24 Horas Después

11.3K 921 78
                                    


El mismo se decía una y otra vez que debía esperar un poco para sanar, para calmarse y aceptar más o menos, lo que había ocurrido, sin embargo aquel dato, no dejaba de estallar contras las paredes de su cabeza, rebotando como una pelota de pin pon, era incansable e insaciable, buscando un modo de salir de aquel rebote. Y aunque él no le dejaba, estaba claro que debía darle una salida.

Permanecer durante veinticuatro horas seguidas al lado de Emma, sabiendo que esta le apoyaba y que tenía un lugar al que agarrarse para no salir flotando cuando conociera cada pedacito de información, era un alivio que necesitaba y por suerte tenia.

Sentando en el despacho de su casa, froto furiosamente las palmas de sus manos sobre su rostro y suspiro, o más bien gruño, por la incertidumbre que le albergaba. Nada le decía que obtendría justo lo que buscaba, si llamaba a su padre, pero era un todo o nada, y en esos momentos debía arriesgarse.

Alargando una mano, cogió el teléfono fijo del soporte y marco de memoria el teléfono móvil de su padre, deslizando los dedos por las suaves teclas, respiro hondo al ponerse el aparato contra la oreja y esperar. Escuchando los tonos, tamborileo los dedos contra la mesa, un hábito que siempre había tenido y que en cierto modo, le ayudaba a relajarse.

Cuando escucho la voz de su padre al otro lado, soltó todo el aire que sus pulmones habían estado reteniendo y que él no se había dado cuenta.

--Estaba esperando que me llamaras.

Ese fue el saludo de su padre, un hombre que sin duda sabía que había ocurrido cuando él era pequeño. Su madre podía ocultarle las cosas a él, pero no a Jeremía.

--Si estabas esperando, eso es que sabes por qué llamo.

--Si, hijo. Lo sé.

Asintiendo pese a que el hombre no podía verle, se paso la mano libre por el pelo e intento controlarse.

--¿Quieres saber que ocurrió?

--Si.

--¿Quieres que te lo resuma?

--Haz lo que quieras, solo quiero saber que ocurrió.

Su padre guardo silencio por lo que parecieron años, dándole la sensación de que la línea se había quedado muerta, a pesar de que no escuchaba el incesante pitido que anunciaba un fin de llamada. Su padre estaba al otro lado, dándole vueltas al hecho de cómo contarle todo. No le importaba si lo resumía o lo ponía todo en dos palabras o cien. Solo quería saber que por qué ocurrió. O como ocurrió. Su petición no era tan descabellada, después de todo. Era su derecho, dado que era su vida.

--Tenías dos años cuando ocurrió. Te contagiaste de un virus muy raro, que te provoco vómitos, diarreas y una fiebre muy alta. Temblores y convulsiones. Nadie sabía que era ni como te contagiaste, pero ahí estaba. Era innegable. Te pasabas todo el día con sudores fríos y en un principio tu madre y yo creímos que era una simple gripe, hasta que todos los demás síntomas se desataron, por supuesto. Te llevamos corriendo al hospital y permaneciste ingresado por lo que parecieron años enteros. Y no mejorabas, Noah. Daba igual cuanta medicación te dieran. Los baños de agua fría. Las pruebas... Nada de hacia mejorar ni decirnos exactamente qué era lo que tenias.

"Siempre recordare cuando al tercer día de estar allí, tuviste una crisis muy grave. Tanto, que estuve a punto de ver cómo te morías entre mis brazos. ¿Qué infierno? ¡Te estabas muriendo! Dos días después tuviste otra. Y el resultado estaba siendo el mismo. Pendías de un maldito y jodido hijo, entre quedarte con nosotros o irte. Durante esos días, tus ojos seguían entando bien. Las pocas veces que despertabas, nos reconocías nada más vernos, así que... aun podías ver. Pero las crisis hicieron que tu fiebre subiera rápidamente. Tuviste convulsiones. Te caíste por un lado de la cama y te golpeaste la sien contra una de las barandillas de seguridad que los médicos habían bajado para tratarte.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora