Necesito saberlo. (75)

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Lucía.

    —Lucía, luego hablamos— sentencia el moreno levantándose apresuradamente de la cama y saliendo de la habitación.

    Mierda, yo quería saberlo.

    Quiero saberlo.

    —¿Cómo está mi soltera favorita?— pregunta tiernamente Jules al tiempo que se sienta en una esquina de la cama.

    —¿Soltera? ¿Qué dices?— cuestiono sobresaltada— Dime qué pasó anoche.

    —Aún no lo sabes, pues... Mejor que te lo cuente Dani, es el más indicado— murmura insegura— Por cierto, no vuelvas a beber, nunca más. Que normalmente no bebes, pero cuando bebes, no paras.

    —¡Es enserio, necesito saber qué cojones pasó anoche!— exclamo enfadada.

    Julieta se levanta de la cama y coge una bolsa de patatas fritas, la abre e introduce uno de los aperitivos en su boca y, sin más dilación, se va de la habitación.

    Levanto mi tronco de la cama, quedando incorporada y, seguidamente cojo la almohada y la estampo contra mi cara ahogando un grito de desesperación.

     Me deshago de la almohada en un rápido movimiento y salgo decidida de la habitación.

    Mis pies me guían hacia el sitio en el que más segura me puedo sentir.

    En una situación cualquiera, diría que en los brazos de Jesús, pero no, esta no es una situación normal.

    Sin pensarlo ni un segundo golpeo la puerta del dormitorio de mi mejor amigo, mi confidente.

    Él abre la puerta dedicándome, como siempre, su preciosa y amplia sonrisa. Al ver mi cara de comer limón, su sonrisa se desvanece y se convierte en una línea recta.

    Nos miramos a los ojos por unos segundos, como si nos lo estuviesemos contando todo y, finalmente, no puedo contener las lágrimas y lanzarme a abrazarlo.

     —Guille, por favor, necesito saberlo todo, todos me dan a entender que la cagué, pero yo no sé qué pasó—  le suplico llorando en su pecho— Por favor, Guille, te lo suplico.

    El se separó suavemente de mí, se puso a mi altura y con sus pulgares secó mis lágrimas, para después cogerme ambas manos y tirar de mi hacia el interior de la habitación.

    Tras cerrar la puerta con un suave gesto de su pie, me condujo hasta la cama donde se sentó y, gestualmente, me indicó que me sentara a su lado.

    Hice caso sumiso y me senté a su lado, él me abrazó de lado y comenzó a relatar los sucesos.

    —Ibas muy borracha y se puede decir que te propasaste de contorneo y acercamientos indebidos con unos cuantos chicos— comienza a contar.

    —¿Cuántos son unos cuantos chicos?— pregunto insegura de recibir una respuesta desorbitada.

    —Todo ser con pene que se pusiesen en tu camino, hasta te acercaste de más a Tony— comenta y, aunque el comentario en otra situación nos pareciese gracioso y bastante recurrente, en este momento ninguno de los dos soltamos la más mínima carcajada.

    —¿Hasta a Tony?— musito avergonzada y el asiente— Dios mío, ¿qué me pasaba anoche? Por favor, sigue.

    —Bueno, el caso es que Jesús se acercó a ti para intentar que volvieses a ti— hace una leve pausa— La cosa es que no te lo tomaste demasiado bien y, dentro de la acalorada pelea que tuvisteis, le dejaste bien claro que le dejabas y que no querías saber nada más de él.

    Besé la mejilla de mi amigo y salí corriendo de la habitación para dirigirme a la compartíamos Jesús y yo.

     Allí no encontré ni rastro de las pertenencias de Jesús, así que, a toda prisa bajé a la planta inferior, donde parecía no haber nadie, hasta que el sonido de caer una maleta me condujo hasta mi objetivo.

    Corrí hasta la entrada donde vi a Jesús con su rostro bañado en lágrimas, saliendo de la casa.

    Pero, aún no es demasiado tarde.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora