Carácter

12.9K 941 112
                                    


Por algún motivo, desde el primer momento que puso un pie en su casa, supo que estaba en problemas. Serios problemas.

Caminando al lado de un contento Turco que movía el rabo con energía, mientras lo guiaba sin necesidad, por el hall, hacia el salón donde pensaba descansar durante unos minutos antes de hacer unas cuantas llamadas, sintió la presión de un aura molesta justo frente a él. No sabía quién era, pero la persona en cuestión estaba cabreada. Turco se sentó a su costado, esperando una nueva orden por su parte, para seguir haciendo su trabajo con el mismo ánimo que el de un cachorro en un parque lleno de charcos. Su perro parecía realmente feliz, y el creía que era por haber regresado a casa.

El también había echado de menos su casa. Pero a decir verdad, disfruto mucho esos días en New York en los que solo eran Emma y el. Y aunque tuvo que trabajar, también se escapo de algunas de las pocas reuniones que le quedaban por asistir. No hablaron de lo que realmente debían, y termino saliendo con un sentimiento bastante negativo respecto a ello, pero no podía hacer nada cuando la mayoría de los presentes no querían trabajar en lo que realmente les concernía. Saltar de un tema a otro no iba a ayudar a la empresa principal, ni a ninguna de las filiares.

Pero dejando a un lado lo del trabajo, aquella presión seguía allí.

--¿Hola?

Saludo, inclinándose hacia un lado para acariciar la cabeza del perro, y comprobar así si el animal estaba tenso o relajado. Eso podía darle alguna pista si trataba con un conocido o un desconocido. Turco estaba tranquilo, completa y absolutamente relajado. Así que era alguien que conocía.

--¿Estás de acuerdo con el hecho de que tu Novia, esa a la que tenía que proteger, me haya dado esquinazo con ayuda de tu hermano?

No debía reírse, de verdad que no. Sean tenía razón y Emma cometió un fallo al escaquearse, pero comprendía el deseo de su chica de pasar tiempo a solas como una simple pareja normal y corriente, que quería tener citas y dar paseos. Si Sean iba con ellos, no podrían haber tenido una sola cita. No hicieron nada extremadamente romántico, pero tuvieron su tiempo a solas para charlar.

--Hola, Sean.

--No me has contestado.

La confianza entre un jefe y su empleado, daba asco, pensó al oír el tono de Sean. Fue él quien prohibió ser tratado de una manera formal, pero tampoco era necesario que le echara la bronca como a un crio de instituto.

Soltando un suspiro, se inclino para soltar a Turco, quien una vez libre de sus obligaciones, fue a saludar a Sean. El hombre palmeo al perro, saludándolo con un poco menos de intensidad que la que el animal estaba usando.

--¡Hola, chico!

--Estoy de acuerdo con que no estuvo bien lo que hizo.

--¡Hizo a Kyle su compinche, para frenarme!

Rascandose la nuca, en un vano intento por no reírse, termino por carcajearse ante el tono indignado del hombre.

--¡No es para reírse, Noah! Se supone que soy su guardaespaldas, para eso me contrataste.

--Lo sé, lo sé. Perdona. Mira... entiendo que estés enfadado, pero comprende a Emma. Y a mí. Solo quería pasar un tiempo en pareja. Nada más.

--Pero...

--Han sido tres días, en los que simplemente hemos sido una pareja normal. Sin carabinas. Sin ex-novios cabrones. Y sin preocuparnos por nada que no fuese nosotros. No lo hizo con mala intención. Ella sabía que estaría a salvo en New York y por eso te dio esquinazo. Nada más.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora