¡No mueras!

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Alarmada la voz de la enfermera que controlaba los signos vitales del paciente por arma blanca, puso a todos en movimiento con un alarmante aviso.

--¡Esta entrando en paro!

La maldición que sigo a esas palabras, provino de su propia boca mientras se ponía a la altura del pecho del hombre tendido sobre la camilla con una abundante hemorragia abdominal por culpa de un cuchillo que había encontrado su hogar en los intestinos del tipo. Pese a la brevedad de los paramédicos a la hora de ir a buscarlo y atenderlo en la medida de sus posibilidades, la situación no era nada buena para aquel hombre.

--¡Palas!

Grito, con el corazón acelerado por la adrenalina del momento, proporcionando el voltaje y el suministro de medicina que debían inocular en la VIA conectada a su brazo, mientras ella apretaba los dientes ante la impotencia que a veces sentía por no poder hacer entrar en razón a un cuerpo tan fuerte como el de aquel hombretón. Débil por la perdida de sangre, con un corazón que parecía querer darse por vencido, las oportunidades que se presentaban para el eran muy escasas, pero no imposibles. Si hacia bien su trabajo y el cooperaba lo suficiente para salir con vida de aquel quirófano, tenia todas consigo de que el paciente sobreviviría. Pero si el no luchaba, por mucho que ella hiciera, nadie conseguiría sacarlo con vida de aquella sala completamente equipada para ayudarlo a vivir. Sin embargo, ella no perecería sin luchar y aunque fuese en contra de la voluntad de aquel hombre, lograría llévalo de vuelta al camino representado por la luminosa luz de la vida.

--¡Fuera!

El choque eléctrico que corrió a través del cuerpo del paciente hizo que se arqueara y colapsara de nuevo contra la camilla, con un golpe seco que le era demasiado familiar. Con los ojos puestos en el monitor conectado a su pecho, ella rezo por ver signos de mejora, pero su único resultado fueron una única y plana línea anunciada por un constante pitido.

--¡Otra vez!

--¡Fuera!

Grito el responsable de las palas.

El sudor perlo su frente. No oía nada más que el fuerte latido de su corazón, cuando miro de nuevo el monitor y maldijo.

--¡Una vez mas!

--Doctora...

--¡Una vez mas!

Dijo sin más, taladrando con su mirada a su compañera, se negó en rotundo a darse por vencida.

Se acerco a la cabeza del hombre y se inclino sobre el.

--No vas a morirte en mi mesa ¿me has oído? Me niego. Eres un hombre fuerte, así que ten huevos y vive tu vida, maldita sea.

La siguiente descarga fue un punto muerto en su vida, pues durante unos segundos vio como la línea que marcaba la vida de aquel hombre, seguía plana. Espero. Y espero un poco mas hasta que... Un pequeño y tímido latido apareció en el monitor, anunciando las ganas de vivir de un hombre que casi había tomado por perdido.

Con una sonrisa tras la mascarilla, regreso al abdomen del paciente y clavo sus ojos por unos segundos sobre el monitor. La duda parecía haber desaparecido del corazón del hombre, así que estaba segura de que podría terminar la operación sin necesidad de recurrir a medidas tan desesperadas para mantenerlo con vida. A partir de ese momento, el mismo se encargaría de sobrevivir.

***

Apostados en la sala de espera, se mantenían vigilantes ante cualquiera que pudiera salir y darles la pizca de información que esperaban con tanta ansiedad. El estado de Sean seguían siendo un secreto para ellos, pues a pesar del personal al que emboscaron, buscando saber algo de su amigo, nadie sabia nada. Nadie decía nada. Eso los ponía en la situación de imaginar como iban las cosas, y nada bueno podía salir de eso cuando su mente estaba tan fragmentada debido a la incertidumbre y el miedo. Había tantos escenarios por los que podían pasar sin quererlo, que tenían miedo de pensar, aunque su mente trabajaba por si sola y le regalaba alguna que otra imagen que le provocaría pesadillas para el resto de su vida.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora