Recuerdos

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Terminando de guardar el delantal que su jefa le había dado cuando llego por la mañana para que atendiera en el mostrador y ayudara llevando y trayendo cosas, para Jimmy y los clientes, miro por el escaparate de cristal y observo cómo la noche había caído sobre la ciudad. Las farolas ya estaban encendidas, iluminando las calles, pero ella se daba cuenta de que aunque la noche ocultaba las partes feas, era el día quien le daba una mejor vista de la ciudad.

—¿No te vas aun, Emma?

Mirando a su jefa, sonrió.

—Me tienen que venir a buscar.

La mujer asintió, cerrando la libreta donde apuntaba los pedidos de los clientes.

—Entonces espera aquí dentro y dame un grito cuando tu acompañante este aquí. No quiero que esperes afuera en el frio.

Y dicho eso dio media vuelta y entro por las puertas de la cocina, rumbo a la pequeña oficina que quedaba en la parte más alejada del local. Su jefa era un mujer medianamente mayor, con buen corazón, pero era estricta en su trabajo y no permitía faltas. Solo ese día se había llevado más de una regañina, por no hacer las cosas como la mujer quería, pero en realidad lo hacía para que aprendiera y fuese más eficiente en su trabajo. Por otro lado no todos los jefes, dejaban que sus empleados esperaran en el interior del local, una vez que estaba cerrado.

Ella se puso su abrigo y agarro su bolso, lista para salir de la tienda, en cuanto viera el coche de John aparecer.

—¿No te vas?

Pregunto Jimmy a su espalda, saliendo de la cocina, con su abrigo puesto y una mochila colgando de su hombro. Mirando al alto hombre asintió con una sonrisa. Ese día había sonreído mucho, y era porque le encantaba haber encontrado trabajo en algo que le gustaba. Cierto que no tenia permitido cocinar, pero todo llegaría a su debido tiempo. Tenía motivos para estar feliz, y su recién estrenado trabajo, no era el único.

—Estoy esperando a que me recojan.

Explico, mirando los ojos castaños de su compañero de trabajo. El dio un rápido asentimiento con su cabeza, y paso por su lado.

—Hasta mañana, entonces.

—Hasta mañana.

Se despidió del hombre. Jimmy no era muy hablador, pero hacia unos dulces para morirse. Ella había tenido la oportunidad de probar alguno, durante su descanso, y estaba encantada con ellos. Entendía completamente porque la gente iba tanto a la pastelería. Lo que allí ofrecían era delicioso.

Vio como Jimmy salía, en el mismo momento que un par de faros iluminaron la calzada, anunciando la llegada de un coche. Enseguida vio a John aparecer ante la tienda. Se asomo para pedirle un momento al chofer y entro.

—Ya han llegado a recogerme, me marcho. Hasta mañana, Mami.

La dueña de la pastelería había insistido en que la llamara así, dado el mundo que la conocía e iba a la pastelería, usaba ese nombre. Ella no recordaba mucho de las clases de español que impartía su instituto, pero capto lo esencial del nombre enseguida. Y se dio cuenta de que a la mujer le iba que ni pintado.

Mami  asomo su cabeza por la puerta de su oficina.

—Bien, Emma, te veo mañana.

Despidiéndose de ella, corrió hasta la puerta principal y salió a la calle, sintiendo el frio de la noche calar en sus huesos, antes de que montara en el coche. Tiritando ligeramente ante el cambio brusco de temperatura, dejo el bolso a sus pies y froto sus manos, ligeramente. Las tenía un poco frías, y eso que había estado en el interior de la tienda.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora