Sin arrepentimientos

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Confiaba en sus habilidades y esperaba que la suerte estuviese de su lado ese día, pero no podía estar cien por cien seguro de ello. Su instinto, así como todos esos días en los que ese presentimiento lo siguió sin descanso en su día a día, le advertían que no podía asegurarse una victoria fácil, frente a aquel demente. Y por eso, mientras el cuchillo que sostenía en su mano, brillaba con malicia, el supo que tenia que actuar de una forma u otra, pues nadie iba a intervenir, al menos hasta que la policía hiciera acto de presencia, y dado que no escuchaba las sirenas del coche, estaba claro que no estaban en camino.

En esos momentos, eran únicamente Bobby y el.

Su vida estaba en riesgo, pero no tenia miedo. Era algo a lo que uno se acostumbraba una vez que comenzaba a trabajar como guardaespaldas. Mientras lo instruían, le dejaron bien claro que lo primordial era la vida de su protegido, no la suya. Y por eso mismo, era el quien estaba frente al maltratador y no Emma y sus niñas.

Aquella situación le recordaba por que estaba allí. Por que eligió seguir a Emma y no dejar su protección en manos de otro profesional, pues estaba seguro que no había nadie que pudiera cuidar de ella como el. Al menos sin contar a Noah, claro.

Y esa era otra... tenia que solucionar aquello antes de que el gran jefe llegara, o de lo contrario iba a meterse de lleno en una pelea con Bobby, para liberar toda esa rabia acumulada contra el hombre que una vez hace ya tanto tiempo, hizo tanto daño a su ser mas querido. No existía nadie en el mundo, que amara tanto a Emma como ese hombre. El pobre tipo había perdido la cabeza por ella y cualquier que pudiera compartir un poco de tiempo con la pareja lo sabia, pero ahora no era el momento de pensar en eso, sino que debía centrarse en la amenaza que aguardaba frente a el.

Todo el entrenamiento obtenido durante su formación, iba a ser realmente útil, después de todo. Aun así, no quería llegar a las manos si no era necesario.

--No es necesario llegar a esto, Bobby. Hay otras formas de arreglar las cosas.

--¿Eso crees? Le di todo a esa zorra ¡y me traiciono!

--Huyo para salvar su vida, es muy distinto.

--No lo es. Conmigo era feliz.

La locura brillaba en la mirada del tipo, advirtiéndole, así como el cuchillo que sostenía en una mano extrañamente firme, que razonar con el no iba a dar resultado.

A consecuencia de ello, su pulso se acelero. El corazón retumbaba dentro de su pecho, la adrenalina corría rápidamente a lo largo de sus venas. Estaba preparándose para una confrontación con Bobby. Y era muy consciente de ello. Su intento de negociar con el, se había quedado en eso, un intento.

Con el cuerpo tenso, respiro con hondura, manteniendo una estrecha mirada sobre el agresor. La calle estaba silenciosa. Sentía distintas miradas sobre el, pero la que mas quemaba, era la que tenia en su espalda. Emma debía de estar justo ahí, y aunque le gustaría gritarle que se escondiera un buen lugar, no podía hacerlo. Si quitaba la vista de Bobby, su vida seria tragada por la acera que tenia a sus pies, convirtiendo el cemento gris en un cuadro rojo.

A pesar del frío, el sudor comenzó a cubrir su piel bajo la ropa, a la espera del primer movimiento de Bobby. El tipo parecía dudar, calibrando en medio de su locura, las posibilidades de asestar un golpe tan certero que le permitiera la ventaja de hacer lo que quisiera después, y probablemente, podría haberlo hecho si el no fuese un tipo con entrenamiento en defensa.

--¿Por qué no te quitas de ahí? A la única que quiero es a ella.

--Lo siento, chico, tendrás que pasar por encima de mi para llegar a Emma.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora