Me llamo Lucía. (1)

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Lucía.

    Me llamo Lucía, soy una chica morena, bajita y de ojos marrones.

    Llevo esperando treinta horas en la puerta del Centro Comercial Los Arcos, en Sevilla.

     Estoy cansadisima, llevo todas estas horas aquí para ver a mis ídolos, Gemeliers, la verdad, merece la pena.

     Hace ya un buen rato que han llegado los gemelos y han empezado a firmar.

    Son las 18:30, soy la numero 65.

    Vale, me toca ahora y no sé ni qué decir, ni que hacer.

    Lucía, respira.

    Respira venga.

    Vamos, intenta parecer una persona equilibrada.

    No lo soy.

    Subo y no me dejan acercarme a Dani hasta que acaba con la niña que iba delante de mi.

    Me dejan acercarme y únicamente doy un par de pasos.

    Cuando termina de firmar el disco me acerco y lo abrazo, abrazo el cual me corresponde sin impedimento alguno.

    —No me sueltes nunca— susurro en su oído.

    —Ojalá pudiera quedarme así, pero tengo que atender a las demás princesas, lo siento— dice con expresión de pena y lo abrazo de nuevo.

    —Te quiero— le digo al oído.

    —Yo más, princesa— susurra en mi oído con voz ronca.

    Ups, ¿y mis bragas?

    —Adiós, mi amor— le cojo la cara mientras me tiene abrazada por la cintura.

    Me dirijo hacia Jesús, cuando noto una mano sujetando mi brazo.

    —Una cosa, ¿como te llamas?— dijo mirándome a los ojos.

    —Me llamo Lucía— tira de mi brazo acercándome a él, me guiña un ojo, me besa la mejilla y me libera de su agarre.

    Voy hacia Jesús y lo abrazo con ganas.

    —Hola, mi amor— dice tiernamente.

    —Hola, ¿qué tal?— dije yo animada.

    —Genial— dice y me da un beso en la mejilla— A ver, princesa, ¿cómo quieres tu foto?

    —Pues yo...— me quedo pensativa sin saber que decir— ¿Qué tal foto kiss in my mouth?- le echo una mirada pervertida.

    —Solo por ser tu— ríe y me da un corto pero suave beso en los labios.

    —Te quiero— solté sin más.

    —Oye, Jesús, aligera— dice Dani bastante seco y cortante.

    —Relajate, anda, que estoy tardando menos con él que contigo— dije y se dio la vuelta y continuó a lo suyo.

    —Déjalo, la menstruación— reímos ambos y me da un beso en la frente— Adiós, princesa— le besé la mejilla y me fui.

    —Lucía, te das cuenta de lo que acaba de pasar, ¿no?— cuestionó mi adorada amiga Julieta.

    —¿De que se supone que me tengo que dar cuenta?

    —A Dani le ha dado un ataque de celos cuando Jesús te ha besado— espetó emocionada.

    —¿Tia? ¿Que te estás inventando ahora, loca? No, no y no. Son imaginaciones tuyas— dije yo intentando que Julieta cambiase de opinión, pero no veas si es cabezona.

    Tras un paseo hasta llegar a mi casa, en la que, por cierto, solo está mi hermano, soltamos las mochilas y los zapatos en mi dormitorio.

    Debería de hablar con José, para que nos prepare la cena, dado que estamos reventadas y el es el adulto responsable.

    —Os preparáis la cena solitas, que tenéis edad— suelta mi hermano con tranquilidad.

    Hay confianza, a decir verdad, Jules es como de la familia.

    La conocemos desde siempre, pasa la vida aquí o yo en su casa.

    Somos de esas mejores amigas que son confundidas con hermanas u homosexuales.

    Al final, acabamos comiendo bocadillos.

    —Tengo un sueño que me caigo— digo finalizando con un bostezo.

    —¿Me lo vas a decir a mi?— cuestiona sarcástica a la par que se lanza en la cama.

    —Si, zorra— contesto tumbándome y apagando la luz.

    Bostezamos a la vez.

    —Que descanses, enana.

    —Bueno noches, rascacielos.

Lucía en multimedia.

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