Heroína de mi propio desliz. (49)

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Daniel.

     Me ha tratado como si fuese escoria, ya veo lo mucho que me quería que por aquí que por allí.

    Mentí, lo sé, pero yo partiéndome la cabeza para prepararle una comida en un buen restaurante y ella pateándome el culo.

    De verdad, cada vez peor, ésta vez quien está cansado y harto soy yo, no soy una mierda del suelo que esquivar o pisar.

    Me monto en el coche, arranco y piso el acelerador a fondo.

    Algo se cruza en mi camino y, aunque intento parar, es en vano.

Lucía.

    No me lo puedo creer o, por lo menos no quiero.

    He sido una completa imbécil y...

    Qué cojones?

    Se escucha un frenazo y un fuerte golpe.

    —Qué coño ha pasado?— pienso en voz alta dirigiéndome al sitio del que procede el ruido.

    —Lucía, quieta, podría ser peligroso— grita mi madre.

    —Ayuda, por favor, un Mercedes negro ha chocado contra— grita una mujer histérica.

    No me lo pienso ni un segundo y hecho a correr.

    Joder, seguro que es Daniel, por mi culpa.

    Llego al lugar del accidente y sí, joder, es él.

    Me quito los tacones, dejándolos en mis manos y me acerco al coche de Dani.

    Está el seguro puesto, joder, qué hago?

    Miles de ideas inútil pasan por mi cabeza hasta que doy con la buena.

    Con un tacón y todas mis fuerzas consigo romper la ventanilla del conductor.

    Quito el seguro y abro la puerta.

    —Lucía— musita Dani.

    Está consciente.

    —Estoy aquí— susurro acariciando su pelo— háblame, dime lo que sea, no te calles— indico agachándome sobre él con cuidado.

    —Te quiero— susurra y tose, el cinturón no se abre, por más que no intento, no puedo— no puedo seguir hablando.

    —Háblame, joder— le doy un pico— háblame, hazlo por ti, por mi, por tu familia y por todos.

     —Necesito que por una vez, no pienses en el resto, piensa en ti, no te hago falta— masculla débilmente.

    —Dani, yo te quiero, no digas que no me haces falta, si te pasa algo, me muero, literalmente— confieso— una navaja o lo que sea, por favor— grito.

    —Toma— me ofrece su navaja un muchacho.

    —Gracias— agradezco cortando el cinturón de seguridad— Dani, habla.

    —No puedo más— susurra.

    —No te des por vencido— termino de cortar el cinturón.

    —Voy a salir de ésta?

    —Como que me llamo Lucía, que tu sales de esta.

    Con cuidado comienzo a sacar su cuerpo ensangrentado del vehículo.

    Con ayuda de Jesús, que no sé cuánto lleva aquí, lo tumbo en la acera.

    —Lucía, puedo ayudar en algo?

    —Apoya su cabeza en tus piernas— indico sin poder aguantar las lágrimas.

    Jesús hace lo que le indico con sus ojos bañados en lágrimas.

    —No lloréis— dice Dani.

    Comienzo a tomarle las pulsaciones, están bastante bajas.

    Hay que pasar a mayores, comienzo a hacer presión en su pecho para que su corazón bombee con normalidad y tras varios intentos, lo consigo.

    —Gracias por todo— agradece Jesús entre sollozos.

    —Todavía no ha acabado, te prometo que Dani va a volver al Rocío Jurado.

    —Ambulancia, ya estamos aquí— dicen unos enfermeros que llevan una camilla a la cual lo suben.

    —Llega a ser por ustedes y este chico hoy muere— grito histérica.

    —No hemos podido llegar antes.

    —Me da igual cuando puedan o no llegar, se les va a caer el pelo como a este chico le pase algo.

    —Tranquila— musita el herido— estoy bien.

    Le cojo la mano y le doy un leve apretón.

    —Trátenlo bien o conocerán las consecuencias que traen las imprudencias médicas— amenazo.

    Jesús me coge el brazo.

    —Relájate.

    Lo meten en la ambulancia donde lo conectan a infinidad de máquinas.

    —Un acompañante?

    —Su hermano— respondo empujando a Jesús.

    Jesús me mira pidiéndome permiso y asiento, se monta en la ambulancia y se van.

    Y es ahí, delante de todo el mundo donde me derrumbo a llorar.

    Aunque la gente este diciéndome que soy una heroína, me siento fatal. 

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora