Dani Grey. (51)

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Lucía.

    —Estoy aquí— musito sentándome en una silla que está al lado de la camilla— cómo estás?

    —Lucía— susurra asombrado.

    —Anda, cuéntame algo— insisto— qué lees?— pregunto fijándome en el libro que tiene entre sus manos.

    —Harry Potter.

    —Cuál de ellos?

    —El legado maldito— responde y sonrío— no tengo más ganas de leer.

    —Anda, trae— digo cogiendo el libro que tiene entre sus manos— marcapáginas?

    —En la mesa— indica posando su vista en la mesa.

    Lo cojo y lo pongo en el libro justo por donde lo tenía abierto.

    Suelto el libro en la mesa y cojo su mano y la acaricio con mi pulgar.

    —Cómo te sientes?— pregunto mostrando mi mejor y más falsa sonrisa.

    En el fondo estoy destrozada, completamente hecha migajas.

    —Bueno, algo magullado y demás pero el médico dice que, dentro de lo que pudo ser, estoy bien— contesta sonriendo vagamente.

    —Lo que diga el médico me da igual— me mira con asombro e incredulidad— quiero saber cómo te sientes— insisto— si te duele algo, si recuerdas con claridad y esas cosas.

    —Recuerdo que me salvaste la vida y en cuanto salga de este hospital te compensaré.

    —No, Dani— suspiro— sigue hablando, por favor.

    —También recuerdo que te quiero y que he estado jugando con la estabilidad mental de mi hermano, no diciéndole nada más que tu nombre, para que te buscase— confiesa mostrando una sonrisa ladeada.

    —Jesús está fatal y a ti no se te ocurre otra cosa que bromear?— pregunto en retórica y ríe— por favor, esto es muy serio, tú sabes lo que puede pasar cuando las personas entran en shock tras un accidente?

    —Que su cabeza vaya de puto culo— responde antes de que continúe— y bueno, sí, bla, bla, bla, si no lo hacía no te buscaría tan rápido.

    —Yo ya estaba aquí— informo— yo ya había llorado me había culpado y me habían quitado la culpa en la sala de espera cuando llegó tu hermano.

    —Tú no tienes la culpa.

    —Todo el mundo dice que la tienes tú, por imprudencia y, creo que me lo voy a acabar creyendo.

    —Todavía puedo hacerte cosquillas— amenaza señalándome con su dedo índice mientras deja escapar una sonora carcajada.

    —Cosquillas le iba a hacer yo a la recepcionista— bromeo— es una amargada, no me quería dejar pasar ni decirme dónde estabas— relato con una pizca de indignación— creía que yo era una fan, menos mal que ha llegado el sexy enfermero de ambulancia para decirle que te salvé y toda esa mierda.

    —Sexy enfermero? Pero si lo puteaste en la ambulancia.

    —Eso es con lo que te has quedado de todo lo que he dicho?

    —Y con que no te dejaban pasar— responde con obviedad.

    —Te echo de menos— suelto agachando la mirada.

    —Me tienes aquí, no estoy en Madrid aún.

    —No es eso, joder.

    —Entonces, por qué me echas de menos?

    —Echo de menos lo nuestro— suspiro— el pequeño nosotros que había delante de Madrid.

    —Bésame— sentencia y lo miro alzando una ceja— bésame— repite decidido.

    —Dani, no es correcto en estos momentos, no es el sitio y, bueno, no.

    —Estando sangriento dentro de un coche me besas y curadito como el queso y en una camilla no?— pregunta irónico— bésame, ya— hace una pausa— a menos que quieras que me quite las vías, cierre el pestillo y me ponga en plan Grey.

    —Uy, Dani Grey— pronuncio pensativa— grr, me pone.

    —No lo repitas, que te follo en un hospital con todo el morbo— amenaza— bésame ya, anda, que me han dicho que no mueva la cabeza demasiado.

    Lo beso lentamente, un beso deseado, ansioso, con amor.

    No sé exactamente cuánto tiempo nos hemos estado besando, pero ha sido magnífico.

    —Lo de la cabeza es porque estás tonto— susurro con la respiración agitada a centímetros de su boca.

    —Qué ataque más gratuito— se queja.

    —Te quiero.

    —Yo más, gatita.

    —Lo de gatita es nuevo, no?

    —Me gusta decirte gatita, gatita.

    —Pues, me gusta que me llames gatita, reina— bromeo.

    —Qué es eso de reina?

    —Me gusta decirte reina, reina.

    —Vale, eso me lo merezco, gatita.

    —Lo siento, sé que me pasé esta mañana, no sabía nada, aún así, no es escusa, no paro de cagarla y encima estás aquí por mi culpa.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora