Elegante y sensual. (11)

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Lucía.

    Tras la discusión con Jesús, no he vuelto a hablar con él, ni con Julieta.

    La verdad, es normal, no cojo el móvil para nada y no salgo de mi dormitorio.

    No he parado de llorar desde que se fue ayer, no he dormido y, tampoco he comido.

    Para mejorar la situación tengo a mi hermano como un lorillo, pegado a la puerta intentando convencerme de que deje de llorar.

    —¡No llores por semejante gilipollas, no te merece!— exclama mi hermano desde el otro lado de la puerta.

    —Vete, por favor— mascullo.

    —No— reprocha— ¿Puedo entrar?

    No se cansa.

    ¿Y si lo dejo entrar ahora para que se calle?

    Sí, eso voy a hacer.

    —Pasa— cedo finalmente.

    Se abre la puerta, dejando ver a mi hermano con su amigo Mario.

    —Tu— digo refiriéndome al sujeto ya nombrado— Aquí no pintas nada.

    —Lucía, relaja, está aquí porque yo se lo he dicho— replica mi hermano.

    —¿Y tú para qué le dices nada?

    —A ver— musita tomando iniciativa en la conversación— Tenemos un plan, tu te arreglas y vienes conmigo, ya que, hoy los gemelos van a estar en mi discoteca.

    —De verdad me vais a obligar a ir a ver a los gemelos?— pregunto acompañado de una risa sarcástica— Ni de coña, me niego, va a estar además, la novia de Dani, y a saber si la de Jesús.

    —Ahí actúo yo, tu vas a estar bailando y pasándolo bien con Mario y Manu, mientras que yo, voy a vigilar donde van para que estés siempre cerca— dice mi hermano malicioso.

    —Tienes que enseñar pechuga eh— dice Manuel apareciendo por el umbral de la puerta— Que vean lo que se pierden.

    Tenían un buen plan los hijos de puta.

    Voy a hacerlo, me da igual todo.

    Que les folle un pez polla.

    Uy, que agresividad.

    —Lo harás?— cuestiona Mario.

    —Lo haré.

    Bien, a elegir ropa, se presenta una noche movidita.

    —Va a haber que repartir trabajo— propone mi hermano.

    —Bien, mientras yo me ducho y demás, tú— señalo a Manu— a cocinar, tú— señalo a José— saca todos mis zapatos de tacón y prepárame las planchas y las tenazas, y tú— señalo a Mario— vigílalos, no me vayan a quemar la casa.

    Mario y yo reímos, mientras que mi hermano y su otro amigo, se hacen los ofendidos.

    —Venga, todos a sus puestos— exclama José dando palmas.

    Me ducho y cuando salgo, entro a mi vestidor.

    Algo provocativo y sensual.

    Reservando, tambien, la elegancia.

    Bien, tengo varias opciones.

    —Chicos— grito y vienen todos corriendo a mi habitación yo salgo del vestidor ya vestida.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora