Capitulo 5

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A mil por hora, la cabeza de Julieta se revolvió tanto que se mareó. ¿Qué podía decirle a ese muchacho que nunca había visto en su vida? Miles de sensaciones la recorrieron por un segundo, entre esa sorpresa, la adrenalina y el susto.

Comenzó a temblar nerviosa.

Él, inmutable, observó con descaro a esa chica flaca, de pelo castaño cobrizo y ojos marrones que tenía delante. Notó su miedo en la mirada y en la forma en la que su pecho se agitó bajo la campera de jean. Tiritaba con fuerza.

-¿Te gustó la melodía? -le preguntó con seriedad. Su voz era grave y su tono amable.

Julieta asintió porque no le salió ninguna palabra coherente. Se había quedado obtusa por completo.

-Te la dedico -dijo, sin esperar una respuesta, tomando asiento.

Y la misma canción volvió a sonar.

Por increíble que pareciera, alivió temporariamente su sentimiento de tristeza. Le causó una profunda emoción escuchar algo que tenía la capacidad de alejarla a un lugar idílico. Julieta se deslizó hacia abajo con cuidado, y se sentó a su lado, sin poder dejar de observarlo y analizarlo con respeto y admiración. Era un profesional.

Entre la música y el viento, de manera inevitable y abrupta recordó a su novio. Era como si cobrara vida con ella. Como una caricia invisible.

Desde que él murió, podía sentir su presencia que caminaba a su lado, lo imaginaba como su propio ángel de la guarda.

Poco después, el chico había dejado de hacer música, y Julieta seguía tan ensimismada que no se había percatado, inmersa en sus propios recuerdos. La observaba con indiferencia, esperando que reaccionara. Y cuando lo hizo, con lágrimas en los ojos, se puso de pie con rapidez, con ganas de huir de ahí. Otra vez la tristeza de los recuerdos generó que tuviese ganas de estar sola, pero... había conocido a alguien.

Solo que la frialdad de su mirada la puso realmente incómoda, la volvió débil. Como si sobrara en ese hermoso paisaje.

-Gracias... Tu música es muy linda, aunque no sé ni lo que es. -Le dijo Julieta con un gesto. Dio un paso dispuesta a marcharse.

-Ey, no te vayás. Sentáte -le ordenó. -Vos... ¿Quién sos? -inquirió con curiosidad mientras se revolvía el cabello.

Ante la pregunta, Julieta se tardó en contestar. Era un extraño que la observaba con presunción y le produjeron más inquietudes en la cabeza confusa. Después de una escena tan linda, ahora se le generaron dudas.

-Me llamo Julieta... -contestó-, ya tengo que irme.

-Esperá, ¿te gusta la música? -preguntó ignorando cómo Julieta volvía a ponerse de pie lista para huir de allí.

-¿La música? -repitió, y se sintió como una idiota, como si no supiera de qué le estaba hablando este chico- ¿En especial o en general?

-En general... y en particular -aclaró sin entusiasmo.

-La... rara.

-¿En qué categoría entraría ese concepto? ¿A qué definís raro? -inquirió con diversión poniendo énfasis en la palabra raro.

Julieta se intentó explicar, al ver la forma en que la miraba.

-Ah... bueno... Supongo que...

-Sorprendente tu elocuencia -la interrumpió.

La adolescente se sonrojó. Ella podía hablar. Pero en ese momento, se había olvidado de cómo hacerlo. La desconcentraba.

-Me refiero a música como... Era.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Where stories live. Discover now