Sentimientos

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A la mañana siguiente al abrir sus ojos miro hacia la puerta y suspiro. Alguien llamaba insistentemente y ella no podía dejarlo pasar por que podían ser los niños, así que con un gran y cansado suspiro, saco las piernas por el borde de la cama y cruzo la habitación hasta la puerta. El viaje por la ciudad del día anterior, aun persistía en forma de cansancio en su cuerpo, y aunque amaría quedarse en la cama por lo que serian horas de dulce descanso, no lo hizo. Al abrir la puerta se encontró mirando un amplio pecho cubierto por un bonito jersey azul claro. Estaba claro que su visitante no era ninguno de los gemelos. La altura y la anchura de ese cuerpo no era la correcta, por otro lado, los gemelos no olían a esa cara y deliciosa colonia que el hombre usaba.

Recorriendo con su mirada aquel increíble pecho, subió sus ojos hasta un grueso cuello en medio de aquel par de anchos hombros, una terca mandíbula perfectamente afeitada, unos perfectos labios con una radiante sonrisa en ellos, la aristocrática nariz y paro en un par de oscuras gafas de sol, que reflejaban su imagen.

—Supongo que te he despertado ¿Verdad?

Lo había echo, pero no le importaba en lo mas mínimo.

—Quizás.

Murmuro. La sonrisa de él no disminuyo en ningún momento y ella misma se vio sonriendo a la par.

—Lo siento, pero me preguntaba si querrías acompañarme a un lugar.

No parecía arrepentido en lo mas mínimo, pero no era que a ella le importara que le hubiese hecho salir de la cama, más bien le daba la bienvenida. Su compañía era algo que le encantaba. La curiosidad pico en ella, pero había aprendido que por mucho que preguntara, cuando el no quería desvelar nada, no lo haría.

—¿Tengo diez minutos para vestirme?

Noah asintió.

—Te espero en el salón.

El empezó a dar media vuelta para comenzar a alejarse, pero lo freno agarrando uno de sus antebrazos. El paro y volvió su cara hacia ella.

—¿Y los niños?

—Con Mark. Voy a deberle un enorme favor, pero merece la pena.

Ella quería preguntar por que merecía la pena deberle un favor, pero apretó los labios y le soltó. El hizo un elegante gesto con su cabeza y se marcho. Se quedo viéndolo caminar por el largo pasillo, contemplando su andar y el modo en el que su cuerpo se movía. El no parecía torpe, pese a su enorme cuerpo, el se movía con elegancia. Era silencioso en sus pasos y eso le recordó al caminar de un gato. Quizás el era como un enorme gato, silencioso y sigiloso, con un grácil y elegante cuerpo.

Parpadeando atónita por sus propios pensamientos, negó con la cabeza para aclarar sus ideas y entro en su habitación. Cerró la puerta y camino hasta el baño.

Duchada, con los dientes lavados, y una muda de ropa limpia sobre su piel, paro frente al espejo del cuarto de baño y se miro detenidamente. No solía ser presumida, pero algo en Noah la instaba a verse lo más bonita posible. Paso sus dedos entre su pelo, y frunció los labios. Su pelo era naturalmente ondulado, era brillante y le gustaba mucho su longitud, pero sentía la necesidad de hacer algo con él. Llevando ambas manos hacia su cabeza, con cuidado lo trenzo hacia un lado de su cabeza y lo ato con una pequeña cinta turquesa. Ella no usaba maquillaje, así que satisfecha con como había quedado su pelo, salió al pasillo y lo recorrió con bastante rapidez. Le había tomado más de diez minutos el prepararse y no quería hacer esperar más tiempo a Noah. Además, ella estaba deseosa de tener un poco de tiempo a solas con el gran hombre.

Al parar en el umbral de la puerta, sonrió al ver a Noah sentado sobre uno de los brazos del sofá. Por culpa del shock inicial al verlo en su puerta con esa fantástica sonrisa que hacia cosas divertidas en su estomago, no había podido ver mas allá del amplio pecho del hombre hacia arriba, así que desde la distancia se permitió observarlo.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora