Abogados. (34)

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Julieta.

    Dani y Mar a un lado del sofá, Jesús al otro extremo, en un sillón en diagonal con una mirada de desaprobación y odio, José, el padre de Lucía.

    —Hola— musita Guille, intimidado por la situación.

    Jesús nos mira apenado.

    —Hola, Julieta, Guille, sentaos, por favor— ruega amablemente José.

    Obedecemos como si nos hubiesen puesto una pistola en la sien y nos sentamos entre la parejita y Jesús, en medio.

    Se escucha la puerta abrirse y dos voces, conocidísimas para mí.

    José y Lucía.

    Llegan al salón y al vernos a todos aquí, se quedan pálidos.

    —Hola, qué hacéis aquí?— se atreve a hablar el castaño.

    —Nosotros dos veníamos a visitarte— informo.

    —Tú me hiciste esto— ascusa Mar a Lucía descaradamente.

    —Claro, que yo sé ahora dónde te alojas o a qué peluquería vas para hacerte eso— ironiza la morena— no te flipes tanto, no eres el ombligo del mundo, mi amor.

    —Jesús me lo ha contado todo.

    Lucía se queda con la boca abierta y lo mira con odio.

    —Jesús, no tienes otra cosa que hacer que inventarte cosas por ahí?— salto esta vez yo.

    —Yo no me he inventado nada— se defiende.

    —Y qué pruebas se supone que tienes?

    —El sábado estuvimos aquí haciendo las mezclas Lucía, José, tú y yo, no te hagas la loca.

    La acaba de cagar, va a salir la Lucía abogada.

    Cómo se nota que todavía no la conoce.

    —Pues, la señorita Paciarello y yo no recordamos que eso sucediese, usted lo recuerda, Callejas?— niega— no tiene pruebas de que alguno de nosotros tramase una especie de complot contra la señorita López. Además, en el caso de que lo que usted alega fuesen los hechos reales, usted sería cómplice, por lo cual culpable del mismo delito que el resto de acusados.

    —Lucía, basta, no te pongas en plan abogado defensor— interrumpe su padre— no es momento.

    —Sí que es momento, me están acusando de atentar contra la estética de una persona— hace una pausa y suelta un suspiro— si ahora no es el momento, cuándo lo será?

    —Cuando te hayas graduado en derecho.

    —Pero, sé todo lo que necesito saber para apañarmelas en esta situación— lo mira— confía en mí.

    —Si quieres a jugar a los abogados, juguemos— interviene Jesús— yo nos defenderé a Mar y a mí.

    —Sabes qué? Fuera del ámbito profesional— hace una pausa— Oviedo, quedas despedido de mi vida.

    —Qué dolor— ironiza Jesús— después de que te liases con Mario estoy curado de espanto.

    —Lucía? Es eso cierto?— interroga su padre.

    —Estoy en mi pleno derecho de mantener cualquier tipo de relación con quién me dé la gana.

    —En realidad no, cuando un menor comienza a mantener relaciones con un mayor de edad, únicamente es legal cuando el intervalo de tiempo que los separa es mínimo y la relación es consentida por el menor y sus tutores legales.

    —No se da cuenta de que no hace más que culparse a sí mismo a cada palabra qué suelta? Mis padres no consienten nuestra relación, hay pruebas de qué me pidió que mantuviésemos una relación seria y bueno, usted, Oviedo, es mayor de edad.

    —Qué yo qué?— pregunta.

    —Que te echas las culpas a ti mismo— explica.

    —Pues la solución es sencilla.

    —Cuál?

    Jesús se levanta decidido y pasa un brazo por la cintura de la chica atrayéndola a su cuerpo y descansa su otra mano en la mejilla de Lucía.

    —Castígame.

    —Pero será niñato— exclama el hombre canoso— fuera de mi casa ya, hombre— hace una pausa y mira hacia Dani y Mar— y vosotros, Mar de mocos y perrito faldero, lo mismo os digo.

    La situación no es divertida, pero éste hombre hace que, con sus insultos, se haga todo menos tenso.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora