Niños

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Al llegar a casa y escuchar las risas y los gritos típicos de dos gemelos revoltosos y emocionados por estar en su casa, no pudo evitar pararse delante de la puerta de su casa y suspirar. Pese a haberle dicho a Gabriel que estaba muy ocupado con el trabajo y que no podía hacerse cargo de los pequeños, era obvio, por el ruido que invadía su hogar, que los dos revoltosos estaban dentro. Liándola. Volviendo locas a Carmen y Emma.

Esperaba que los niños no la estuvieran agobiando. El sabía bien como podían llegar a ser Luke y Liam. Los gemelos eran la personificación de la travesura y la rebeldía. En cierto modo compadecía a Gabriel por tener dos niños como ellos. No era que buscasen problemas, más bien los problemas los buscaban a ellos. Pese a su edad, eran dos terremotos a tener en cuenta. Pero los niños eran niños, y lo normal era que hicieran travesuras y se metieran en líos. Aunque que hubiesen salido un poco más tranquilos, tampoco hubiese sido malo del todo.

Cogiendo fuerzas, abrió la puerta y entro. Por lo general soltaba a Turco, nada más entrar, pero dado que los niños eran como eran, no estaba seguro si todo seguía en su lugar. Así que afianzo el asa en su mano, y le dio la orden pertinente a su perro. El animal se puso en movimiento y lo llevo a su destino. Cuanto más se acercaban al salón, más ruido había.

Haciendo una mueca por sus sensibilizados oídos, escucho las voces de Luke y Liam y el ruido inequívoco, que le decía que su hermano había equipado su casa con videoconsolas, para mantener a los niños de 8 años entretenidos.

Amaba a sus sobrinos, pero sus oídos no apreciaban en absoluto todo ese ruido.

—Bajar el volumen. Esta muy alto.

Pidió desabrochando su chaqueta y quitándosela. La soltó sobre uno de los sofás y frunció el ceño cuando no le hicieron caso.

—¡Luke! ¡Liam! El volumen. Ahora.

La orden fue clara y concisa, y los gemelos acataron lo pedido con rapidez. El volumen había estado tan alto que la primera vez no lo habían escuchado.

—¡Tío!

Gritaron los dos. El sonrió al sentir el impacto de dos pequeños cuerpos. Los niños rodearon su cintura y lo abrazaron con fuerza. Llevando sus manos a las cabezas de los niños, revolvió el pelo corto de los dos hermanos y sonrió hacia abajo. Sus sobrinos eran una gran alegría para la familia, si solo fuesen un poco menos traviesos, las cosas serian mucho más sencillas a su alrededor.

—Hola, chicos. ¿Cómo estáis?

—Papa nos dijo que nos quedaríamos dos días contigo ¿Es verdad? ¿Eh? ¿Es verdad?

Pregunto Luke. Riéndose ante el entusiasmo de su sobrino, se vio relajándose ante la cercanía  de los gemelos. El pequeño saltaba arriba y abajo, manteniéndose abrazado a su cintura al igual que su hermano.

—Es verdad, pero...

Los dos gritaron soltándose de él. Escucho los apresurados pasos de los pequeños, y supo que corrían alrededor del salón.

Cerrando sus ojos tras las gafas, dejo que soltaran un poco de energía antes de volver a llamar su atención.

—Tenéis que portaros bien u os llevare con tía Ellie.

Aviso, alzando un poco la voz, consiguiendo así que el ruido cesara de. Tía Ellie era la hermana de su propia madre y era sabido por todos los McCarter, tanto grandes como pequeños, que no era una mujer muy aficionada a los niños pequeños, ni a las muestras de cariño. Ellie era estricta y gruñona, y las visitas a la mujer solían convertirse en horas de regaños. Nunca les haría algo así a los pequeños, pero funcionaba muy bien para mantenerlos ligeramente tranquilos. Y en ocasiones, cuando estaba cansado, necesitaba usar esa sucia treta para mantener el control.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora