Te quiero, gitana. (52)

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Lucía.

  —Tú no tienes culpa de nada, yo aceleré sin mirar por donde iba, tú has hecho que esté respirando, hablando y a punto de volver a besarte— suelta tranquilo— quiero un beso.

    —Yo te doy un beso— digo acercándome nuevamente a su boca— dónde quieres exactamente el beso?

    —Si te digo donde lo quiero, te vas, así que, en la boca.

    —No quiero ni saber a donde te refieres.

    —Quiero irme de aquí— se queja.

    —Has tenido un accidente, no seas quejica, Daniel— replico.

    —Daniel queda muy serio— hace una pausa pensativo— pero si lo dices tú, me pone.

    —Gilipollas— exclamo riéndome y me acerco a su oído— tu me pones, sin más— susurro y hago un leve puchero inocente.

    —Gilipollas— exclamo riéndome y me acerco a su oído— tu me pones, sin más— susurro y hago un leve puchero inocente

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   —Cuando salga de aquí te la voy a meter hasta que te salga el semen por la nariz.

   —Demasiado directo— río.

   —Te puedo contar un secreto?— asiento sonriendo y me vuelvo a acercar a su oído— en realidad si estaba en estado de shock.

    —Y por qué me dijiste que no?

    —Para hacerme el machito.

    —Dani, enserio? No eres menos hombre por sufrir un shock postraumático— suelto seria— además, aunque fueses una nenaza por ello te querría igual.

    —Te quiero mucho, joder— sonríe ampliamente enseñando sus dientes perfectamente blanqueados.

    —Yo también— sonrío— lo mejor será que me vaya, tienen que entrar tus padres y Carlos, además, Jesús me espera.

    —Jesús? Estáis juntos otra vez?— encojo los hombros— vi como te besó al salir corriendo del restaurante.

    —Me besó el, además, vamos a hablar únicamente, no creo que volvamos— suspiro— y menos ahora.

    —No quiero ser un impedimento para vosotros, sed felices— suelta agachando la cabeza y río conmovida.

    —No es por ti, tonto— me mira extrañado— cosas de chicas.

    —Desde cuándo es gay?

    —No lo es, es para que te calles— me lanza una mirada asesina— te quiero, gitana.

    —Dios, no recordaba ese apodo— comenta soltando una sonora carcajada— quiero volver a cuando estábamos así de bien, aunque no nos besábamos, estábamos tranquilos pasándolo bien.

    —Te acuerdas de la noche en mi casa con Celia, Jules, mi hermano, los chicos, vosotros y yo?— asiente sonriendo— se sintió tan bien el ambiente.

    —Pero, tú pasaste todo el tiempo con Jesús, me abandonaste.

    —Porque no todos sabían la verdad de lo de Jesús y mío— reprocho— además, tú y yo no éramos más que amigos.

   —Qué dura, Lucía— comenta riéndose a carcajada limpia.

    —Dura te la pongo a ti— río— ha sido un lapsus, no te emociones— advierto— ya enserio, me voy a salir, el olor a enfermo me pone mala, irónico, no?

    —Después vuelves a entrar, eh.

    —Sí, papi.

    —Oh, yes, Daddy, fuck me, Daddy— imita gemidos femeninos con voz de pito, causando así, que una estruendosa risa se apodere de mis cuerdas vocales.

    —Te quiero, mejórate, adiós princeso— lo beso rápidamente y me dirijo a la puerta, la abro y antes de salir me giro hacia él— te quiero mil, gitana.

    Sin dejarlo hablar salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

    Camino en silencio por los blancos pasillos hasta salir de la sección y entrar a la sala de espera.

    —Qué tal está?— pregunta el padre de los gemelos levantándose rápidamente del asiento.

    —Habla como si le hubiesen dado cuerda y recuerda todo, por lo menos lo que a mí respecta.

    —Menos mal— suspira Eva aliviada.

    —Quién pasa ahora?— pregunta Carlitos.

    —Yo, por favor— ruega Eva.

    —Eso lo decidís entre vosotros, a mí no me metáis en camisa de once varas.

    —Lucía, tenemos que hablar— suelta Jesús serio dejando a todos atónitos— qué? No podemos hablar?

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora