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Una vez más había tomado una mala decisión al pensar que Emma estaría mejor si la mantenía un poco distancia de si mismo durante esas pruebas médicas. Pero como siempre, ella le demostraba que sin importar lo que se le pudiera por delante, ella estaría a su lado, ofreciéndole su apoyo en todo momento. Y lo agradecía. Pero aun sentía miedo de que ella decidiera que era demasiado para afrontar, pese a lo fuerte que era, suponer que no podría tener hijos con él, debía ser un fuerte golpe para la mujer. Así que estaba a la espera de que una cosa u otra ocurriera, y el acabara dándole gracias por seguir a su lado, o llorar su perdida por que era demasiado.

Aferrado a ella, rodeando el cálido y pequeño cuerpo de la mujer, mantuvo su rostro oculto en el cuello de Emma, mientras ella lloraba sobre la bata que cubría su piel. No era el único devastado por las posibilidades.

Necesitaba saber su opinión al respecto, pero iba a darle un poco más de tiempo para que asimilara cada palabra que pronuncio durante su explicación y quizás así, su respuesta fuese mucho más contundente.

Esos minutos en los que permanecieron solos y a la espera no solo del resultado de las pruebas, sino de cómo afrontaría Emma toda aquella situación, se sintió tembloroso de pies a cabeza. La fuerza que normalmente lo invadía, parecía haberse esfumado por arte de magia en cuestión de unos pocos segundos, sin darle tiempo a reunirla de nuevo. Fue entonces que se dio cuenta de lo que suponía haberle ofrecido a Emma la totalidad de su corazón. El poder que ella ejercía sobre ese musculo que descansaba dentro de su pecho, pero que en realidad se posaba sobre las manos de ella, era abrumador y terrorífico. Si ella lo deseaba, podría romperlo en mil pedazos con solo cerrar sus dedos.

Respirando hondo el dulce aroma de la suave piel que se presionaba contra su nariz y labios, cerró sus ojos ciegos y absorbió cada vaivén de las manos de Emma sobre su espalda, mientras lo abrazaba con fuerza cobijada entre sus piernas.

Mientras tanto, el seguía dándole vueltas a la información obtenida abruptamente por Dominic. El doctor parecía desesperado por que el permitiera que revaluaran sus ojos, para verificar si efectivamente había habido un cambio significativo en ellos. El no se sentía distinto, y sus ojos no tenían problema alguno, salvo el hecho de que no eran capaces de ver. Pero dado que ya llevaban así casi la totalidad de su vida, no le importaba.

Quería ver, ¿Quién no? Pero en esos momentos su mayor necesidad no era la posibilidad de recuperar la vista, sino saber si el virus que le ataco de pequeño, era algo con lo que el había nacido y se manifestó dos años después, o su ceguera era culpa del golpe que sufrió cuando cayó de la cama en medio de una convulsión por culpa de la fiebre. Todo era posible, y el necesitaba saber la verdad de aquel momento, para estar un poco más tranquilo.

Nunca habían hablado acerca de los bebes, en realidad, pero era fácil adivinar que ella quería uno propio. Si sus resultados salían positivos en herencia, el no podría darle lo que ella quería.

Cuando Emma sorbió por su nariz una vez más, e intento retirarse para poder verle la cara, el mantuvo su férreo agarre sobre su cintura.

--Noah... ¿Vas a dejar que revalúen tus ojos?

--No. Ahora mismo lo único que quiero saber, es si en caso de quererlo, tu y yo podemos tener un bebe.

--Pero...

Nunca se cansaría de repetirlo... Emma era una mujer increíble.

Besando tiernamente la piel del cuello femenino, irguió la cabeza y sonrió un poco.

--Solo quiero saber si podremos ser padres o no.

Y como la mujer fuerte que Emma era, dejo clara su opinión.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora