Paces

13.6K 925 98
                                    


Ya había transcurrido una semana desde que regresaron a Boston y Sean seguía de morros con ella. Cada vez que salía, o durante el trabajo, el permanecía lejos d ella y la ignoraba. Incluso había dejado de ir a la pastelería donde parecía haber acampado de por vida. Su jefa le preguntaba por la ausencia del hombre. No podía hacer nada por sacar a Sean de ese mosqueo, porque ella seguía creyendo firmemente que no hizo nada malo, al coger un avión y viajar hasta New York, para ver a su chico. Tenía derecho de disfrutar de su vida.

Soltando un largo suspiro, observo la mirada de ojos entrecerrados que su guardaespaldas le lanzo y le devolvió una de su misma cosecha. Estaban en un duelo diario, que empezaba a la misma hora y que duraba cerca de veinte minutos, hasta que él se cansaba o Noah frenaba aquella lucha silenciosa entre los dos.

--¿Cuánto vais a seguir así?

Pregunto Noah con tono cansado, sin dirigirse a ninguno de los dos en particular. Entendía al hombre. Debía de estar harto de estar entre medio de los dos, pero tendría que aguantar.

--Hasta que ella se disculpe.

Mascullo Sean, que permanecía de pie, apoyando contra la pared al lado de la puerta que daba a l pasillo de las habitaciones. Ella se removió un poco, acomodándose en el costado de Noah, recogió su s piernas en el sofá y miro hacia arriba.

--¿No podríais ofrecer a los que vivimos con vosotros, un pase por agua, por unas pocas horas? Esto ya dura una semana y me estoy cansando.

Si, ella sabía bien que su chico estaba harto. Pero ella quería defender sus ideas, así que no daría su brazo a torcer.

--Fue ella la que incumplió el contrato.

Noah gruño, alzando una mano, se restregó la enorme palma por la cara, mientras un cansando suspiro salía una vez mas de entre sus gruesos labios.

--Para empezar, nunca hubo pautas que cumplir en el contrato.

--Si ella no me deja cuidarla, no puedo hacer eso por lo que me pagas.

--Solo ha sido una vez, Sean. Pareces su siamés, maldita sea. Incluso Mami, la señora de la pastelería, te conoce a ti mejor que a mí y eso que yo soy su pareja.

--Paso un poco de tiempo allí.

--¿Un poco?

Inquirió ella con las cejas enarcadas.

--Me gusta hacer mi trabajo correctamente.

Replico él, con el cuerpo tenso. Noah asintió.

--Lo sé. De lo contrario Nico no te hubiera recomendado, y yo no hubiese contratado. Pero tienes que dar un poco de margen a tus clientes, Sean.

--¿Acaso soy el único que va a recibir un sermón?

Pregunto Sean, con indignación en su voz.

Noah soltó una maldición, alejo su brazo de encima de sus hombros y se levanto.

--¡Por Dios santo! ¡Venir conmigo!

Exclamo con tono enfadado. Ella se puso en pie y lo siguió. Caminando un paso por detrás del hombre molesto y ciego que parecía echar humo por sus orejas, por la situación que estaba viviendo desde hacía una semana. No importaba cuanto lo intentara, ellos seguían a la gresca, negándose a disculparse el uno con el otro, por mucho que el interviniese. Así que parecía que iba a tomar cartas en el asunto para que resolver aquella situación tan fea entre protegida y protector.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora