Caprichosa. (94)

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Daniel.

Vale, no termino de asimilarlo, Celia está embarazada, todavía el chaval que la ha preñado no lo sabe y, según me parece el chaval, que por cierto, nunca me gustó, la va ha dejar tirada.

Tirada y preñada, buena combinación.

Sinceramente, nos veo muy jóvenes pero, si el chico no se quiere hacer cargo del bebé, yo me haré cargo encantadísimo, ayudaré a Celia en todo lo que pueda, sé que ella lo haría por mí. El problema es que yo no me puedo quedar embarazado.

Muy gracioso Dani, al club de la comedia que vas.

Gilipollas.

Ahora mismo la próxima mami está echándose una siesta, dado que se ha cansado por el viaje, la entiendo. Además, ahora todo lo que sienta, lo sentirá el doble, hasta los calentones.

Mientras ella duerme, yo estoy preparando algo de comer y, anteriormente, recogí un poco mi habitación.

Cuando veo que la pasta está cocida y que la salsa de tomate está hirviendo, apago los fuego, aparto los macarrones y los paso por el colador y los echo en la salsa de tomate.

Compruebo que está todo apagado y cojo mis llaves y salgo de la casa para ir a la pastelería de la esquina a comprar una tarta de chocolate para mi invitada.

Compro una tarta de tres chocolates y vuelvo a casa, meto la tarta en la nevera y vuelvo a encender el fuego para calentar los macarrones con tomate.

Cuando están calientes, vuelvo a apagar el fuego, los sirvo en dos platos y, lo que sobra, lo dejo en la sartén. Pongo los cubiertos, las servilletas y los platos en la mesa y salgo de la cocina.

Voy a la habitación y me acerco a Celia para despertarla cuidadosamente.

-Celia, la comida está lista- infomo en un susurro y le acaricio el brazo.

Lentamente abre los ojos y me hace un gesto con la mano para que acerque mi cabeza a la suya.

Lo hago y posiciona su boca en mi oído y, cuando pensaba que me iba a contar algo o a decir algo bonito, eructa.

Sí, habéis leído bien, me ha eructado en el oído.

-Asquerosa.

-Te quiero, tonto- dice incorporándose y revolviéndome el pelo- ¿Qué has hecho para comer?

-Macarrones con tomate estilo Dani- digo orgulloso como si se tratase del mayor tesoro del mundo y ella enarca una ceja y sonríe- También he comprado tarta.

-Te perdono la intoxicación que voy a sufrir porque me has comprado una tarta, que sino te mataba, lenta y dolorosamente- amenaza señalándome con su dedo índice.

-Lucía y tú sois iguales- murmuro con una sonrisa triste.

-Claro, porque yo soy alta, tengo los labios carnositos, tengo sus curvas, su voz...- enumera y la interrumpo.

-No me refiero a eso, tonta- suspiro- Me refiero a que os expresais y gestualizais igual.

Asiente mirándome dudosa y se levanta, a continuación, sale decidida de la habitación y se dirige a la cocina seguida de mí.

Jesús le habrá hecho un súper house tour de los suyos.

Se sienta en uno de los taburetes altos y se cruza de brazos mirando la mesa con la comida puesta al otro lado de la isla.

-Lo primero, eso estará helado- comienza a decir- Lo segundo, ahí no veo ninguna tarta- continúa- Y tercero, quiero comer aquí.

-Caprichosa- le hago una suave caricia en la espalda y le beso la mejilla.

Cojo las cosas de la mesa y las coloco en la isla y saco la tarta de la nevera.

Me siento a su lado y comienzo a comer.

Aplauso mental por ponerlos ardiendo para que ahora estén calentitos pero no achicharren ni estén fríos.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora