Conociendo

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Emma estaba a punto de patearse a sí misma por haber sido tan mal educada en la oficina de Noah. Debería haberlo saludado cuando entro, tal y como él hizo, pero no pudo, porque la imagen del imponente hombre sentado tras su escritorio, con esa poderosa y a la vez afable expresión, la habían dejado muda muy a su pesar. Así que ahora, en el monovolumen que conducía la prudente Carmen por las calles nevadas de Boston, Emma iba mirando por la ventanilla desde su asiento, pensando en cómo pudo haberse comportado tan mal con el hombre que la había acogido bajo su techo, siendo una completa desconocida.

No tenía remedio, pensó ella soltando un largo suspiro.

--El no se lo va a tomar de forma personal, Emma.

La voz de Carmen interrumpió sus pensamientos, con suavidad. Ella giro su cabeza hacia la doncella y frunció el ceño, segura de que no sería tal y como decía ella. Seguro que se lo tomaba a pecho, y con razón, después de todo lo eludía tanto como podía y para un par de veces que se habían topado, no había sido muy amable que se dijese. Tenía que hacer algo para superar su miedo, y el recelo que la guiaban por la enorme casona. Debía empezar a tratar con el dueño de la casa donde vivía, y si no podían ser amigos, al menos podría ser cordial con él. Amable.

Quizás podría empezar por cosas pequeñitas, como saludarlo cuando llegara del trabajo. Eso podría hacerlo, no era que exigiera mucho de ella, y siempre podría correr a esconderse una vez que las palabras salieran de su boca.

--No te sobre esfuerces. Al señor no le gustaría eso.

Pero ella necesitaba esforzarse, de lo contrario iba a terminar muy mal de la cabeza. Si tres días después de dejar el rancho y mudarse a la ciudad, ya estaba a punto de colapsar por culpa de todo el tiempo libre que tenia, si no ponía empeño en algo, aunque fuese en hablar a un hombre enorme que disparaba sus alarmas. Emma no sabía que mas podría hacer parar mantener su mente libre de toda locura.

Sin embargo había algo en él que le hacía preguntarse algunas cosas. Si saciaba su curiosidad y las respuestas eran acertadas, quizás podría ayudarle a dar ese paso que necesitaba.

--¿Siempre es así?

Pregunto Emma, girándose un poco en su asiento para poder ver bien la cara de Carmen cuando esta contestara. Emma se guiaba mucho por las expresiones de la gente al hablar, aunque en ocasiones las expresiones fallaban en hablar, los ojos no lo hacían. Y Carmen era expresiva y sus ojos eran sinceros, así que era su mejor carta para ver la realidad.

--¿Así como?

Emma se encogió de hombros, no sabiendo cómo calificar al hombre en sí, dado que no lo conocía y que solo tenía unos pocos detalles conseguidos por la propia prima de Noah, no tenía muy claro como referirse a él en ese aspecto. Y de pronto las preguntas que pensaba formular, no le parecieron tan buena idea.

--¿Te refieres a amable?

Quizás, pero tenía muy claro que Noah no era solo amable. Era comprensivo con ella, como si entendiera que no apreciaba la cercanía de los hombres. Fue amable cuando acepto tenerla bajo su mismo techo, y no se quejo cuando ella lo eludió esa primera noche, aunque después de todo terminaron por encontrarse en el pasillo, pero en todo momento el mantuvo una distancia prudencial, como si supiera que si se acercaba mas corría el peligro de que ella colapsara o huyera. Cualquiera de las dos opciones era válida, sin embargo el le sonrió y hablo con una voz muy suave, pese a que su voz en si era profunda y grave. Nada que ver con la suavidad. Pero lo consiguió, redujo su voz y la suavizo tanto como pudo para ella. Y eso era algo que ella aprecio.

No era fácil moverse entre hombres enormes cuando tenias tanto miedo como ella, pero Noah hizo algo bueno, se mantuvo tranquilo e intento parecer tan pequeño e inofensivo como pudo, aunque resulto gracioso dado el gran tamaño que tenia, pero era un bonito gesto que no todos hacían.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora