Harto. (80)

145 9 0
                                    

Lucía.

     Escucho pasos y la puerta de la habitación de al lado cerrarse de un portazo.

    Yo, que aún estoy apoyada en la puerta de mi habitación, me deslizo hasta quedar sentada en el suelo apoyada en la puerta.

    Empiezo a escuchar gritos enfurecidos al otro lado de la pared y pego la oreja.

    Ay, la que he liado.

Jesús.

 

  —Es que no puede montar esa escenita por celos, además que son unos celos irracionales, ella me ha dejado bien clarito que no quiere nada conmigo, pero tampoco puedo tener nada con otra— espeta Dani enfadado.

    —Dani, cálmate.

    —Estoy harto de Lucía, se cree que soy su monito de feria, que le tengo que reír todas las gracias, pues no. La cuido, la divierto, le doy cariño, la quiero— enumera— Pero ya... Ya no aguanto más, no aguanto sus berrinches de niña de 15 años—hace una leve pausa— Ah no, que es lo que tiene, no es más que una niñata mimada que va por ahí de madura y lo único que es, es una puta.

    —Dani, cállate y no me calientes a mí también, que hoy no ganamos para disgustos— intervengo esta vez yo.

    —Jesús, tengo razón, mucho decir que Mar es una buscafamas, pero en cuanto hiciste la relación pública te puso los cuernos. Va a lo que va, hace lo que le da la gana sin pensar en los demás y, sinceramente, yo ya paso.

    Salgo de la habitación, enfadado, más que nada porque sé que tiene razón.

    Bajo las escaleras rápidamente, recojo la ropa que me quité anteriormente, me visto y salgo a despejarme un rato.

Lucía.

    Quien crea que ha estado mal que suelte todo eso se equivoca.

    No nos engañemos, ha dolido, pero ya sé lo que piensa de mí, y no, no me pienso arrastrar, eso sólo hará que tenga algo más en mi contra y, sinceramente, no me apasiona la idea.

    Tengo una presión en el estómago que no me deja tranquila.

    Me embarga un sentimiento de quiero y no puedo.

    No puedo dejar de llorar y, para colmo, tengo enfrente uno de mis grandes espejos, a través del cual, veo todos y cada uno de mis defectos físicos, sobretodo mi notable sobrepeso.

    Los médicos dicen que estoy sana, que unos kilos menos me chafarían la salud y la silueta, pero yo no me veo bien.

  Me levanto decidida hasta el cristal y lo rompo de un puñetazo, sin importarme los cortes que me haya podido causar y, simplemente lloro.

    Caigo al suelo de rodillas por la falta de energía de mi cuerpo y escucho alguien correr y abrir la puerta de mi habitación, para, a continuación, correr hasta mí y tirarse al suelo y abrazarme.

    —Vete, te puedes cortar— mascullo entre lágrimas.

    —Ya me he cortado y me da igual— impone la inconfundible voz de Dani.

    Me coge y me pone encima suyo y me sigue abrazando a la par que me mece lentamente.

    —Dani, enserio vete, no tienes que cuidarme, tienes razón— sentencio.

    —¿Lo escuchaste todo? Joder, Lucía nada era cierto lo dije en pleno enfado— se excusa— Te quiero, Lucía.

    Con las pocas fuerzas que me quedan, le cojo la cara y lo beso, él me lo sigue gustoso.

    Es un beso tierno y necesitado, joder que bien se está en sus labios.

    Nos separamos y acurruco mi cabeza en su pecho mientras que él me besa repetidas veces la cabeza.

    Me siento tan sumamente bien que no quiero que el momento acabe, que sí,  que he tenido que liarla para que esto pueda acabar así, pero ya, ¿qué más da?

    ¿Ahora cómo le vuelvo a rechazar yo?

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora