ser el padre? ¿Tienes algo con Celia?

    No, no voy a ser el padre y tampoco tengo nada con Celia. Únicamente voy a ayudar a mi mejor amiga a criar a su hijo, y a muy buena honra.

    -¡Dani, baja de una maldita vez, llevo media hora llamándote!

    Hablando del angelito de metro sesenta que nos ocupa la casa con sus gritos, comida y demás.

    Decido levantarme e ir a la cocina donde me la encuentro con mirada de desaprobación.

    -¿Por qué no estás ya vestido?- cuestiona a modo de regañina.

    -Lo siento, seguía en la cama, es que ayer estuvimos mucho tiempo en el estudio y, bueno

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    -Lo siento, seguía en la cama, es que ayer estuvimos mucho tiempo en el estudio y, bueno...- balbuceo pretendiendo excusarme.

    -Daniel Oviedo Morilla, tenemos que estar en el ginecólogo en media hora, ¡no intentes excusarte! ¡Te lo dije hace tres días!- regaña soltándose el pelo de la coleta mal hecha que llevaba- Corre a ducharte y vestirte, te quiero aquí en cinco minutos, sin anillos, ni cadenas, peinado y presentable.

    Asiento con la cabeza y subo a paso rápido y saltando los escalones de dos en dos.

    En menos de cinco minutos me ducho y arreglo. Bajo corriendo las escaleras dándole unos últimos toques a mi tupé con mi mano izquierda.

    Justo delante de la puerta de la cocina me encuentro a Celia negando con la cabeza y cogiéndome de la mano para, a continuación, tirar de mí hasta la puerta de salida y cierro la puerta tras nosotros.

    -Me debes un desayuno, que me llevas a tirones y sin comer- bromeo con una sonrisa juguetona mientras pido el ascensor.

    Asiente y me da una colleja, a continuación, sonríe triunfal poniendo sus manos en sus caderas y levantando la cabeza levemente.

    -Tú me debes tranquilidad- contraataca adentrandose en el ascensor y yo la sigo.

    -¿Tú sabes lo que pasa en 50 sombras de Grey cuando están en el ascensor?- digo sin mirarla sonriendo.

    -Sigue soñando, Oviedo- dice sin dirigir su vista a mí.

    -Oh, no, señorita Callejas, ¿me estás rechazando?

    -Oh, sí, señorito Oviedo, ¿ya lo has captado?

    Llegamos al garaje y nos montamos en el coche y, entre bromas llegamos a la clínica.

    -Bájate y ve diciendo que has llegado, yo voy a aparcar- digo quitando el seguro del coche, ella asiente, me besa la mejilla y sale del coche.

    Espero hasta asegurarme que entra a la clínica y, acto seguido, emprendo mi búsqueda de aparcamiento.

    Tras veinte diez minutos buscando, doy con un parking con plazas libres, aparco y salgo, cierro el coche y voy a paso rápido hasta la clínica.

    Al llegar me encuentro con Celia esperándome nerviosa, jugando con sus dedos y el bajo de su camiseta.

    Cuando me ve sonríe, me guiña un ojo y lanza un beso y suelta una carcajada, me hace un gesto para que me acerque.

    Su frescura y alegría es como la de Lucía y eso me va a hacer caer en un agujero del que esa frescura y alegría me ayudará a salir.

    Adoro a mi mejor amiga.

    Amo a Lucía.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora