Familia

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No existía nada más tierno que ver como Noah sostenía a sus hijas contra el pecho. El orgulloso papa no cedió su custodia sobre ellas en ningún momento y mientras se recostaba en la butaca que ella tenia al lado de la cama, el maravilloso hombre arrullaba a las mellizas con una suave y baja voz. Ella estaba encandilada, maravillada ante el amor que Noah profesaba sobre las niñas. El hombre que una vez dijo que ella lo era todo para el, ahora había echo un amplio hueco en su pecho, para albergar sus sentimientos por Sena y Lana. No tenia duda de que era un papa enamorado y que seria un demonio protector hacia sus hijas, así que... ¿Cómo seria la adolescencia de esas pobres criaturitas cuando llegaran a la edad de tener novio? Ni idea, pero para ella, seria malditamente divertido verlo luchar contra ellas. Anteriormente ya había tenido ese tipo de pensamiento, aun estaba segura de que ella disfrutaría del rife rafe entre padre e hijas. Seria algo así como... Sena y Lana vs. Papi. Solo de pensar en ello se reía.

Tenían muchos años por delante antes de que esa etapa llegara, así que mientras la edad adolescente de sus hijas se acercaba, ella iba a atesorar cada segundo que sus preciosas mellizas eran unos dulces bebes.

Mirando a Noah y con una sonrisa en la boca, se deslizo un poco hacia atrás y se coloco de lado.

--¿Por qué no subes aquí con ellas?

Pregunto suavemente. Noah no se lo pensó, el sostuvo a las pequeñas con sus grandes manos y se acerco a la cama. Cuando se inclino, beso la cabeza de Sena y se la ofreció con un silencioso gesto antes de tenderse a su lado y dejar a las mellizas entre ellos.
Los dedos de Noah se alzaron hasta acariciar su mejilla.

--¿Cómo te encuentras?

--Un poco cansada y dolorida, pero ellas merecen la pena ¿no?

--Si... la merecen.

Susurro el con una sonrisa en los labios.

--Gracias por hacerme padre.

--Hey, que estos bollitos con cosa de los dos.

--Pero los has horneado tú.

--Bueno... pero tu ayudaste con los ingredientes.

Noah se rió, dejando que ella escuchara esa ronca y profunda voz. Amaba verlo así. El nacimiento de Lana y Sena había sido un punto y aparte de todo lo que rondaba sobre ellos, llegando en el mejor momento para ayudarlos a seguir adelante sin pensar más en algo que ya era pasado. Las cosas habían salido bien pasa su familia y amigos y era justamente eso lo que más les importaba. Tenía a sus mellizas, a Noah, una gran familia y Sean, que era como un hermano para ella, vivía. ¿Qué más podía necesitar? Prácticamente lo tenía todo. Amor y felicidad. Familia y amigos. Un maravilloso novio y unas dulces y preciosas hijas. Tenía una vida plena, y una que años atrás, pensó que nunca llegaría a tener. Los caminos del destino eran algo misteriosos, pero cuando te conducían a algo que llevabas tanto tiempo anhelando, era un sendero que eras capaz de recorrer, sin importar las inclemencias que se pusieran ante tus pies. Solo necesitabas saltarlas y seguir adelante, o al menos eso era lo que ella pensaba.

Por eso, al alagar su mano hacia el rostro de Noah, quito las gafas que ocultaban los ojos del hombre y sonrío al ver esos preciosos ojos de hielo viejo.

--Soy increíblemente feliz. Me haces feliz. Y por que quiero que tú también lo seas...

--¿Quién te ha dicho que no lo soy?

--Espera... deja que acabe. Puede que seas feliz, pero no totalmente ¿verdad? Por que aun hay un sueño que no has sido capaz de cumplir.

--Emma...

--Antes de decir nada, quiero que sepas que amo tus ojos, no me importan si no pueden ver, por que yo puedo ver mi futuro y el de nuestras niñas en ellos, así que se que son maravillosos y hermosos, pero conozco tus deseos y tu mayor sueño, por eso investigue un poco y... ¿Por qué no recibes un transplante? He oído que se hace, y que solo tienes que ir al doctor para las pruebas y...

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora